La victoria de Donald Trump señala el fin de una era, la del poder arrogante de los políticos, un poder que ha sembrado el mundo de injusticias, ventajas para los ricos, deterioro de la democracia, marginación de los ciudadanos, desamparo de los débiles, paraísos fiscales y guerras crueles no declaradas. Esa derrota de la clase política y del Establishment está casi consumada en esta madrugada del 9 de noviembre de 2016, después de una noche de sorpresas en la que el avance de los republicanos ha sorprendido por su fuerza y por conquistar estados que tradicionalmente votaban a los demócratas.
La tendencia mundial de votar en contra del poder establecido, que se plasmó en el Brexit, en la derrota de muchos gobiernos que parecían favoritos y en el referendum de Colombia sobre la paz con la guerrilla, también se ha hecho presente en Estados Unidos disparando el voto contra la corrupción y el abuso de poder que crecen en la política oficial de Washington.
Dicen los expertos que han sido los blancos sin estudios los que han sustentado el avance espectacular de Trump, pero no es cierto porque también le han votado las víctimas de la crisis, los marginados, los rebeldes y los descontentos, entre los que abundan las mujeres, los negros y los hispanos, tres grupos que, en teoría iban a apoyar masivamente a Hillary Clinton.
El gran acierto de Trump ha sido convertirse en el enemigo del odiado establishment, generando así una poderosa corriente de apoyo que le ha llevado en volandas hasta la Casa Blanca.
Los ricos llevan demasiado tiempo ganando posiciones y paseandose por la Historia de victoria en victoria. La política oficial les ha permitido que acumulen cada vez mas dinero y poder, que paguen menos impuestos y que escondan sus riquezas en paraisos fiscales. Los marginados, descontentos con esa política injusta, practicada por la derecha y la izquierda en todo el mundo, han apostado por la "antipolítica", se han rebelado y quieren cambiar las reglas del juego, rescatando la ética, la democracia y la decencia.
La poderosa propaganda del sistema, la condena de las izquierdas, que han demonizado al candidato Trump, y el boicot de los grandes medios de comunicación no han sido capaces de frenar el avance de un Donald Trump que ha ganado votos contra pronóstico, contra las encuestas y de manera inimaginable, aupado por el pueblo y luchando también contra el aparato de su propio partido Republicano.
El apoyo masivo a Trump representa un mensaje serio lanzado al mundo corrompido e injusto que han construido los políticos, un mundo impresentable y dominado por la desigualdad, la guerra inmisericorde, la injusticia y un poder abusivo que vive envuelto en un brillo y unos privilegios que no merece y que los ciudadanos no están dispuestos a seguir soportando.
La venganza del ciudadano en las urnas se está convirtiendo en un tsunami destinado a parar los pies a los políticos.
Si alguno considera Trump como el gran líder que los Estados Unidos y el mundo necesitan, se equivoca. Trump es un candidato con muchas carencias y nunca un líder capaz de pilotar la nueva era. Su gran mérito ha sido alzarse contra ese sistema odiado por medio mundo, del que su oponente, Hillary, era un símbolo. Sus votantes han votado contra el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la injusticia, el asesinato de las democracias y contra la inmensa ola de corrupción y abuso de poder que ha inundado los palacios del poder. Él era sólo el instrumento que los electores han utilizado para provocar un cambio de dirección en el poder mundial.
Francisco Rubiales
La tendencia mundial de votar en contra del poder establecido, que se plasmó en el Brexit, en la derrota de muchos gobiernos que parecían favoritos y en el referendum de Colombia sobre la paz con la guerrilla, también se ha hecho presente en Estados Unidos disparando el voto contra la corrupción y el abuso de poder que crecen en la política oficial de Washington.
Dicen los expertos que han sido los blancos sin estudios los que han sustentado el avance espectacular de Trump, pero no es cierto porque también le han votado las víctimas de la crisis, los marginados, los rebeldes y los descontentos, entre los que abundan las mujeres, los negros y los hispanos, tres grupos que, en teoría iban a apoyar masivamente a Hillary Clinton.
El gran acierto de Trump ha sido convertirse en el enemigo del odiado establishment, generando así una poderosa corriente de apoyo que le ha llevado en volandas hasta la Casa Blanca.
Los ricos llevan demasiado tiempo ganando posiciones y paseandose por la Historia de victoria en victoria. La política oficial les ha permitido que acumulen cada vez mas dinero y poder, que paguen menos impuestos y que escondan sus riquezas en paraisos fiscales. Los marginados, descontentos con esa política injusta, practicada por la derecha y la izquierda en todo el mundo, han apostado por la "antipolítica", se han rebelado y quieren cambiar las reglas del juego, rescatando la ética, la democracia y la decencia.
La poderosa propaganda del sistema, la condena de las izquierdas, que han demonizado al candidato Trump, y el boicot de los grandes medios de comunicación no han sido capaces de frenar el avance de un Donald Trump que ha ganado votos contra pronóstico, contra las encuestas y de manera inimaginable, aupado por el pueblo y luchando también contra el aparato de su propio partido Republicano.
El apoyo masivo a Trump representa un mensaje serio lanzado al mundo corrompido e injusto que han construido los políticos, un mundo impresentable y dominado por la desigualdad, la guerra inmisericorde, la injusticia y un poder abusivo que vive envuelto en un brillo y unos privilegios que no merece y que los ciudadanos no están dispuestos a seguir soportando.
La venganza del ciudadano en las urnas se está convirtiendo en un tsunami destinado a parar los pies a los políticos.
Si alguno considera Trump como el gran líder que los Estados Unidos y el mundo necesitan, se equivoca. Trump es un candidato con muchas carencias y nunca un líder capaz de pilotar la nueva era. Su gran mérito ha sido alzarse contra ese sistema odiado por medio mundo, del que su oponente, Hillary, era un símbolo. Sus votantes han votado contra el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la injusticia, el asesinato de las democracias y contra la inmensa ola de corrupción y abuso de poder que ha inundado los palacios del poder. Él era sólo el instrumento que los electores han utilizado para provocar un cambio de dirección en el poder mundial.
Francisco Rubiales
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