No se puede caer mas bajo de lo que cayeron ayer Pedro Sánchez y su gobierno al someterse a los caprichos y exigencias del golpismo nazi catalán, admitir la existencia de un "conflicto" entre España y Cataluña y no mencionar siquiera la Constitución en el comunicado conjunto. Todo fue bochornoso e indigno en el encuentro entre los dos "gobiernos", una escenificación en la que el nacionalismo catalán impuso las condiciones y Sánchez, representando a España de manera oprobiosa, se sometió y perdió los papeles y la dignidad, todo a cambio de seguir mas tiempo en la Moncloa.
En el futuro, haber formado parte del gobierno de Sánchez será motivo de vergüenza para los que fueron ministros y para sus familias. No se entiende qué hacen en esos sillones ministeriales personas que tuvieron un día cierto prestigio y respeto, como Borrel, Grande Marlaska, Luis Planas o Pedro Duque.
Si los españoles tuviéramos dignidad, borraríamos del mapa político de España al PSOE en las próximas elecciones.
Ese partido, según demuestra la Historia, no deja de ser fuente de ignominia. Ya provocó la Guerra Civil de 1936 y ahora, con la cobardía y la ambición descontrolada de Sánchez, puede llevarnos de nuevo a la sangre.
Algunos dirán que los detalles no son importantes y que lo que de verdad importa es el contenido del encuentro, pero eso no es cierto porque el encuentro de ayer no se salva ni por los contenidos ni por los detalles. El contenido fue cobarde y humillante para España, mientras las formas fueron vergonzosas y constituyeron toda una victoria para los golpistas catalanes que destilan odio a España. Cuando quien representa al Estado se comporta así, su país está en peligro.
El diario "El Mundo" titula con acierto "Sánchez se rinde ante Torra y promete "una respuesta democrática" a Cataluña sin citar la Constitución". En la mayoría de los grandes medios españoles se proyecta la sensación de que el gobierno catalán impuso sus condiciones y fue el vencedor en una minicumbre vergonzosa, que más bien parecía una reunión entre dos jefes de Estado iguales en poder y rango.
La admisión por parte de España de la existencia de un "conflicto" representa, en términos políticos y diplomaticos universalmente aceptados, que existe un peligro grave de confrontación entre dos soberanías. Entre Francia y cualquiera de su regiones o entre Alemania y uno de sus landers nunca puede existir un conflicto y cualquier diferencia que exista solo sería un "problema" o simples "diferencias".
Pero Sánchez y sus ministros no se sabe si son más torpes que catetos o más cobardes que miserables. Admitir que existe un "conflicto" entre España y Cataluña es humillar a España, rebajarla a niveles en los que nunca estuvo antes, desde hace siglos y "elevar" el problema catalán al máximo rango. Y lo peor de todo es que Moncloa tal vez ni se ha dado cuenta del alcance de su "cesión" ante el independentismo anticonstitucional catalán.
Un día para jamás olvidarlo y para guardarlo con cuidado en la memoria con el fin de vengarnos cuando los ciudadanos podamos ejercer el único poder que los políticos nos han dejado, el del voto en las urnas.
Francisco Rubiales
En el futuro, haber formado parte del gobierno de Sánchez será motivo de vergüenza para los que fueron ministros y para sus familias. No se entiende qué hacen en esos sillones ministeriales personas que tuvieron un día cierto prestigio y respeto, como Borrel, Grande Marlaska, Luis Planas o Pedro Duque.
Si los españoles tuviéramos dignidad, borraríamos del mapa político de España al PSOE en las próximas elecciones.
Ese partido, según demuestra la Historia, no deja de ser fuente de ignominia. Ya provocó la Guerra Civil de 1936 y ahora, con la cobardía y la ambición descontrolada de Sánchez, puede llevarnos de nuevo a la sangre.
Algunos dirán que los detalles no son importantes y que lo que de verdad importa es el contenido del encuentro, pero eso no es cierto porque el encuentro de ayer no se salva ni por los contenidos ni por los detalles. El contenido fue cobarde y humillante para España, mientras las formas fueron vergonzosas y constituyeron toda una victoria para los golpistas catalanes que destilan odio a España. Cuando quien representa al Estado se comporta así, su país está en peligro.
El diario "El Mundo" titula con acierto "Sánchez se rinde ante Torra y promete "una respuesta democrática" a Cataluña sin citar la Constitución". En la mayoría de los grandes medios españoles se proyecta la sensación de que el gobierno catalán impuso sus condiciones y fue el vencedor en una minicumbre vergonzosa, que más bien parecía una reunión entre dos jefes de Estado iguales en poder y rango.
La admisión por parte de España de la existencia de un "conflicto" representa, en términos políticos y diplomaticos universalmente aceptados, que existe un peligro grave de confrontación entre dos soberanías. Entre Francia y cualquiera de su regiones o entre Alemania y uno de sus landers nunca puede existir un conflicto y cualquier diferencia que exista solo sería un "problema" o simples "diferencias".
Pero Sánchez y sus ministros no se sabe si son más torpes que catetos o más cobardes que miserables. Admitir que existe un "conflicto" entre España y Cataluña es humillar a España, rebajarla a niveles en los que nunca estuvo antes, desde hace siglos y "elevar" el problema catalán al máximo rango. Y lo peor de todo es que Moncloa tal vez ni se ha dado cuenta del alcance de su "cesión" ante el independentismo anticonstitucional catalán.
Un día para jamás olvidarlo y para guardarlo con cuidado en la memoria con el fin de vengarnos cuando los ciudadanos podamos ejercer el único poder que los políticos nos han dejado, el del voto en las urnas.
Francisco Rubiales
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