Sánchez intenta aplastar a la UCO y el Rey no sale a defenderla. Sánchez indulta a delincuentes, pero el Rey no hace ni dice nada. Sánchez rompe la igualdad constitucional y beneficia a los catalanes y vascos, fomentando el poder del separatismo, pero el Rey no hace ni dice nada. Sánchez otorga un poder decisivo a un prófugo como Puigdemont, únicamente porque necesita sus votos para seguir en el Gobierno, pero el Rey no hace ni dice nada. Sánchez despilfarra a manos llenas y ha incrementado la deuda española, en 7 años, en 550.000 millones de euros, pero el Rey no hace ni dice nada.
Sánchez asalta la Justicia independiente, acosa a los jueces limpios, ha incrementado los impuestos casi un centenar de veces, permite que España sea invadida por inmigrantes sin controlar, entre los que hay muchos delincuentes agresivos, pero el Rey no hace ni dice nada. Sánchez logra que España se enfrente a Estados Unidos, Israel y Argentina, al mismo tiempo que pierde prestigio y peso en los grandes foros internacionales, pero el Rey no hace ni dice nada.
Hay decenas de afrentas, quizás centenares, de Sánchez a la patria, desde someterse vergonzosamente a Marruecos y comprar medios de comunicación a instaurar la mentira como política de Estado y mantener ejércitos de asesores y comunicadores comprados para tergiversar la verdad, sin olvidar el deterioro de los servicios básicos, como la salud y la educación, además de propiciar el fracaso más rotundo de la política de vivienda, que impide que los jóvenes puedan formar familias.
Silencio constante del monarca ante el profundo deterioro de España, ante la toma por el gobierno de la Fiscalía General del Estado, el Banco de España, la Abogacía del Estado, el Tribunal Constitución, RTVE y otros muchos espacios, instituciones y empresas que la democracia exige que sean independientes y libres.
Nada que decir ante las carencias de las administraciones en la DANA destructora de Valencia, ni ante el reciente apagón que conmovió al mundo, ni ante el descontento de un pueblo que pita y abuchea al presidente en las calles, ni ante las mareas de corrupción y abuso de poder que conmueven la democracia española, ni ante el profundo divorcio entre los ciudadanos y los políticos, ni ante la terrible decadencia que embarga a España.
Mucha gente se pregunta: ¿Para qué necesitamos un Rey si sólo sirve como florero?
Los defensores del monarca afirman que el Rey no puede hacer otra cosa, según la Constitución, que lo que le mande el gobierno, pero eso no es cierto. El Rey es, según la Constitución, Jefe del Estado, además de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, y está obligado a defender la patria cuando esté en peligro, utilizando cualquier recurso, desde la opinión a la influencia y hasta la intervención directa, si fuera necesario.
Millones de españoles vuelven los ojos hacia el Monarca en espera de un gesto, una opinión contundente o una decisión ejemplarizante que frene el deterioro de la nación y el abuso de los corruptos atrincherados en el Estado.
Los corruptos en el poder generan inseguridad, odio y miedo y el Rey guarda silencio. Avanzan hacia la tiranía y el Rey sigue en la oscuridad. Avanzan hacia el control de todos los resquicios del poder y el rey sigue oculto. Abusan del intervencionismo y el Rey no está. Quieren acabar con el poder judicial y con la UCO de la Guardia Civil y el Rey está desaparecido.
Esa ausencia del monarca y su silencio ante el avance del mal es incomprensible y escandaloso y justifica con creces que la Monarquía Española, identificada con la democracia y cargada de prestigio y adhesiones tras la muerte de Franco, este hoy en profundo y triste declive.
Francisco Rubiales
Sánchez asalta la Justicia independiente, acosa a los jueces limpios, ha incrementado los impuestos casi un centenar de veces, permite que España sea invadida por inmigrantes sin controlar, entre los que hay muchos delincuentes agresivos, pero el Rey no hace ni dice nada. Sánchez logra que España se enfrente a Estados Unidos, Israel y Argentina, al mismo tiempo que pierde prestigio y peso en los grandes foros internacionales, pero el Rey no hace ni dice nada.
Hay decenas de afrentas, quizás centenares, de Sánchez a la patria, desde someterse vergonzosamente a Marruecos y comprar medios de comunicación a instaurar la mentira como política de Estado y mantener ejércitos de asesores y comunicadores comprados para tergiversar la verdad, sin olvidar el deterioro de los servicios básicos, como la salud y la educación, además de propiciar el fracaso más rotundo de la política de vivienda, que impide que los jóvenes puedan formar familias.
Silencio constante del monarca ante el profundo deterioro de España, ante la toma por el gobierno de la Fiscalía General del Estado, el Banco de España, la Abogacía del Estado, el Tribunal Constitución, RTVE y otros muchos espacios, instituciones y empresas que la democracia exige que sean independientes y libres.
Nada que decir ante las carencias de las administraciones en la DANA destructora de Valencia, ni ante el reciente apagón que conmovió al mundo, ni ante el descontento de un pueblo que pita y abuchea al presidente en las calles, ni ante las mareas de corrupción y abuso de poder que conmueven la democracia española, ni ante el profundo divorcio entre los ciudadanos y los políticos, ni ante la terrible decadencia que embarga a España.
Mucha gente se pregunta: ¿Para qué necesitamos un Rey si sólo sirve como florero?
Los defensores del monarca afirman que el Rey no puede hacer otra cosa, según la Constitución, que lo que le mande el gobierno, pero eso no es cierto. El Rey es, según la Constitución, Jefe del Estado, además de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, y está obligado a defender la patria cuando esté en peligro, utilizando cualquier recurso, desde la opinión a la influencia y hasta la intervención directa, si fuera necesario.
Millones de españoles vuelven los ojos hacia el Monarca en espera de un gesto, una opinión contundente o una decisión ejemplarizante que frene el deterioro de la nación y el abuso de los corruptos atrincherados en el Estado.
Los corruptos en el poder generan inseguridad, odio y miedo y el Rey guarda silencio. Avanzan hacia la tiranía y el Rey sigue en la oscuridad. Avanzan hacia el control de todos los resquicios del poder y el rey sigue oculto. Abusan del intervencionismo y el Rey no está. Quieren acabar con el poder judicial y con la UCO de la Guardia Civil y el Rey está desaparecido.
Esa ausencia del monarca y su silencio ante el avance del mal es incomprensible y escandaloso y justifica con creces que la Monarquía Española, identificada con la democracia y cargada de prestigio y adhesiones tras la muerte de Franco, este hoy en profundo y triste declive.
Francisco Rubiales
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