El poder ha aprendido a soportar las críticas y las protestas sin que nada cambie. La democracia degradada, que ya es vieja y sabia, sabe come defenderse y se ha blindado ante el descontento ciudadano. La abstención, presentada como solución por muchos activistas y pensadores, no es en modo alguno un peligro para el poder, que posee el suficiente descaro para considerar válidas unas elecciones en las que votara sólo el 30 o el 40 por ciento del electorado. De hecho, una ley tan importante como el Estatuto de Cataluña fue aprobada en referéndum por poco mas del treinta por ciento de los electores, sin rubor alguno por parte de una clase política que ha perdido el honor y la vergüenza.
Frente a la abstención, el sistema tiene excusas y argumentos nada despreciables: dirán que es producto de la desidia, que la gente ha preferido irse a la playa antes que cumplir con su deber cívico, que es una postura frívola, que renunciar al voto es una actitud antidemocrática... y un largo rosario de razones, todas diseñadas para desacreditar a los abstencionistas, a los que mete en el mismo saco, en un revoltijo donde están los ciudadanos responsables que protestan con los que jamás se acercan a votar porque prefieren tomar cañas o ver la tele.
Mucho mas duro que una abstención masiva es el rechazo ciudadano a los políticos que reflejan las encuestas, muchas de las cuales, sin cocina, arrojan un rechazo estremecedor que muchas veces es odio a los políticos. Y, sin embargo, no pasa nada porque los políticos ignoran todo grito ciudadano, demostrando con esa actitud que la democracia ya no es "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", sino un monopolio de poder ejercido por partidos políticos y políticos profesionales que se han apropiado del Estado de manera sucia e ilegítima.
Mientras los ciudadanos se conformen con el discurso plañidero, insultante y apocalíptico que circula por Internet, estos gobernantes de rostro de piedra no harán nada, ni se sentirán en peligro. El miedo solo entrará en sus vidas cuando la gente, indignada y cansada de suciedad, iniquidad e injusticia, tome las calles y plazas, atrayendo las cámaras informativas del mundo y generando inquietud en los amos que, desde las sombras, controlan el planeta.
Es mas, fenómenos tan inofensivos como la abstención son los que permiten que los partidos corruptos se perpetúen en países como España, donde si todos los indignados y las víctimas del sistema votaran, no estaría en el poder ningún partido con responsabilidad en el desastre.
Los adalides de la abstención lo único que consiguen es acallar sus conciencias con el criterio de que ellos no son responsables del drama político porque no han votado, un sentimiento falso porque todo ciudadano, en democracia, es en parte responsable de la indignidad y la injusticia de sus gobernantes y está obligado a luchar para erradicarlas, en las urnas y en la vida, con su actuación personal.
Pensar que a unas familias de mafiosos que roban a manos llenas y a las que no les tiembla el pulso a la hora de saquear las cajas de ahorro o de engañar a millones de personas con productos bancarios tóxicos van a temblar porque no les voten es de una inocencia sublime.
Piense usted en el clan Pujol, en Rodrigo Rato, en Miguel Blesa, en Bárcenas, en los que han convertido en una cloaca el poder andaluz con EREs y estafas en los cursos de formación y en los niñatos de la trama Gürtell y verá como esa fauna es inmune a al rechazo ciudadano que representa no acudir a las urnas.
Otra cosa sería si España fuera un país decente y si la clase política española tuviera la dignidad y la decencia que la democracia le exige. Entonces sí reaccionarían con honor al rechazo masivo que representa no acudir a las urnas y podría cambiarse el sistema. Pero a los nuestros les da igual. No tienen grandeza en el alma y el rostro lo tienen de granito puro.
Frente a la abstención, el sistema tiene excusas y argumentos nada despreciables: dirán que es producto de la desidia, que la gente ha preferido irse a la playa antes que cumplir con su deber cívico, que es una postura frívola, que renunciar al voto es una actitud antidemocrática... y un largo rosario de razones, todas diseñadas para desacreditar a los abstencionistas, a los que mete en el mismo saco, en un revoltijo donde están los ciudadanos responsables que protestan con los que jamás se acercan a votar porque prefieren tomar cañas o ver la tele.
Mucho mas duro que una abstención masiva es el rechazo ciudadano a los políticos que reflejan las encuestas, muchas de las cuales, sin cocina, arrojan un rechazo estremecedor que muchas veces es odio a los políticos. Y, sin embargo, no pasa nada porque los políticos ignoran todo grito ciudadano, demostrando con esa actitud que la democracia ya no es "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", sino un monopolio de poder ejercido por partidos políticos y políticos profesionales que se han apropiado del Estado de manera sucia e ilegítima.
Mientras los ciudadanos se conformen con el discurso plañidero, insultante y apocalíptico que circula por Internet, estos gobernantes de rostro de piedra no harán nada, ni se sentirán en peligro. El miedo solo entrará en sus vidas cuando la gente, indignada y cansada de suciedad, iniquidad e injusticia, tome las calles y plazas, atrayendo las cámaras informativas del mundo y generando inquietud en los amos que, desde las sombras, controlan el planeta.
Es mas, fenómenos tan inofensivos como la abstención son los que permiten que los partidos corruptos se perpetúen en países como España, donde si todos los indignados y las víctimas del sistema votaran, no estaría en el poder ningún partido con responsabilidad en el desastre.
Los adalides de la abstención lo único que consiguen es acallar sus conciencias con el criterio de que ellos no son responsables del drama político porque no han votado, un sentimiento falso porque todo ciudadano, en democracia, es en parte responsable de la indignidad y la injusticia de sus gobernantes y está obligado a luchar para erradicarlas, en las urnas y en la vida, con su actuación personal.
Pensar que a unas familias de mafiosos que roban a manos llenas y a las que no les tiembla el pulso a la hora de saquear las cajas de ahorro o de engañar a millones de personas con productos bancarios tóxicos van a temblar porque no les voten es de una inocencia sublime.
Piense usted en el clan Pujol, en Rodrigo Rato, en Miguel Blesa, en Bárcenas, en los que han convertido en una cloaca el poder andaluz con EREs y estafas en los cursos de formación y en los niñatos de la trama Gürtell y verá como esa fauna es inmune a al rechazo ciudadano que representa no acudir a las urnas.
Otra cosa sería si España fuera un país decente y si la clase política española tuviera la dignidad y la decencia que la democracia le exige. Entonces sí reaccionarían con honor al rechazo masivo que representa no acudir a las urnas y podría cambiarse el sistema. Pero a los nuestros les da igual. No tienen grandeza en el alma y el rostro lo tienen de granito puro.
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