La reunión tuvo lugar el domingo 5 de octubre de 2025 en el lujoso Hotel Santo Mauro de Madrid, donde se reunieron Cándido Conde-Pumpido (presidente del Tribunal Constitucional), José Luis Rodríguez Zapatero (expresidente del Gobierno) y José Blanco (conocido como Pepiño Blanco, líder de la consultora Acento y exministro). Aunque Pedro Sánchez no estuvo presente físicamente en ese encuentro, estos tres personajes son figuras clave asociadas al entorno del Gobierno de Sánchez, y la prensa ha calificado la cita como una "cumbre" de influencia sanchista, generando preocupación por posibles implicaciones en temas judiciales, políticos y de lobby.
No se han revelado detalles oficiales sobre el contenido de la conversación, pero el contexto de sus roles —Conde-Pumpido avalando agendas gubernamentales desde el Tribunal Constitucional, Zapatero como mediador internacional y Blanco como lobista— alimenta especulaciones sobre estrategias políticas o judiciales sensibles.
En redes como X, el evento ha sido ampliamente comentado como un ejemplo de falta de separación de poderes.
Estos tres personajes, junto con su jefe Pedro, representan lo peor del sanchismo y el equipo de lujo de la antidemocracia española.
José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español entre 2004 y 2011, representa una figura de influencia global dentro del socialismo español, con un rol actual como mediador en conflictos internacionales, como el de Venezuela, donde ha defendido posturas alineadas con el Gobierno de Sánchez. Su participación en esta cumbre genera recelos por su historial de intervenciones en debates judiciales y políticos sensibles, como la defensa de la amnistía a independentistas catalanes, que críticos ven como un intento de moldear el relato oficial desde las sombras.
Cándido Conde-Pumpido, magistrado del Tribunal Constitucional desde 2023 y su presidente, ha sido señalado por decisiones controvertidas que favorecen agendas progresistas, como avales a medidas gubernamentales en materia de indultos o reformas judiciales, lo que ha avivado acusaciones de politización del alto tribunal.
Por su parte, José Blanco, apodado Pepiño, exministro de Fomento y figura clave del PSOE en la era Zapatero, dirige ahora la consultora Acento, especializada en lobby y relaciones institucionales, con contratos millonarios que incluyen empresas ligadas al Estado, lo que plantea interrogantes sobre posibles conflictos de interés.
Esta reunión, en el opulento Hotel Santo Mauro, simboliza para muchos observadores el riesgo de una red de poder no institucionalizada que socava los pilares de la democracia española, como la separación de poderes y la transparencia. En un contexto de tensiones judiciales —con el TC bajo escrutinio por su supuesta cercanía al Ejecutivo— y de campañas electorales inminentes, el encuentro alimenta temores de que se gesten estrategias para blindar intereses partidistas, desde influir en fallos judiciales hasta tejer alianzas opacas con lobbies.
Analistas y voces en redes sociales destacan cómo estas "cumbres informales" erosionan la confianza pública, evocando patrones de clientelismo que podrían profundizar la polarización y debilitar el Estado de derecho, recordando episodios pasados como el caso Gürtel o las negociaciones con ERC. Aunque no hay pruebas concretas de tramas delictivas, el mero hecho de su secretismo refuerza la percepción de un "deep state" sanchista que prioriza la supervivencia política sobre la democracia, cada día más alejada del sanchismo.
Francisco Rubiales
No se han revelado detalles oficiales sobre el contenido de la conversación, pero el contexto de sus roles —Conde-Pumpido avalando agendas gubernamentales desde el Tribunal Constitucional, Zapatero como mediador internacional y Blanco como lobista— alimenta especulaciones sobre estrategias políticas o judiciales sensibles.
En redes como X, el evento ha sido ampliamente comentado como un ejemplo de falta de separación de poderes.
Estos tres personajes, junto con su jefe Pedro, representan lo peor del sanchismo y el equipo de lujo de la antidemocracia española.
José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español entre 2004 y 2011, representa una figura de influencia global dentro del socialismo español, con un rol actual como mediador en conflictos internacionales, como el de Venezuela, donde ha defendido posturas alineadas con el Gobierno de Sánchez. Su participación en esta cumbre genera recelos por su historial de intervenciones en debates judiciales y políticos sensibles, como la defensa de la amnistía a independentistas catalanes, que críticos ven como un intento de moldear el relato oficial desde las sombras.
Cándido Conde-Pumpido, magistrado del Tribunal Constitucional desde 2023 y su presidente, ha sido señalado por decisiones controvertidas que favorecen agendas progresistas, como avales a medidas gubernamentales en materia de indultos o reformas judiciales, lo que ha avivado acusaciones de politización del alto tribunal.
Por su parte, José Blanco, apodado Pepiño, exministro de Fomento y figura clave del PSOE en la era Zapatero, dirige ahora la consultora Acento, especializada en lobby y relaciones institucionales, con contratos millonarios que incluyen empresas ligadas al Estado, lo que plantea interrogantes sobre posibles conflictos de interés.
Esta reunión, en el opulento Hotel Santo Mauro, simboliza para muchos observadores el riesgo de una red de poder no institucionalizada que socava los pilares de la democracia española, como la separación de poderes y la transparencia. En un contexto de tensiones judiciales —con el TC bajo escrutinio por su supuesta cercanía al Ejecutivo— y de campañas electorales inminentes, el encuentro alimenta temores de que se gesten estrategias para blindar intereses partidistas, desde influir en fallos judiciales hasta tejer alianzas opacas con lobbies.
Analistas y voces en redes sociales destacan cómo estas "cumbres informales" erosionan la confianza pública, evocando patrones de clientelismo que podrían profundizar la polarización y debilitar el Estado de derecho, recordando episodios pasados como el caso Gürtel o las negociaciones con ERC. Aunque no hay pruebas concretas de tramas delictivas, el mero hecho de su secretismo refuerza la percepción de un "deep state" sanchista que prioriza la supervivencia política sobre la democracia, cada día más alejada del sanchismo.
Francisco Rubiales








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