Pedro Sánchez, defendiendo a Hamás, es un ejemplo de traición a los ideales y a la cultura de Europa.
Israel es, probablemente el único país del mundo que es consciente de que libra una guerra a muerte con el islam. Rodeado de países musulmanes, Israel sabe que su lucha contra el islamismo tiene que ser constante y a vida o muerte.
Quizás muchos no lo vean ni lo admitan, pero Israel es el muro de contención que está salvando a Occidente de la barbarie islamista.
Los restantes países no musulmanes del planeta, idiotizados y estúpidos, ignoran ese combate crucial y se están dejando aniquilar en silencio.
Las palabras del erudito islámico Uthman Farooq, hablando en Estados Unidos, suenan a profecía: “Una Europa musulmana va a ser realidad. También Estados Unidos será un país musulmán y el islam entrará en todos los hogares”.
La estrategia islámica es impecable, segura y conduce a la victoria: llegan humildemente como inmigrantes y se compartan pacíficamente en naciones ricas y desarrolladas de Occidente, hasta que se convierten en mayoría. Entonces empiezan a delinquir y a avasallar. Viven en guetos y ocupan barrios enteros, donde imponen la ley islámica. Después crean partidos políticos que se aprovechan de la democracia para ganar poder. Cuando ya son la fuerza dominante, aplastan al adversario, que es el antiguo dueño de la nación invadida, y le dicen: “tienes que elegir entre morir o convertirte al islam”.
Jamás eligen a países musulmanes para emigrar, tal vez porque lo suyo no es inmigración sino conquista. Sus dirigentes religiosos más radicales y belicosos predican que la mejor forma de adorar a Alá es matando infieles o convirtiéndolos al islamismo.
La batalla entre el Islam y las viejas culturas europeas que dominaron el mundo y lo iluminaron con el progreso y la libertad es el gran fenómeno en este siglo XXI.
Pero el mundo imbécil y arrogante de Occidente ni siquiera se da cuenta de que existe ese combate a muerte.
Por supuesto que existen millones de musulmanes nobles, humildes y dispuestos a colaborar con el país que les acoge, pero los aguerridos, con odio y sin respeto, hacen más ruido y neutralizan a los bondadosos con su agresividad.
Francisco Rubiales
Israel es, probablemente el único país del mundo que es consciente de que libra una guerra a muerte con el islam. Rodeado de países musulmanes, Israel sabe que su lucha contra el islamismo tiene que ser constante y a vida o muerte.
Quizás muchos no lo vean ni lo admitan, pero Israel es el muro de contención que está salvando a Occidente de la barbarie islamista.
Los restantes países no musulmanes del planeta, idiotizados y estúpidos, ignoran ese combate crucial y se están dejando aniquilar en silencio.
Las palabras del erudito islámico Uthman Farooq, hablando en Estados Unidos, suenan a profecía: “Una Europa musulmana va a ser realidad. También Estados Unidos será un país musulmán y el islam entrará en todos los hogares”.
La estrategia islámica es impecable, segura y conduce a la victoria: llegan humildemente como inmigrantes y se compartan pacíficamente en naciones ricas y desarrolladas de Occidente, hasta que se convierten en mayoría. Entonces empiezan a delinquir y a avasallar. Viven en guetos y ocupan barrios enteros, donde imponen la ley islámica. Después crean partidos políticos que se aprovechan de la democracia para ganar poder. Cuando ya son la fuerza dominante, aplastan al adversario, que es el antiguo dueño de la nación invadida, y le dicen: “tienes que elegir entre morir o convertirte al islam”.
Jamás eligen a países musulmanes para emigrar, tal vez porque lo suyo no es inmigración sino conquista. Sus dirigentes religiosos más radicales y belicosos predican que la mejor forma de adorar a Alá es matando infieles o convirtiéndolos al islamismo.
La batalla entre el Islam y las viejas culturas europeas que dominaron el mundo y lo iluminaron con el progreso y la libertad es el gran fenómeno en este siglo XXI.
Pero el mundo imbécil y arrogante de Occidente ni siquiera se da cuenta de que existe ese combate a muerte.
Por supuesto que existen millones de musulmanes nobles, humildes y dispuestos a colaborar con el país que les acoge, pero los aguerridos, con odio y sin respeto, hacen más ruido y neutralizan a los bondadosos con su agresividad.
Francisco Rubiales








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