Tras cinco intentonas fallidas de conquistar la Junta, Javier Arenas abandona y renuncia a volver a ser el candidato del PP en Andalucía. Algunos dicen que se mantendrá en un segundo plano, pero los que le conocen saben que eso es difícil y que se está postulando para ocupar un ministerio en el gobierno de Rajoy.
La causa de la retirada parece evidente: el último intento fallido por ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía ha sido interpretado por su partido y por él mismo como una derrota, a pesar de que ganó las elecciones. La evidencia de que nunca contará con tantas facilidades y ventajas para ganar, con una sociedad cansada de Zapatero y sus abusos y deseando vengarse de los socialistas por haber conducido a España hasta la ruina, le ha llevado a entender que él no fue un candidato bueno y que su presencia al frente del cartel del PP tal vez le restara algunos votos decisivos a su partido.
Eso es, al menos, lo que piensan los expertos, que destacan cómo la imagen de "señorito" que ha acompañado a Arenas durante toda su carrera política le hace perder votos en los momento decisivos, un verdadero y grave obstáculo para la conquista de Andalucía por su partido.
Arenas ha realizado grandes esfuerzos por modernizar el PP en Andalucía y por cambiar su imagen, desvinculándolo de la vieja derecha rural que tanto odio recolectó después del triunfo de Franco y acercándolo al ciudadano moderno y urbano. Su trabajo ha sido un éxito en las ciudades y zonas costeras, donde los ciudadanos son más cultos y están mejor informados, pero no en las zonas del interior y espacios rurales, donde el dominio del PSOE y de IU siguen siendo notables. Gracias al trabajo continuo e intenso de Arenas, el PP tiene hoy alcaldes en cada una de las capitales andaluzas y es la fuerza dominante en la región, lo que constituye toda una sorpresa en una Andalucía que parecía haberse convertido en rehén del PSOE y su política intensamente clientelar.
En las últimas elecciones, la victoria del PP por mayoría absoluta parecía cantada y así lo reflejaban las encuestas, pero la sorpresa surgió a última hora y el PP, aunque ganó las elecciones, se quedó al margen del poder, gracias a una anacrónica coalición de socialistas y comunistas, hoy gobernando Andalucía, que exhibe así su condición de tierra atrasada y diferente.
Pero muchos expertos atribuyen a Arenas la responsabilidad de aquella derrota inesperada, ya que los datos demuestran que cientos de miles de andaluces que había votado a Rajoy unos meses antes, se negaron a apoyar a Arenas en los comicios autonómicos, un desastre que dejó al PP fuera del poder y otorgó la Junta de Andalucía a un partido como el PSOE, atribulado por la corrupción, por el escándalo indecente de los EREs falsos y por el agotamiento, tras más de tres décadas seguidas mandando.
La sucesión de Arenas es un capítulo de enorme importancia en la vida de la derecha española, ya que Andalucía, por ser la región más poblada de España, es un territorio clave para controlar el poder. Pero Andalucía es, para la derecha, un problema complejo porque necesita un líder cuya imagen se aleje del señoritismo y de la vieja derecha andaluza que ganó la guerra civil, alguien capaz de generar confianza y esperanza en una sociedad entristecida, preocupada casi destrozada por el desempleo masivo, el atraso, el avance inexorable de la pobreza y la desconfianza frente a una clase política muy desprestigiada..
La causa de la retirada parece evidente: el último intento fallido por ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía ha sido interpretado por su partido y por él mismo como una derrota, a pesar de que ganó las elecciones. La evidencia de que nunca contará con tantas facilidades y ventajas para ganar, con una sociedad cansada de Zapatero y sus abusos y deseando vengarse de los socialistas por haber conducido a España hasta la ruina, le ha llevado a entender que él no fue un candidato bueno y que su presencia al frente del cartel del PP tal vez le restara algunos votos decisivos a su partido.
Eso es, al menos, lo que piensan los expertos, que destacan cómo la imagen de "señorito" que ha acompañado a Arenas durante toda su carrera política le hace perder votos en los momento decisivos, un verdadero y grave obstáculo para la conquista de Andalucía por su partido.
Arenas ha realizado grandes esfuerzos por modernizar el PP en Andalucía y por cambiar su imagen, desvinculándolo de la vieja derecha rural que tanto odio recolectó después del triunfo de Franco y acercándolo al ciudadano moderno y urbano. Su trabajo ha sido un éxito en las ciudades y zonas costeras, donde los ciudadanos son más cultos y están mejor informados, pero no en las zonas del interior y espacios rurales, donde el dominio del PSOE y de IU siguen siendo notables. Gracias al trabajo continuo e intenso de Arenas, el PP tiene hoy alcaldes en cada una de las capitales andaluzas y es la fuerza dominante en la región, lo que constituye toda una sorpresa en una Andalucía que parecía haberse convertido en rehén del PSOE y su política intensamente clientelar.
En las últimas elecciones, la victoria del PP por mayoría absoluta parecía cantada y así lo reflejaban las encuestas, pero la sorpresa surgió a última hora y el PP, aunque ganó las elecciones, se quedó al margen del poder, gracias a una anacrónica coalición de socialistas y comunistas, hoy gobernando Andalucía, que exhibe así su condición de tierra atrasada y diferente.
Pero muchos expertos atribuyen a Arenas la responsabilidad de aquella derrota inesperada, ya que los datos demuestran que cientos de miles de andaluces que había votado a Rajoy unos meses antes, se negaron a apoyar a Arenas en los comicios autonómicos, un desastre que dejó al PP fuera del poder y otorgó la Junta de Andalucía a un partido como el PSOE, atribulado por la corrupción, por el escándalo indecente de los EREs falsos y por el agotamiento, tras más de tres décadas seguidas mandando.
La sucesión de Arenas es un capítulo de enorme importancia en la vida de la derecha española, ya que Andalucía, por ser la región más poblada de España, es un territorio clave para controlar el poder. Pero Andalucía es, para la derecha, un problema complejo porque necesita un líder cuya imagen se aleje del señoritismo y de la vieja derecha andaluza que ganó la guerra civil, alguien capaz de generar confianza y esperanza en una sociedad entristecida, preocupada casi destrozada por el desempleo masivo, el atraso, el avance inexorable de la pobreza y la desconfianza frente a una clase política muy desprestigiada..
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