Los gobiernos siempre tienden a ocultar la verdad y a mentir. Lo hacen para mantenerse en el poder y conservar los inmensos privilegios que conlleva gobernar sin controles y con las manos libres, después de haber desmantelado una democracia que, cuando fue diseñada, tenía controles, contrapesos y numerosas cautelas que impedían que el poder cayera en manos de canallas y que esos canallas, si lo alcanzaban, pudieran sobrevivir en el gobierno.
Todo eso es historia y los políticos campean ahora invencibles por las tierra de la desgraciada España con la democracia trucada y con el socialismo transformado en fascismo, como siempre ocurrió en el pasado, cuando los socialistas Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Castro y otros convirtieron sus regímenes, originalmente socialistas, en fascismos sucios, miserables y a veces asesinos.
El asesinato de la VERDAD siempre fue el primer paso de los canallas hacia el totalitarismo. En España, el gobierno de Sánchez ha puesto más empeño en asesinar la verdad que en combatir la pobreza y en aportar recursos a la sanidad, la educación y los servicios sociales.
El sanchismo ha gastado cientos de millones en comprar medios de comunicación esconder la verdad, reclutar a voceros indignos, ocultar pruebas de su maldad y prostituir la información.
Hablan de fascismo y lo denuncian con cinismo, cuando ellos son los primeros fascistas de España. Hablan de bulos y ellos son los mayores creadores de mentiras. Hablan de Justicia y la atacan y destrozan. Hablan de igualdad y ellos son casi todos millonarios. Hablan de limpieza y están podridos hasta el alma.
Lo han infectado todo, desde las instituciones claves hasta la sociedad y sus raíces. Ningún sistema ni ningún gobierno ha causado más daño a España que el sanchismo, desde que se escribe la Historia.
Para culminar esta podredumbre, el sanchismo no solo ha asesinado la verdad, sino que ha erigido un imperio de corrupción donde los canallas se perpetúan en el poder mediante pactos con terroristas, separatistas y golpistas, vendiendo la soberanía nacional a cambio de sillones manchados de sangre y traición.
Han convertido España en un estercolero donde la justicia es un arma contra disidentes, la economía un botín para sus clanes, y la nación un cadáver desangrado por leyes que premian la delincuencia y castigan la decencia.
Si no se arranca de raíz este tumor fascista disfrazado de progresismo, España perecerá devorada por sus propios verdugos, legando a las generaciones futuras solo ruinas, vergüenza y la amarga lección de que la democracia, una vez prostituida, se transforma en la tumba de la libertad.
Francisco Rubiales
Todo eso es historia y los políticos campean ahora invencibles por las tierra de la desgraciada España con la democracia trucada y con el socialismo transformado en fascismo, como siempre ocurrió en el pasado, cuando los socialistas Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Castro y otros convirtieron sus regímenes, originalmente socialistas, en fascismos sucios, miserables y a veces asesinos.
El asesinato de la VERDAD siempre fue el primer paso de los canallas hacia el totalitarismo. En España, el gobierno de Sánchez ha puesto más empeño en asesinar la verdad que en combatir la pobreza y en aportar recursos a la sanidad, la educación y los servicios sociales.
El sanchismo ha gastado cientos de millones en comprar medios de comunicación esconder la verdad, reclutar a voceros indignos, ocultar pruebas de su maldad y prostituir la información.
Hablan de fascismo y lo denuncian con cinismo, cuando ellos son los primeros fascistas de España. Hablan de bulos y ellos son los mayores creadores de mentiras. Hablan de Justicia y la atacan y destrozan. Hablan de igualdad y ellos son casi todos millonarios. Hablan de limpieza y están podridos hasta el alma.
Lo han infectado todo, desde las instituciones claves hasta la sociedad y sus raíces. Ningún sistema ni ningún gobierno ha causado más daño a España que el sanchismo, desde que se escribe la Historia.
Para culminar esta podredumbre, el sanchismo no solo ha asesinado la verdad, sino que ha erigido un imperio de corrupción donde los canallas se perpetúan en el poder mediante pactos con terroristas, separatistas y golpistas, vendiendo la soberanía nacional a cambio de sillones manchados de sangre y traición.
Han convertido España en un estercolero donde la justicia es un arma contra disidentes, la economía un botín para sus clanes, y la nación un cadáver desangrado por leyes que premian la delincuencia y castigan la decencia.
Si no se arranca de raíz este tumor fascista disfrazado de progresismo, España perecerá devorada por sus propios verdugos, legando a las generaciones futuras solo ruinas, vergüenza y la amarga lección de que la democracia, una vez prostituida, se transforma en la tumba de la libertad.
Francisco Rubiales








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