España es una mezcla de absurdo, injusticia, brutalidad gubernamental, impericia y corrupción, que llena el presente de sombras y el futuro de nubes negras y tormentas.
Pongamos un ejemplo para entender el mundo sombrío creado por el socialismo de Pedro Sánchez y sus aliados comunistas, ex terroristas y golpistas antiespañoles vascos y catalanes.
Barcelona tiene empadronadas a 47.225 personas la mayoría magrebíes sin tener domicilio. Las autoridades, incumpliendo las leyes y actuando con tiranía de caciques, los empadrona en dependencias municipales, oficinas de Servicios Sociales o locales inexistentes y así gozan de todos los derechos y ayudas públicas.
Mientras tanto, a los españoles cumplidores que trabajan, nos crujen a impuestos y nos amargan la vida con burocracia, amenazas y miedos. También nos demuestran a diario que los inmigrantes ilegales que entran burlando las fronteras son casi siempre mejor tratados que los trabajadores españoles y disfrutan de más ayudas y protección oficial.
Son demasiados los españoles que sienten que los impuestos son elevados en comparación con lo que reciben a cambio en servicios públicos o crecimiento económico, especialmente cuando los sueldos medios son moderados.
Existe una frustración profunda con los impuestos altos y la corrupción gubernamental, un sentimiento compartido por muchos cuando perciben que el sistema no actúa en beneficio del pueblo. La combinación de una carga tributaria excesiva y la mala gestión de los recursos públicos genera desconfianza y desánimo, erosionando la esperanza en un futuro mejor.
Si a esta frustración se añade el bochornoso y delirante espectáculo de los familiares más cercanos al presidente (esposa y hermano) y altos mandos del socialismo, imputados por corrupción, tras descubrírseles una vida de abusos de poder, comisiones ilícitas, consumo de prostitución y drogas y otros comportamientos deleznables y ajenos al bien común y a la democracia, nos topamos con un país mal gobernado, que diariamente sitúa a sus ciudadanos frente a la bajeza, el mal ejemplo y la delincuencia de los poderosos.
El reciente intento de aplastar con subidas de impuestos brutales a los autónomos es un ejemplo de la política del gobierno socialista, injusta y cruel con los que trabajan y producen, blanda y complaciente con los delincuentes, los ladrones de viviendas (okupas) y con los que violan las fronteras, entrando en tromba y de manera desordenada en un país que no quiere la invasión magrebí y africana que el gobierno socialista le impone por la fuerza.
España tiene una carga fiscal significativa y por encima de la media europea en términos relativos a salarios, lo que justifica parte de la frustración general. Aunque no es la peor nación de Europa en impuestos abusivos, en términos absolutos, si es la que padece mayor injusticia e indignación porque a la fiscalidad elevada agrega corrupción en gran escala y un pésimo y sucio comportamiento de su clase política en el poder.
Francisco Rubiales
Pongamos un ejemplo para entender el mundo sombrío creado por el socialismo de Pedro Sánchez y sus aliados comunistas, ex terroristas y golpistas antiespañoles vascos y catalanes.
Barcelona tiene empadronadas a 47.225 personas la mayoría magrebíes sin tener domicilio. Las autoridades, incumpliendo las leyes y actuando con tiranía de caciques, los empadrona en dependencias municipales, oficinas de Servicios Sociales o locales inexistentes y así gozan de todos los derechos y ayudas públicas.
Mientras tanto, a los españoles cumplidores que trabajan, nos crujen a impuestos y nos amargan la vida con burocracia, amenazas y miedos. También nos demuestran a diario que los inmigrantes ilegales que entran burlando las fronteras son casi siempre mejor tratados que los trabajadores españoles y disfrutan de más ayudas y protección oficial.
Son demasiados los españoles que sienten que los impuestos son elevados en comparación con lo que reciben a cambio en servicios públicos o crecimiento económico, especialmente cuando los sueldos medios son moderados.
Existe una frustración profunda con los impuestos altos y la corrupción gubernamental, un sentimiento compartido por muchos cuando perciben que el sistema no actúa en beneficio del pueblo. La combinación de una carga tributaria excesiva y la mala gestión de los recursos públicos genera desconfianza y desánimo, erosionando la esperanza en un futuro mejor.
Si a esta frustración se añade el bochornoso y delirante espectáculo de los familiares más cercanos al presidente (esposa y hermano) y altos mandos del socialismo, imputados por corrupción, tras descubrírseles una vida de abusos de poder, comisiones ilícitas, consumo de prostitución y drogas y otros comportamientos deleznables y ajenos al bien común y a la democracia, nos topamos con un país mal gobernado, que diariamente sitúa a sus ciudadanos frente a la bajeza, el mal ejemplo y la delincuencia de los poderosos.
El reciente intento de aplastar con subidas de impuestos brutales a los autónomos es un ejemplo de la política del gobierno socialista, injusta y cruel con los que trabajan y producen, blanda y complaciente con los delincuentes, los ladrones de viviendas (okupas) y con los que violan las fronteras, entrando en tromba y de manera desordenada en un país que no quiere la invasión magrebí y africana que el gobierno socialista le impone por la fuerza.
España tiene una carga fiscal significativa y por encima de la media europea en términos relativos a salarios, lo que justifica parte de la frustración general. Aunque no es la peor nación de Europa en impuestos abusivos, en términos absolutos, si es la que padece mayor injusticia e indignación porque a la fiscalidad elevada agrega corrupción en gran escala y un pésimo y sucio comportamiento de su clase política en el poder.
Francisco Rubiales








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