He decidido hoy abrir un poco mi alma y explicar mi lucha ante los lectores y colaboradores de mis artículos y reflexiones porque creo que ellos tienen derecho a conocer mis entrañas. He acompañado estas confesiones con una entrevista en vídeo que revela la esencia de ese combate que se resume en estas pocas palabras: solo soy un periodista de la vieja escuela, bien entrenado para redactar noticias y realizar análisis, que entiendo mi misión como un servicio a los ciudadanos, que en democracia merecen conocer la verdad y que ha aprendido en la vida que los políticos, en general, no merecen confianza, ni están preparados para dirigir pueblos y naciones.
Durante mi vida he tenido dos actividades que me han facilitado conocer a muchos políticos de alto nivel. He sido escritor e investigador que ha ejercido como corresponsal de prensa en una decena de países de tres continentes y también fundador y director de un gran foro de debates (Encuentros 2000), en Sevilla, donde recibimos a cientos de políticos, en su mayoría jefes de partidos, de estados y gobiernos, ministros y altos cargos con grandes responsabilidades.
Con todos ellos tuve la oportunidad de compartir mesa y mantel y de conversar sobre los grandes temas que preocupaban al mundo en aquellos momentos (entre 1993 y 2003). Jamás encontré a un político que fuera un verdadero demócrata o que tuviera un verdadero interés por su pueblo. Casi todos eran egoístas, arrogantes, corruptos e interesados sólo en incrementar su poder. Aquellos contactos fueron tan decepcionantes que me convirtieron en un adversario intelectual de la clase dirigente y en un luchador empeñado en cambiar aquel mundo de baja estofa del que conocí las entrañas.
Como todos los humanos, soy un corrupto en potencia; la única diferencia es que mi precio es muy alto y creo que nadie lo pagará nunca.
Tengo, como ser humano, mis propias dudas y pequeños infiernos. Dudas algunas veces si la labor de ser crítico duro es realmente positiva o si, por el contrario, contribuye a alentar los odios y divisiones. Cuando llegan las dudas corren ríos de preocupación y angustia, como también son hermosos y alentadores otros momentos donde percibes que tu lucha sirve para potenciar el bien frente al mal.
El mejor de los políticos que conocí y el único que respeto fue aquel inolvidable presidente de la República Italiana Sandro Pertini, que me dijo un día algo que nunca pude olvidar: "Todos tenemos un precio, pero que hay que tenerlo muy alto, tan alto que nadie pueda pagarlo".
Desde entonces tengo claro que el que quiera comprarme tal vez no tenga riqueza suficiente para hacerlo.
Cuando alguien me llama "héroe" no me hace favor alguno, ni me halaga porque lo que consigue es alejarme de la ciudadanía, a la que debo convencer para que vigile a sus representantes elegidos, los critique cuando lo merezcan y luchen por mejorar el mundo, que es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos.
El hecho de no haber encontrado nunca a un demócrata o a un ser admirable entre los cientos de políticos que he conocido me ayuda en la tarea porque mi fe en ellos y en sus promesas es prácticamente cero, lo que me permite ser libre tanto para combatir sus falsedades, bajezas y carencias como para valorar sus méritos y aciertos, por desgracia escasos.
A partir del año 2000 decidí doctorarme, investigar y luchar por un mundo mejor. Desde entonces he impartido conferencias y clases, he publicado ocho libros de pensamiento político, miles de artículos sobre política y propiciado debates públicos, siempre con el objetivo de combatir el mal e impulsar el bien, para lograr una sociedad mas justa y decente.
No sé si he conseguido algo, pero empujar he empujado bastante. Lo que sí he conseguido son muchos enemigos y no pocas dificultades en mi tránsito por la vida. Desde los palacios del poder y sus cuevas oscuras me han disparado y me siguen disparando con munición real.
Francisco Rubiales
Durante mi vida he tenido dos actividades que me han facilitado conocer a muchos políticos de alto nivel. He sido escritor e investigador que ha ejercido como corresponsal de prensa en una decena de países de tres continentes y también fundador y director de un gran foro de debates (Encuentros 2000), en Sevilla, donde recibimos a cientos de políticos, en su mayoría jefes de partidos, de estados y gobiernos, ministros y altos cargos con grandes responsabilidades.
Con todos ellos tuve la oportunidad de compartir mesa y mantel y de conversar sobre los grandes temas que preocupaban al mundo en aquellos momentos (entre 1993 y 2003). Jamás encontré a un político que fuera un verdadero demócrata o que tuviera un verdadero interés por su pueblo. Casi todos eran egoístas, arrogantes, corruptos e interesados sólo en incrementar su poder. Aquellos contactos fueron tan decepcionantes que me convirtieron en un adversario intelectual de la clase dirigente y en un luchador empeñado en cambiar aquel mundo de baja estofa del que conocí las entrañas.
Como todos los humanos, soy un corrupto en potencia; la única diferencia es que mi precio es muy alto y creo que nadie lo pagará nunca.
Tengo, como ser humano, mis propias dudas y pequeños infiernos. Dudas algunas veces si la labor de ser crítico duro es realmente positiva o si, por el contrario, contribuye a alentar los odios y divisiones. Cuando llegan las dudas corren ríos de preocupación y angustia, como también son hermosos y alentadores otros momentos donde percibes que tu lucha sirve para potenciar el bien frente al mal.
El mejor de los políticos que conocí y el único que respeto fue aquel inolvidable presidente de la República Italiana Sandro Pertini, que me dijo un día algo que nunca pude olvidar: "Todos tenemos un precio, pero que hay que tenerlo muy alto, tan alto que nadie pueda pagarlo".
Desde entonces tengo claro que el que quiera comprarme tal vez no tenga riqueza suficiente para hacerlo.
Cuando alguien me llama "héroe" no me hace favor alguno, ni me halaga porque lo que consigue es alejarme de la ciudadanía, a la que debo convencer para que vigile a sus representantes elegidos, los critique cuando lo merezcan y luchen por mejorar el mundo, que es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos.
El hecho de no haber encontrado nunca a un demócrata o a un ser admirable entre los cientos de políticos que he conocido me ayuda en la tarea porque mi fe en ellos y en sus promesas es prácticamente cero, lo que me permite ser libre tanto para combatir sus falsedades, bajezas y carencias como para valorar sus méritos y aciertos, por desgracia escasos.
A partir del año 2000 decidí doctorarme, investigar y luchar por un mundo mejor. Desde entonces he impartido conferencias y clases, he publicado ocho libros de pensamiento político, miles de artículos sobre política y propiciado debates públicos, siempre con el objetivo de combatir el mal e impulsar el bien, para lograr una sociedad mas justa y decente.
No sé si he conseguido algo, pero empujar he empujado bastante. Lo que sí he conseguido son muchos enemigos y no pocas dificultades en mi tránsito por la vida. Desde los palacios del poder y sus cuevas oscuras me han disparado y me siguen disparando con munición real.
Francisco Rubiales
Comentarios: