El agonizante gobierno socialista, ante la agudeza de la crisis económica, se dispone a decretar una nueva subida general de impuestos, todo un mazazo para los ya expoliados y empobrecidos contribuyentes españoles, indignados por la mala gestión y el abuso de poder de unos dirigentes políticos que, tras haber arruinado a la nación, se niegan a suprimir sus lujos, privilegios y despilfarros, prefiriendo esquilmar al pueblo, metiéndole la mano en la cartera.
La nueva subida de impuestos en España es tan inmoral, indecente y antidemocrática que los ciudadanos deberían boicotearla. No es justo, ni decente, ni ético subir los impuestos cuando los políticos no han renunciado a sus privilegios y altos sueldos y pensiones, cuando ni siquiera han sometido al irracional Estado que ellos han engordado al severo plan de adelgazamiento que todos los expertos le aconsejan, cuando no han cerrado o privatizado las costosas televisiones autonómicas, que solo sirven para derramar incienso sobre los políticos regionales, cuando no han clausurado las miles de empresas e instituciones públicas que no sirven para nada, ni expulsado a los cientos de miles de familiares y amigos del poder, colocados a cargo del erario público, sin que aporten nada a la sociedad ni al bien común.
Una vez realizadas esas medidas de austeridad y racionalidad que todos demandan, entonces, sólo entonces, podrían plantearse nuevas subidas de impuestos. Hacerlo antes es explotar más a una ciudadanía que está indefensa ante los desmanes de la casta política española, autoprotegida por grandes dosis de impunidad, la inmunidad y abuso institucionalizado.
Pero existe otra razón de gran peso político y moral para rechazar la nueva subida de impuestos que se va a imponer a los españoles: los ciudadanos no confían que el actual gobierno, implicado en muchos casos de abuso de poder, despilfarro y mal uso del dinero público, utilice honradamente esos ingresos. Muchos nos tememos que, en lugar de que la recaudación de los impuestos sirva para financiar políticas sociales necesarias o para apuntalar necesidades tan fundamentales como la salud y la educación, sirva para enriquecer a alguno de esos miles de políticos españoles que no pueden justificar su patrimonio o para financiar políticas absurdas y exóticas, por orden de algún ministerio, como el estímulo clitoriano de las lesbianas de Kenia, a través de la lenteja juguetona, o la cohesión de los colectivos de gays y lesbianas en Zimbawue.
Los españoles ya no se fían de sus políticos, sobre todo después de haber comprobado que el mal gobierno y el abuso de poder han llevado el país hasta la ruina y que la clase política ha destruido las cajas de ahorros, la prosperidad, una parte importante del tejido productivo, la esperanza y la alegría de los ciudadanos. Entregar el fruto del ahorro y del esfuerxzo a estos ineptos quizás sea más de lo que un pueblo decente debería admitir.
Si en España se realizara una encuesta sobre el pago de impuestos, descubriríamos sorpresas terribles, entre ellas que la gente paga por miedo, no por solidaridad, y que la inmensa mayoría cree que sus dineros son utilizados mafiosa e inmoralmente por unos gobiernos que han perdido la confianza de los ciudadanos y a los que ya rechazan y desprecian abiertamente.
La nueva subida de impuestos en España es tan inmoral, indecente y antidemocrática que los ciudadanos deberían boicotearla. No es justo, ni decente, ni ético subir los impuestos cuando los políticos no han renunciado a sus privilegios y altos sueldos y pensiones, cuando ni siquiera han sometido al irracional Estado que ellos han engordado al severo plan de adelgazamiento que todos los expertos le aconsejan, cuando no han cerrado o privatizado las costosas televisiones autonómicas, que solo sirven para derramar incienso sobre los políticos regionales, cuando no han clausurado las miles de empresas e instituciones públicas que no sirven para nada, ni expulsado a los cientos de miles de familiares y amigos del poder, colocados a cargo del erario público, sin que aporten nada a la sociedad ni al bien común.
Una vez realizadas esas medidas de austeridad y racionalidad que todos demandan, entonces, sólo entonces, podrían plantearse nuevas subidas de impuestos. Hacerlo antes es explotar más a una ciudadanía que está indefensa ante los desmanes de la casta política española, autoprotegida por grandes dosis de impunidad, la inmunidad y abuso institucionalizado.
Pero existe otra razón de gran peso político y moral para rechazar la nueva subida de impuestos que se va a imponer a los españoles: los ciudadanos no confían que el actual gobierno, implicado en muchos casos de abuso de poder, despilfarro y mal uso del dinero público, utilice honradamente esos ingresos. Muchos nos tememos que, en lugar de que la recaudación de los impuestos sirva para financiar políticas sociales necesarias o para apuntalar necesidades tan fundamentales como la salud y la educación, sirva para enriquecer a alguno de esos miles de políticos españoles que no pueden justificar su patrimonio o para financiar políticas absurdas y exóticas, por orden de algún ministerio, como el estímulo clitoriano de las lesbianas de Kenia, a través de la lenteja juguetona, o la cohesión de los colectivos de gays y lesbianas en Zimbawue.
Los españoles ya no se fían de sus políticos, sobre todo después de haber comprobado que el mal gobierno y el abuso de poder han llevado el país hasta la ruina y que la clase política ha destruido las cajas de ahorros, la prosperidad, una parte importante del tejido productivo, la esperanza y la alegría de los ciudadanos. Entregar el fruto del ahorro y del esfuerxzo a estos ineptos quizás sea más de lo que un pueblo decente debería admitir.
Si en España se realizara una encuesta sobre el pago de impuestos, descubriríamos sorpresas terribles, entre ellas que la gente paga por miedo, no por solidaridad, y que la inmensa mayoría cree que sus dineros son utilizados mafiosa e inmoralmente por unos gobiernos que han perdido la confianza de los ciudadanos y a los que ya rechazan y desprecian abiertamente.
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