La inmigración está salvando a Europa, aportándole sangre nueva y mano de obra barata, que la hace mas competitiva en los mercados.
Todo es hipocresía en torno a la inmigración. Los líderes políticos tratan el asunto como si fuera un duro drama y en apariencia alzan alambradas para impedir que los inmigrantes entren, pero en el fondo saben que gracias a la llegada de esos nuevos europeos, el continente se está salvando de morir, victima del envejecimiento y la falta de competitividad.
Los nuevos europeos que llegan, procedentes de países en conflicto como Siria, Afganistán y otros africanos, aportan no solo sangre nueva y gente acostumbrada a parir muchos hijos, sino también empuje y fuerza genética, muy necesarios en una Europa con una población autóctona demasiado acomodada y aburguesada.
Los nuevos europeos recién llegados asumen trabajos que los viejos europeos rechazan y llenan las fábricas e mano de obra que agradece sueldos miserables. Como consecuencia, los productos europeos son mas competitivos y pueden competir mejor en los mercados.
La inmigración plantea a los países europeos receptores únicamente dos problemas graves: la dificultad de integración y la pérdida de identidad. Si los inmigrantes no se europeizan, Europa corre el riesgo de perder esas señas de identidad que la convirtieron en una de las regiones mas libres y con mas derechos del planeta. La religión musulmana, prodominante entre los inmigrantes, también amenaza los rasgos religiosos de Europa, cristianos desde hace milenios.
Todo es hipocresía en torno a la inmigración. Los líderes políticos tratan el asunto como si fuera un duro drama y en apariencia alzan alambradas para impedir que los inmigrantes entren, pero en el fondo saben que gracias a la llegada de esos nuevos europeos, el continente se está salvando de morir, victima del envejecimiento y la falta de competitividad.
Los nuevos europeos que llegan, procedentes de países en conflicto como Siria, Afganistán y otros africanos, aportan no solo sangre nueva y gente acostumbrada a parir muchos hijos, sino también empuje y fuerza genética, muy necesarios en una Europa con una población autóctona demasiado acomodada y aburguesada.
Los nuevos europeos recién llegados asumen trabajos que los viejos europeos rechazan y llenan las fábricas e mano de obra que agradece sueldos miserables. Como consecuencia, los productos europeos son mas competitivos y pueden competir mejor en los mercados.
La inmigración plantea a los países europeos receptores únicamente dos problemas graves: la dificultad de integración y la pérdida de identidad. Si los inmigrantes no se europeizan, Europa corre el riesgo de perder esas señas de identidad que la convirtieron en una de las regiones mas libres y con mas derechos del planeta. La religión musulmana, prodominante entre los inmigrantes, también amenaza los rasgos religiosos de Europa, cristianos desde hace milenios.
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