ciudadanos borregos
Los últimos recortes y subidas de impuestos que hoy aprobará el gobierno destruyen todavía más la economía española y tendrán como efecto inmediato el crecimiento del desempleo y la pobreza, el incremento del dolor, el cierre de miles de empresas y miles de nuevos desesperados engrosando el inmenso ejército de las víctimas de la clase política de España, probablemente una de las peores, más ineptas e injustas de todo el planeta.
Todas las medidas adoptadas, desde la brutal subida del IVA a la supresión de la paga de Navidad para funcionarios y de las ayudas fiscales para adquirir viviendas, han sido ideadas para fortalecer el Estado y salvar las instituciones del poder, sedientas de dinero, pero no para ayudar a los ciudadanos, a los que hace más pobres, infelices y desesperados.
Nuestros políticos son tan rastreros que puestos a elegir entre el ser humano y el Estado optan por el Estado, lo que constituye una aberración política, moral y cultural.
Los políticos españoles creen que lo principal es el Estado. olvidando que el Estado es sólo un instrumento al servicio del individuo y de la sociedad. Porque a ellos, expertos en ordeñar al Estado con maestría, les conviene, anteponen el instrumento al ciudadano, a pesar de que la democracia defina al ciudadanos como soberano, dueño y señor del sistema. La verdad descarnada es que todo esto ocurre porque los políticos, realizando una de las fechorías más indignantes de la Historia humana, se han apoderado de la empresa común de todos, que es el Estado, y no sólo le han arrebatado la propiedad a sus dueños, los ciudadanos, sino que los han sometido y esclavizado, obligándoles a financiar con sus impuestos sus privilegios y ventajas, claramente ilícitas y cargadas de indecencia.
Cerrarán salas de cine y empresas de todo tipo, como consecuencia de que el IVA casi se ha triplicado en muchos servicios básicos, pero a ellos parece no importarles.
Quieren recaudar más, como sea, para que el Estado pueda seguir pagando el sueldo mensual a los casi 500.000 políticos con carné de partido colocados en las instituciones y empresas públicas y para seguir utilizando sus televisiones ruinosas, piezas claves de sus aparatos de propaganda y sometimiento, pero se van a llevar una terrible sorpresa porque no van a recaudar más, a pesar de las brutales subidas. El ciudadano va a reaccionar consumiendo menos, no sólo por miedo a la crisis y porque cada día es más pobre, sino porque ha descubierto que consumir menos es una forma efectiva de resistencia contra el abuso de poder y el comportamiento injusto de los poderosos, que hacen pagar el grueso de la factura a los más débiles, destrozando el tejido productivo y aplastando a las clases medias, profesionales y trabajadoras.
La crisis está causando un inmenso dolor en la población, pero también está consiguiendo que los ciudadanos abran los ojos y descubran grandes verdades que antes permanecían ocultas, bajo el manto del despilfarro y la abundancia. Ahora saben, por ejemplo, que la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos y también que el principal obstáculo que separa a España de su resurgimiento y grandeza son los partidos políticos, sean del color que sean, incapaces de anteponer el bien común a sus intereses mezquinos, transformados en máquinas de destruir la patria, la prosperidad y la convivencia. Pero lo que han aprendido mejor y grabado a fuego en sus almas es que el mundo no se divide, como los políticos decían, en derechas e izquierdas, ni siquiera en demócratas y totalitarios, sino en amos y esclavos, en explotadores y explotados, en pueblo y élite, en aquellos que mandan, esquilman y disfrutan y aquellos otros que obedecen sin poder elevar su voz de protesta y son conducidos hasta la tristeza, el dolor y la angustia. En un bando están los políticos y sus grandes aliados con dinero abundante y privilegios, mientras en el otro están los sometidos, cada día con menos derechos reales, cada día más esclavos y menos ciudadanos, privados de vivir en sociedades libres y con derechos.
Esas son las grandes verdades que la crisis está revelando con una crudeza infinita. Aprendamos pronto y asumamos que los que nos gobiernan están al otro lado de la línea roja, en el bando contrario, nunca a nuestro lado.
Todas las medidas adoptadas, desde la brutal subida del IVA a la supresión de la paga de Navidad para funcionarios y de las ayudas fiscales para adquirir viviendas, han sido ideadas para fortalecer el Estado y salvar las instituciones del poder, sedientas de dinero, pero no para ayudar a los ciudadanos, a los que hace más pobres, infelices y desesperados.
Nuestros políticos son tan rastreros que puestos a elegir entre el ser humano y el Estado optan por el Estado, lo que constituye una aberración política, moral y cultural.
Los políticos españoles creen que lo principal es el Estado. olvidando que el Estado es sólo un instrumento al servicio del individuo y de la sociedad. Porque a ellos, expertos en ordeñar al Estado con maestría, les conviene, anteponen el instrumento al ciudadano, a pesar de que la democracia defina al ciudadanos como soberano, dueño y señor del sistema. La verdad descarnada es que todo esto ocurre porque los políticos, realizando una de las fechorías más indignantes de la Historia humana, se han apoderado de la empresa común de todos, que es el Estado, y no sólo le han arrebatado la propiedad a sus dueños, los ciudadanos, sino que los han sometido y esclavizado, obligándoles a financiar con sus impuestos sus privilegios y ventajas, claramente ilícitas y cargadas de indecencia.
Cerrarán salas de cine y empresas de todo tipo, como consecuencia de que el IVA casi se ha triplicado en muchos servicios básicos, pero a ellos parece no importarles.
Quieren recaudar más, como sea, para que el Estado pueda seguir pagando el sueldo mensual a los casi 500.000 políticos con carné de partido colocados en las instituciones y empresas públicas y para seguir utilizando sus televisiones ruinosas, piezas claves de sus aparatos de propaganda y sometimiento, pero se van a llevar una terrible sorpresa porque no van a recaudar más, a pesar de las brutales subidas. El ciudadano va a reaccionar consumiendo menos, no sólo por miedo a la crisis y porque cada día es más pobre, sino porque ha descubierto que consumir menos es una forma efectiva de resistencia contra el abuso de poder y el comportamiento injusto de los poderosos, que hacen pagar el grueso de la factura a los más débiles, destrozando el tejido productivo y aplastando a las clases medias, profesionales y trabajadoras.
La crisis está causando un inmenso dolor en la población, pero también está consiguiendo que los ciudadanos abran los ojos y descubran grandes verdades que antes permanecían ocultas, bajo el manto del despilfarro y la abundancia. Ahora saben, por ejemplo, que la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos y también que el principal obstáculo que separa a España de su resurgimiento y grandeza son los partidos políticos, sean del color que sean, incapaces de anteponer el bien común a sus intereses mezquinos, transformados en máquinas de destruir la patria, la prosperidad y la convivencia. Pero lo que han aprendido mejor y grabado a fuego en sus almas es que el mundo no se divide, como los políticos decían, en derechas e izquierdas, ni siquiera en demócratas y totalitarios, sino en amos y esclavos, en explotadores y explotados, en pueblo y élite, en aquellos que mandan, esquilman y disfrutan y aquellos otros que obedecen sin poder elevar su voz de protesta y son conducidos hasta la tristeza, el dolor y la angustia. En un bando están los políticos y sus grandes aliados con dinero abundante y privilegios, mientras en el otro están los sometidos, cada día con menos derechos reales, cada día más esclavos y menos ciudadanos, privados de vivir en sociedades libres y con derechos.
Esas son las grandes verdades que la crisis está revelando con una crudeza infinita. Aprendamos pronto y asumamos que los que nos gobiernan están al otro lado de la línea roja, en el bando contrario, nunca a nuestro lado.
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