¿Puede uno fiarse de los resultados electorales en España? ¿Son fiables las promesas del gobierno, sus datos económicos o sus servidores y funcionarios? ¿Es creíble que los impuestos se reinvierten en el bien común?
La desconfianza se extiende como una mancha de aceite por todo el país y afecta a casi todo, sobre todo a las cuentas y datos públicos y a un gobierno, que destaca entre los más mentirosos y estafadores del planeta.
En España hemos perdido la confianza en las instituciones, en la Corona, en el Gobierno, en los uniformes, en las togas y hasta en el futuro. La sensación dominante es que la mafia ha tomado el poder y está gobernando.
La democracia es un sistema que se basa en la confianza de los administrados en sus administradores, algo inexistente en España, donde hasta el pago de los impuestos es cada año un suplicio más doloroso porque no nos fiamos de los que cobran, ni del destino de nuestras aportaciones, que en lugar de servir para mejorar los transportes, la salud, la educación y los servicios sociales, pueden acabar en el bolsillo de uno de los muchos sinvergüenzas que gobiernan.
Las miles de mentiras del gobierno minan la confianza del pueblo en el poder, convirtiendo esa desconfianza en el primer problema del país.
Cada día somos más los que no creemos nada de lo que el gobierno dice, ni siquiera las cifras que proporciona sobre desempleo, crecimiento económico y otras materias básicas. Tampoco creemos en los representantes del poder, diezmados por la corrupción y sentados ante la Justicia.
Ni siquiera nos fiamos de los resultados de las elecciones y crece el convencimiento de que la izquierda, encabezada por Pedro Sánchez, practica el pucherazo desde hace mucho tiempo y arrebata votos a sus adversarios en los escrutinios.
Francisco Rubiales
La desconfianza se extiende como una mancha de aceite por todo el país y afecta a casi todo, sobre todo a las cuentas y datos públicos y a un gobierno, que destaca entre los más mentirosos y estafadores del planeta.
En España hemos perdido la confianza en las instituciones, en la Corona, en el Gobierno, en los uniformes, en las togas y hasta en el futuro. La sensación dominante es que la mafia ha tomado el poder y está gobernando.
La democracia es un sistema que se basa en la confianza de los administrados en sus administradores, algo inexistente en España, donde hasta el pago de los impuestos es cada año un suplicio más doloroso porque no nos fiamos de los que cobran, ni del destino de nuestras aportaciones, que en lugar de servir para mejorar los transportes, la salud, la educación y los servicios sociales, pueden acabar en el bolsillo de uno de los muchos sinvergüenzas que gobiernan.
Las miles de mentiras del gobierno minan la confianza del pueblo en el poder, convirtiendo esa desconfianza en el primer problema del país.
Cada día somos más los que no creemos nada de lo que el gobierno dice, ni siquiera las cifras que proporciona sobre desempleo, crecimiento económico y otras materias básicas. Tampoco creemos en los representantes del poder, diezmados por la corrupción y sentados ante la Justicia.
Ni siquiera nos fiamos de los resultados de las elecciones y crece el convencimiento de que la izquierda, encabezada por Pedro Sánchez, practica el pucherazo desde hace mucho tiempo y arrebata votos a sus adversarios en los escrutinios.
Francisco Rubiales
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