En un mundo cada vez más inestable, donde potencias como Rusia desafían el orden internacional, España se enfrenta a una encrucijada más crítica que el resto de los europeos en materia de defensa.
La exigencia de Estados Unidos y la OTAN para que los aliados destinen el 5% de su PIB a gastos militares —un compromiso asumido en la Cumbre de La Haya de 2025— es no solo razonable, sino insuficiente para las necesidades reales de nuestro país.
Sin embargo, el gobierno de Pedro Sánchez se niega rotundamente a cumplirlo, manteniendo un gasto defensivo que no llega al 2 por ciento del PIB en 2025, el más bajo de la Alianza.
Esta miopía no solo debilita nuestra posición en la OTAN, sino que ignora una amenaza mucho más cercana y tangible que Rusia: Marruecos, un vecino que se rearma a pasos agigantados y que no oculta sus ambiciones sobre Ceuta, Melilla y hasta las Islas Canarias.
Marruecos no es un aliado fiable, sino un adversario en potencia que ha elevado su presupuesto militar de manera alarmante. En 2025, su gasto en defensa alcanza los 5.1 mil millones de euros, representando aproximadamente el 3.4% de su PIB, con incrementos anuales que superan el 5% para 2026.
Este rearme, justificado públicamente por tensiones con Argelia, es en realidad una herramienta de presión contra España. Rabat invierte en drones avanzados, sistemas antiaéreos y una flota naval moderna, todo mientras mantiene reclamaciones territoriales sobre nuestros enclaves norteafricanos.
Más del 25% de los españoles considera posible un conflicto armado con Marruecos, y el 55% lo ve como una amenaza directa a nuestra seguridad.
No es paranoia: las declaraciones de funcionarios marroquíes y las maniobras militares cerca de nuestras fronteras hablan por sí solas. Ceuta y Melilla, soberanía española indiscutible, son vistas por Rabat como "territorios ocupados", y las Canarias entran en su radar expansionista bajo pretextos históricos y migratorios.
El trato que Marruecos dispensa a España es un rosario de amenazas y chantajes continuos, desde oleadas migratorias orquestadas hasta presiones diplomáticas por el Sáhara Occidental.
Y ante esto, ¿Qué hace el gobierno de Pedro Sánchez? Agachar la cabeza con cobardía patética.
En lugar de defender nuestros intereses, Sánchez opta por la sumisión cobarde, firma acuerdos bilaterales que ceden terreno en migración y comercio, como los 14 pactos rubricados en diciembre de 2025 en Madrid, que incluyen concesiones educativas y culturales a favor de Marruecos.
Esta sumisión envalentona a Rabat y demuestra la cobardía de Sánchez y su incapacidad para defender España.
Sánchez, obsesionado con su supervivencia política, ignora que esta debilidad invita a la agresión. Recordemos: en 2021, Marruecos permitió una invasión migratoria en Ceuta como represalia; hoy, con un ejército fortalecido, el riesgo es mayor.
El rearme exigido por la OTAN no es un capricho estadounidense, sino una necesidad vital para España. Con Rusia en el horizonte oriental, pero Marruecos a las puertas, deberíamos superar ese 5% y priorizar defensas en el Estrecho de Gibraltar, modernizar nuestra Armada y reforzar las guarniciones en los territorios africanos. Pero Sánchez, con su rechazo a elevar el gasto más allá del 2.1% acordado en junio de 2025, nos deja expuestos.
Esta negligencia no es solo torpeza; es traición a la soberanía nacional.
Ante la inacción gubernamental, los ciudadanos debemos tomar la iniciativa. Es hora de un boicot total a las mercancías marroquíes —tomates, textiles, fosfatos— que inundan nuestros mercados, y a los viajes turísticos que engordan sus arcas. No compremos sus productos, no visitemos sus playas. Este boicot civil, pacífico pero firme, enviaría un mensaje claro: España no tolerará más chantajes.
Organizaciones civiles y consumidores deben unirse; las redes sociales deben amplificar esta llamada. Si el gobierno no defiende nuestra integridad, lo haremos nosotros.
España merece un liderazgo valiente, no un presidente que se arrodilla ante amenazas extranjeras. El rearme es el primer paso, pero la verdadera fuerza radica en la unidad popular contra la cobardía. Despertemos antes de que sea tarde: Marruecos no esperará.
Francisco Rubiales
La exigencia de Estados Unidos y la OTAN para que los aliados destinen el 5% de su PIB a gastos militares —un compromiso asumido en la Cumbre de La Haya de 2025— es no solo razonable, sino insuficiente para las necesidades reales de nuestro país.
Sin embargo, el gobierno de Pedro Sánchez se niega rotundamente a cumplirlo, manteniendo un gasto defensivo que no llega al 2 por ciento del PIB en 2025, el más bajo de la Alianza.
Esta miopía no solo debilita nuestra posición en la OTAN, sino que ignora una amenaza mucho más cercana y tangible que Rusia: Marruecos, un vecino que se rearma a pasos agigantados y que no oculta sus ambiciones sobre Ceuta, Melilla y hasta las Islas Canarias.
Marruecos no es un aliado fiable, sino un adversario en potencia que ha elevado su presupuesto militar de manera alarmante. En 2025, su gasto en defensa alcanza los 5.1 mil millones de euros, representando aproximadamente el 3.4% de su PIB, con incrementos anuales que superan el 5% para 2026.
Este rearme, justificado públicamente por tensiones con Argelia, es en realidad una herramienta de presión contra España. Rabat invierte en drones avanzados, sistemas antiaéreos y una flota naval moderna, todo mientras mantiene reclamaciones territoriales sobre nuestros enclaves norteafricanos.
Más del 25% de los españoles considera posible un conflicto armado con Marruecos, y el 55% lo ve como una amenaza directa a nuestra seguridad.
No es paranoia: las declaraciones de funcionarios marroquíes y las maniobras militares cerca de nuestras fronteras hablan por sí solas. Ceuta y Melilla, soberanía española indiscutible, son vistas por Rabat como "territorios ocupados", y las Canarias entran en su radar expansionista bajo pretextos históricos y migratorios.
El trato que Marruecos dispensa a España es un rosario de amenazas y chantajes continuos, desde oleadas migratorias orquestadas hasta presiones diplomáticas por el Sáhara Occidental.
Y ante esto, ¿Qué hace el gobierno de Pedro Sánchez? Agachar la cabeza con cobardía patética.
En lugar de defender nuestros intereses, Sánchez opta por la sumisión cobarde, firma acuerdos bilaterales que ceden terreno en migración y comercio, como los 14 pactos rubricados en diciembre de 2025 en Madrid, que incluyen concesiones educativas y culturales a favor de Marruecos.
Esta sumisión envalentona a Rabat y demuestra la cobardía de Sánchez y su incapacidad para defender España.
Sánchez, obsesionado con su supervivencia política, ignora que esta debilidad invita a la agresión. Recordemos: en 2021, Marruecos permitió una invasión migratoria en Ceuta como represalia; hoy, con un ejército fortalecido, el riesgo es mayor.
El rearme exigido por la OTAN no es un capricho estadounidense, sino una necesidad vital para España. Con Rusia en el horizonte oriental, pero Marruecos a las puertas, deberíamos superar ese 5% y priorizar defensas en el Estrecho de Gibraltar, modernizar nuestra Armada y reforzar las guarniciones en los territorios africanos. Pero Sánchez, con su rechazo a elevar el gasto más allá del 2.1% acordado en junio de 2025, nos deja expuestos.
Esta negligencia no es solo torpeza; es traición a la soberanía nacional.
Ante la inacción gubernamental, los ciudadanos debemos tomar la iniciativa. Es hora de un boicot total a las mercancías marroquíes —tomates, textiles, fosfatos— que inundan nuestros mercados, y a los viajes turísticos que engordan sus arcas. No compremos sus productos, no visitemos sus playas. Este boicot civil, pacífico pero firme, enviaría un mensaje claro: España no tolerará más chantajes.
Organizaciones civiles y consumidores deben unirse; las redes sociales deben amplificar esta llamada. Si el gobierno no defiende nuestra integridad, lo haremos nosotros.
España merece un liderazgo valiente, no un presidente que se arrodilla ante amenazas extranjeras. El rearme es el primer paso, pero la verdadera fuerza radica en la unidad popular contra la cobardía. Despertemos antes de que sea tarde: Marruecos no esperará.
Francisco Rubiales








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