A los humanos se les dice que viven en democracia y que la voluntad del pueblo lo decide todo, pero es mentira porque quienes realmente deciden son las élites que gobiernan, ya sea las que ocupan puestos en los gobiernos o las que controlan el timón desde las sombras.
La existencia de un grupo poco visible y nada permeable al que algunos llaman “establishment”, que toma las grandes decisiones y marca el rumbo del mundo, es cada día más evidente. Son los pocos que tienen el verdadero poder, personas que no han sido elegidas en las urnas y que no tienen responsabilidades públicas o legales, pero que manejan los hilos. Sus grandes atributos son la riqueza y la influencia, pero no todos los que tienen riqueza e influencia forman parte de la élite. Se trata de un club muy exclusivo, que ejerce el poder porque tiene resortes antiguos y de probada eficacia para controlar el mundo.
Sin embargo, aunque esos poderes intangibles funcionen desde las sombras. nuestro deber como ciudadanos y demócratas es vigilar y controlar a los poderes visibles, a los que dicen representarnos y a los que hemos elegido como gobernantes.
Creer en la conspiración permanente es más fácil y simple que creer en la verdad visible. El mundo no está regido por la banca judía, ni por alienígenas grises, por seres horribles que nos controlan desde otra dimensión o por organizaciones secretas oscuras. El mundo es simplemente caótico y los responsables de la injusticia y de las desgracias humanas no son otros que los políticos que nos gobiernan.
Ellos mismos alimentan la creencia de que existen otros poderes en la sombra, pero eso puede ser una cortina de humo para esconder el inmenso escándalo que constituye su balance como gobernantes. De hecho, después de siglos de dominio y de privilegios, las clases dirigentes del planeta apenas han logrado avances reales y el mundo que ellos han construido desde el poder es demasiado injusto, indecente, desigual y falso. Ellos son, en realidad, fracasados que no pagan su fracaso, políticos con dosis inadmisibles de impunidad, que no rinden cuentas a sus administrados y que se han rodeado de privilegios y ventajas inadmisibles y opresoras.
Sin embargo, también es verdad que los ricos y los poderosos llevan milenios intentando sojuzgar a la Humanidad y domesticar el caos, sin lograrlo nunca con plenitud. Pero en las últimas décadas, han conseguido avances sorprendentes, gracias a que están coordinando sus fuerzas, a que cuentan con tecnologías que facilitan el control y a que han reclutado a legiones de colaboradores y cómplices, entre ellos a muchos periodistas, para que les ayuden como "escuderos".
La imagen de un poder mundial misterioso que funciona en un laberinto inexplorado de influencias y poder crece cada día más y su existencia es cada día más patente. La imagen de un mundo en el que los que toman las grandes decisiones jamás dan la cara gana credibilidad y explica muchas de las incógnitas y misterios que nos rodean, sobre todo el increíble y creciente divorcio entre los que mandan y los que obedecen, entre dirigentes y ciudadanos. La sensación de que los políticos se han rebelado y han dejado de respetar a los ciudadanos, a los que el sistema, hipócritamente, considera como los "soberanos", es cada día más sólida y creíble.
Lo que es evidente es que el actual siglo XXI será un siglo dominado por la confusión y la escasez de verdad, en el que los ciudadanos ignorarán demasiadas cosas que los poderosos si conocen. La mentira está siendo entronizada, revestida de "post verdad" y ya domina la política y el estilo de gobierno, mientras la verdad, que ha sido la base de la existencia humana hasta el presente, está siendo masacrada por el poder.
Francisco Rubiales
La existencia de un grupo poco visible y nada permeable al que algunos llaman “establishment”, que toma las grandes decisiones y marca el rumbo del mundo, es cada día más evidente. Son los pocos que tienen el verdadero poder, personas que no han sido elegidas en las urnas y que no tienen responsabilidades públicas o legales, pero que manejan los hilos. Sus grandes atributos son la riqueza y la influencia, pero no todos los que tienen riqueza e influencia forman parte de la élite. Se trata de un club muy exclusivo, que ejerce el poder porque tiene resortes antiguos y de probada eficacia para controlar el mundo.
Sin embargo, aunque esos poderes intangibles funcionen desde las sombras. nuestro deber como ciudadanos y demócratas es vigilar y controlar a los poderes visibles, a los que dicen representarnos y a los que hemos elegido como gobernantes.
Creer en la conspiración permanente es más fácil y simple que creer en la verdad visible. El mundo no está regido por la banca judía, ni por alienígenas grises, por seres horribles que nos controlan desde otra dimensión o por organizaciones secretas oscuras. El mundo es simplemente caótico y los responsables de la injusticia y de las desgracias humanas no son otros que los políticos que nos gobiernan.
Ellos mismos alimentan la creencia de que existen otros poderes en la sombra, pero eso puede ser una cortina de humo para esconder el inmenso escándalo que constituye su balance como gobernantes. De hecho, después de siglos de dominio y de privilegios, las clases dirigentes del planeta apenas han logrado avances reales y el mundo que ellos han construido desde el poder es demasiado injusto, indecente, desigual y falso. Ellos son, en realidad, fracasados que no pagan su fracaso, políticos con dosis inadmisibles de impunidad, que no rinden cuentas a sus administrados y que se han rodeado de privilegios y ventajas inadmisibles y opresoras.
Sin embargo, también es verdad que los ricos y los poderosos llevan milenios intentando sojuzgar a la Humanidad y domesticar el caos, sin lograrlo nunca con plenitud. Pero en las últimas décadas, han conseguido avances sorprendentes, gracias a que están coordinando sus fuerzas, a que cuentan con tecnologías que facilitan el control y a que han reclutado a legiones de colaboradores y cómplices, entre ellos a muchos periodistas, para que les ayuden como "escuderos".
La imagen de un poder mundial misterioso que funciona en un laberinto inexplorado de influencias y poder crece cada día más y su existencia es cada día más patente. La imagen de un mundo en el que los que toman las grandes decisiones jamás dan la cara gana credibilidad y explica muchas de las incógnitas y misterios que nos rodean, sobre todo el increíble y creciente divorcio entre los que mandan y los que obedecen, entre dirigentes y ciudadanos. La sensación de que los políticos se han rebelado y han dejado de respetar a los ciudadanos, a los que el sistema, hipócritamente, considera como los "soberanos", es cada día más sólida y creíble.
Lo que es evidente es que el actual siglo XXI será un siglo dominado por la confusión y la escasez de verdad, en el que los ciudadanos ignorarán demasiadas cosas que los poderosos si conocen. La mentira está siendo entronizada, revestida de "post verdad" y ya domina la política y el estilo de gobierno, mientras la verdad, que ha sido la base de la existencia humana hasta el presente, está siendo masacrada por el poder.
Francisco Rubiales
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