
Hace 16 años, el 2009, escribí "Periodistas Sometidos" (Almuzara) sobre periodismo libre y democrático, donde se analizaba ya la dramática situación del periodismo en el presente, destrozado por la corrupción y sometido al poder.
Antes pensaba que los pueblos son responsables de sus gobiernos, pero ahora creo que los pueblos poco pueden hacer frente al poder de los sinvergüenzas, dueños de todos los recursos del Estado, del dinero, la policía, las Fuerzas Armadas, los jueces, la propaganda, la información y hasta del control de nuestras vidas.
Solo hay un poder tan fuerte o más que los gobiernos y estados: la opinión pública.
Esa opinión pública es el gran poder del siglo, más poderoso que Estados Unidos, China y Rusia juntas.
La única forma de derrotar a un gobierno corrupto de canallas es dominando la opinión pública y difundiendo con éxito sus bajezas y suciedades.
La gran batalla de este siglo XXI no se libra en las trincheras, ni con tanques, aviones y drones, sino en los medios de comunicación y las redes sociales. Quien gane esa batalla sobrevive y quien es derrotado pierde el poder.
La batalla definitiva es entre la información libre y crítica, por una parte, y la mentira y el engaño, por otra. De esa lucha dependen los gobiernos, especialmente las tiranías.
La gran periodista norteamericana Martha Gellhorn, repetía el que quizás sea el mejor consejo para todo periodista limpio y decente: “Nunca creas. Los gobiernos, a ninguno, ni una palabra de lo que digan y observa con desconfianza todo lo que hagan”.
Por eso, cuando veo a los periodistas comprados por los gobiernos mentir para beneficiar al poder, pienso que esos no son periodistas sino putas de la información, alcahuetas que sirven a unos amos corruptos y dañinos, abandonando su sagrado deber de servir a la ciudadanía con la verdad.
El periodista que quiera ser honrado y servir al pueblo con la verdad es un auténtico “héroe”, que tiene que enfrentarse a fuerzas imponentes que quieren aplastarlo porque la verdad es el gran riesgo de los canallas.
Tiene que enfrentarse al gobierno, a los partidos políticos, a las grandes instituciones y empresas, a las fuerzas de represión que sirven al poder, a sus colegas comprados, a sus editores, casi siempre mercenarios, y a toda una poderosa maquinaria de propaganda, pagada con dinero público, orientada a promover la mentira y el engaño.
Pero, a pesar de todo esa poderosa maquinaria corrupta y criminal, merece la pena y es un honor enfrentarse como periodista honrado a la peor chusma de la Tierra, la de los corruptos y sinvergüenzas que utilizan el poder para promover el mal y atiborrarse de dinero y todo tipo de privilegios y ventajas.
España es uno de los escenarios del mundo donde mejor puede analizarse la bajeza y la corrupción de un gobierno corrompido, que es hostil a la verdad y que odia el periodismo libre.
Pocos gobiernos del planeta gastan más dinero que el español en comprar periodistas y medios, ni existe otro país en el mundo tan dominado por la mentira, donde ser periodista veraz y libre sea tan necesario como en la España de Sánchez, donde la inmensa mayoría de los profesionales de la información no trabajan para el pueblo ni para la verdad, sino para el gobierno, los distintos partidos políticos y otros muchos intereses, en su mayoría ocultos
Francisco Rubiales
Solo hay un poder tan fuerte o más que los gobiernos y estados: la opinión pública.
Esa opinión pública es el gran poder del siglo, más poderoso que Estados Unidos, China y Rusia juntas.
La única forma de derrotar a un gobierno corrupto de canallas es dominando la opinión pública y difundiendo con éxito sus bajezas y suciedades.
La gran batalla de este siglo XXI no se libra en las trincheras, ni con tanques, aviones y drones, sino en los medios de comunicación y las redes sociales. Quien gane esa batalla sobrevive y quien es derrotado pierde el poder.
La batalla definitiva es entre la información libre y crítica, por una parte, y la mentira y el engaño, por otra. De esa lucha dependen los gobiernos, especialmente las tiranías.
La gran periodista norteamericana Martha Gellhorn, repetía el que quizás sea el mejor consejo para todo periodista limpio y decente: “Nunca creas. Los gobiernos, a ninguno, ni una palabra de lo que digan y observa con desconfianza todo lo que hagan”.
Por eso, cuando veo a los periodistas comprados por los gobiernos mentir para beneficiar al poder, pienso que esos no son periodistas sino putas de la información, alcahuetas que sirven a unos amos corruptos y dañinos, abandonando su sagrado deber de servir a la ciudadanía con la verdad.
El periodista que quiera ser honrado y servir al pueblo con la verdad es un auténtico “héroe”, que tiene que enfrentarse a fuerzas imponentes que quieren aplastarlo porque la verdad es el gran riesgo de los canallas.
Tiene que enfrentarse al gobierno, a los partidos políticos, a las grandes instituciones y empresas, a las fuerzas de represión que sirven al poder, a sus colegas comprados, a sus editores, casi siempre mercenarios, y a toda una poderosa maquinaria de propaganda, pagada con dinero público, orientada a promover la mentira y el engaño.
Pero, a pesar de todo esa poderosa maquinaria corrupta y criminal, merece la pena y es un honor enfrentarse como periodista honrado a la peor chusma de la Tierra, la de los corruptos y sinvergüenzas que utilizan el poder para promover el mal y atiborrarse de dinero y todo tipo de privilegios y ventajas.
España es uno de los escenarios del mundo donde mejor puede analizarse la bajeza y la corrupción de un gobierno corrompido, que es hostil a la verdad y que odia el periodismo libre.
Pocos gobiernos del planeta gastan más dinero que el español en comprar periodistas y medios, ni existe otro país en el mundo tan dominado por la mentira, donde ser periodista veraz y libre sea tan necesario como en la España de Sánchez, donde la inmensa mayoría de los profesionales de la información no trabajan para el pueblo ni para la verdad, sino para el gobierno, los distintos partidos políticos y otros muchos intereses, en su mayoría ocultos
Francisco Rubiales
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