El PSOE de Andalucía ha ganado las elecciones de manera indiscutible. Ha perdido mas de cien mil votos, pero ha mantenido los 47 escaños que tenía, lo que significa que ha resistido con éxito la irrupción de los emergentes Podemos y Ciudadanos. Los socialistas celebran sus resultados, pero los andaluces que querían un cambio hacia la democracia y la decencia están llorando hoy tras comprobar que el pueblo, con sus votos, ha dado apoyo a la corrupción y al atraso endémico andaluz.
En número de votos, el resultado socialista no es tan excelente: pierde casi 120.000 votos, cuatro puntos, lo que representa el porcentaje de apoyo más bajo del PSOE en unas elecciones autonómicas andaluzas.
El gran batacazo ha sido del Partido Popular, su principal rival, que se desploma perdiendo 14 puntos y 17 escaños y paga así la poca fuerza de su candidato y, sobre todo, el rechazo que Rajoy y su gobierno se han ganado en España.
Podemos ha conseguido 15 escaños, muchos menos de los que esperaba, confirmando su declive en la campaña electoral, mientras que Ciudadanos obtiene 9 escaños, un resultado notable para un partido que prácticamente se estrena como opción fuera de Cataluña.
La gran derrotada, junto con el PP, es Izquierda Unida, que baja de 12 a 5 diputados, todo un desastre que confirma una regla que en Andalucía siempre ha sido infalible: quien se alía con el PSOE en el gobierno es penalizado con dureza por los ciudadanos.
La principal lección de las elecciones andaluzas es muy triste y decepcionante: el clientelismo funciona y la democracia, cuando ha sido pervertida, deja de ser democracia para convertirse en una dictadura casi inamovible del partido gobernante, con casi nulas posibilidades de alternancia.
El PSOE ha ganado a pesar de que su mandato como gobierno ha estado jalonado de escandalos de corrupción estremecedores, entre ellos los dos mas grandes de la Historia moderna de España, el de los EREs y el de los cursos de formación.
Tampoco ha pagado el PSOE en las urnas andaluzas el hecho de que Andalucía, bajo un gobierno socialista que se acerca ya a las cuatro décadas continuadas, sea una de las regiones mas atrasadas de Europa, siempre en la cola por su desempleo, avance de la pobreza, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, desigualdad y otras muchas lacras que hacen de Andalucía una tierra a mitad de camino entre África y la Europa desarrollada.
La realidad, aunque dolorosa para los demócratas y los que soñaban con cambios y avances de Andalucía hacia una democracia de mas calidad y el fin de la corrupción, es que los caladeros de votos socialistas han resistido una vez mas y han otorgado de nuevo, con una fidelidad sorprendente, el poder al socialismo.
Los demócratas andaluces pueden decir hoy con razón que el pueblo ha votado a sus verdugos, pero la democracia tiene esos riesgos, sobre todo cuando está viciada y el poder no tiene pudor ni freno legal para utilizar el dinero público en crear tupidas redes de lealtades, amistades y complicidades que, cuando se abren las urnas, se traducen en votos.
En número de votos, el resultado socialista no es tan excelente: pierde casi 120.000 votos, cuatro puntos, lo que representa el porcentaje de apoyo más bajo del PSOE en unas elecciones autonómicas andaluzas.
El gran batacazo ha sido del Partido Popular, su principal rival, que se desploma perdiendo 14 puntos y 17 escaños y paga así la poca fuerza de su candidato y, sobre todo, el rechazo que Rajoy y su gobierno se han ganado en España.
Podemos ha conseguido 15 escaños, muchos menos de los que esperaba, confirmando su declive en la campaña electoral, mientras que Ciudadanos obtiene 9 escaños, un resultado notable para un partido que prácticamente se estrena como opción fuera de Cataluña.
La gran derrotada, junto con el PP, es Izquierda Unida, que baja de 12 a 5 diputados, todo un desastre que confirma una regla que en Andalucía siempre ha sido infalible: quien se alía con el PSOE en el gobierno es penalizado con dureza por los ciudadanos.
La principal lección de las elecciones andaluzas es muy triste y decepcionante: el clientelismo funciona y la democracia, cuando ha sido pervertida, deja de ser democracia para convertirse en una dictadura casi inamovible del partido gobernante, con casi nulas posibilidades de alternancia.
El PSOE ha ganado a pesar de que su mandato como gobierno ha estado jalonado de escandalos de corrupción estremecedores, entre ellos los dos mas grandes de la Historia moderna de España, el de los EREs y el de los cursos de formación.
Tampoco ha pagado el PSOE en las urnas andaluzas el hecho de que Andalucía, bajo un gobierno socialista que se acerca ya a las cuatro décadas continuadas, sea una de las regiones mas atrasadas de Europa, siempre en la cola por su desempleo, avance de la pobreza, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, desigualdad y otras muchas lacras que hacen de Andalucía una tierra a mitad de camino entre África y la Europa desarrollada.
La realidad, aunque dolorosa para los demócratas y los que soñaban con cambios y avances de Andalucía hacia una democracia de mas calidad y el fin de la corrupción, es que los caladeros de votos socialistas han resistido una vez mas y han otorgado de nuevo, con una fidelidad sorprendente, el poder al socialismo.
Los demócratas andaluces pueden decir hoy con razón que el pueblo ha votado a sus verdugos, pero la democracia tiene esos riesgos, sobre todo cuando está viciada y el poder no tiene pudor ni freno legal para utilizar el dinero público en crear tupidas redes de lealtades, amistades y complicidades que, cuando se abren las urnas, se traducen en votos.
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