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ESPAÑA, EL ESTADO ENFERMO DE EUROPA OCCIDENTAL


Nota

El gobierno de Pedro Sánchez, cuyo balance aterrador es fracaso y derrota en todos los ámbitos, desde la lucha contra la pandemia a la defensa de la economía, de la democracia y de la decencia, ha convertido a España en el Estado enfermo de Europa Occidental, un calificativo que durante mucho tiempo se utilizó para definir a Turquía.

Hoy, por obra y gracia del gobierno socialcomunista que preside Sánchez, España, infectada, arruinada, desmoralizada y carcomida por la corrupción, ha arrebatado el pésimo título a Turquía y se ha convertido en el enfermo más grave y en el gran problema de Europa.

Publicamos un gran artículo de Disidencia, que analiza con acierto y precisión al gran enfermo español.
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Como todos ustedes saben, la expresión “hombre enfermo de Europa” tiene una larga raigambre en los análisis políticos, históricos y geoestratégicos. En su formulación original y más conocida, se atribuye su acuñación al zar Nicolás I para referirse al Imperio Otomano en el contexto de la guerra de Crimea, de 1853. Desde entonces y hasta bien entrado el siglo XX, la caracterización del Imperio Otomano primero y de Turquía después, como el doliente europeo por antonomasia constituyó un lugar común en la terminología de la época. Luego se ha aplicado, con notoria imprecisión, a otros múltiples países en coordenadas que nada tenían que ver con las originales.

En cualquier caso, la cuestión que nos interesa es dilucidar qué se quería decir exactamente con ello. Los matices son aquí fundamentales. No hubiera tenido ningún fundamento que se tratara de describir o retratar una crisis coyuntural porque, como es obvio, ninguna nación –ni siquiera las grandes potencias- estaban a salvo de vivir una situación de emergencia. Se trataba de otra cosa, una situación de decadencia sostenida y generalizada que implicaba una patente debilidad en el ámbito político internacional y un cuarteamiento del Estado en la esfera doméstica, que le hacía incapaz de atender a los requerimientos básicos de la sociedad.

Esta última dimensión, con la referencia explícita a las funciones estatales, me obliga a mencionar otra expresión relacionada con la anterior, el Estado fallido. Se entiende por tal un grado superior –o inferior, depende de cómo se mire- en el deterioro del papel de la administración política como vertebradora de una comunidad y proveedora de servicios básicos, empezando naturalmente por la defensa de la vida, el orden y la propiedad. Un Estado fallido es aquel que es incapaz de cumplir esos cometidos, bien por una situación de guerra civil, bien porque está a merced de bandas o grupos que imponen su ley, en este caso la ley de la selva.

Quienes me leen en este rincón de Disidentia saben que, aunque mi crítica pueda ser severa, detesto caer en el catastrofismo. Y me resisto a ello simplemente por una cuestión pragmática: decir que todo está mal, que vamos hacia el abismo y que no tenemos solución provoca melancolía y pasividad, a partes iguales. Es un lamento huero, poco o nada fructífero, como nos enseña la historia. Digo esto, en relación con lo anterior, porque he visto algunos comentarios que pretenden asimilar la situación española actual a la de un Estado fallido. Esto es simplemente una sandez. La crítica nunca debe perder la mesura y perspectiva.

Ahora bien, dicho lo anterior, lo mismo que valoro la prudencia y la ecuanimidad, sostengo que debemos estar atentos a las señales de alarma que, como la fiebre en el aspecto biológico, nos avisan por ejemplo de la existencia de una perturbación. Despreciar estas llamadas de atención indicaría como mínimo una culpable negligencia por nuestra parte. Lo diré con claridad: observo con inquietud y cada vez con mayor nitidez que determinadas pautas de nuestra vida política nos acercan peligrosamente a la catalogación de enfermos del occidente europeo. Explicaré por qué.

En esto, como en tantas otras cosas, la pandemia no ha supuesto en rigor novedad alguna sino la exacerbación de determinadas carencias que venían manifestándose en forma ostensible pero quizá menos alarmante desde varios lustros antes. Repasémoslas de forma sucinta. La más estructural de todas, la cuestión económica. La España que se integra a todos los efectos en la comunidad europea ha ido desaprovechando sistemáticamente todos los trenes para modernizar su economía y adecuarla a las exigencias –investigación, tecnología, productividad- del siglo XXI. Por el contrario, nos hemos acomodado, primero con resignación y luego hasta con un punto de orgullo -digno de mejor causa- a ser un país de servicios turísticos, algo no muy diferente a lo que fue el modelo del despegue desarrollista durante el franquismo.

Esta situación alimenta en una especie de círculo vicioso una serie de deficiencias en todos los órdenes, desde la fragilidad del tejido industrial o el desequilibrio interterritorial –el lamento hoy repetido de la España vacía- hasta la falta de vigor de unas empresas que oscilan entre lo raquítico y el conchabeo del capitalismo de amiguetes. Añadamos una enseñanza degradada en todos los niveles –este país ha sido incapaz de alcanzar un pacto educativo…. ¡en el casi medio siglo que llevamos desde el fin de la dictadura!- y una Universidad endogámica incapaz de formar personal cualificado.

Con todo, el innegable despegue del país durante el último cuarto del siglo XX puso sordina a esos problemas estructurales, del mismo modo que el fulgor de la transición difuminó la lenta pero constante degradación de un entramado político –lo que hoy llaman despectivamente régimen del 78- que en verdad tuvo mucho de improvisado y en algunos aspectos, como el desarrollo autonómico, hasta chapucero. Los que estudiamos las entrañas del sistema diagnosticamos que era solo cuestión de tiempo que el tinglado saltara por los aires, desde la jefatura del Estado hasta los propios mecanismos de representación, controlados por unos partidos cada vez más cerrados e impermeables.

En fin, todo lo demás es de dominio público. La corrupción, cuya denuncia tanto se usa de modo artero, como arma arrojadiza de unos hacia otros (aunque todos están inmersos en ella), es el fruto inevitable de ese ambiente viciado. La justicia no funciona de facto como poder independiente y casi me atrevería a decir que no funciona a secas, porque si las leyes no se cumplen o las sentencias se eternizan no puede hablarse en rigor de justicia, sino de situación de desamparo legal, como pasa en el presente con el problema de la invasión de las viviendas, mal llamada okupación.

No puede obviarse el hecho de que nuestra crisis política sucede en un contexto de crisis generalizada del sistema representativo. Todas las democracias del mundo se enfrentan a los retos del presente a tientas, sin manual de instrucciones. Ello ha propiciado que sea más fácil difuminar nuestro trance en el innegable mal de muchos. Pero no nos engañemos, nuestra situación es más grave que en los países del entorno. El problema es que nos hemos acostumbrado a ver como normal –el desafío independentista, por ejemplo- lo que no es ni puede ser normal en cualquier Estado que se precie. Un Estado no puede aceptar la conculcación de la legalidad vigente por un gobierno subalterno o en una parte de su territorio –al margen de las razones que asistan para la desafección- sin poner en entredicho su propia razón de ser.

El deterioro del sistema ha sido indisociable de un profundo descrédito de las opciones políticas establecidas y del acceso al poder de una clase política cuya indigencia intelectual solo tiene parangón con su sectarismo y rapacidad. Obsérvese que no hablo tanto de opciones políticas concretas como de mera funcionalidad en el desempeño de sus cargos. Ello explica que cuando ha llegado una crisis como esta de la pandemia, las tretas habituales de nuestros gobernantes no hayan servido para operar sobre la realidad, es decir, para rastrear los contagios, disminuir el número de infectados, preservar a la población de riesgo y, en definitiva, evitar la friolera de más de cincuenta mil muertes.

Las estadísticas más fiables –las que elaboran los organismos no contaminados por la propaganda gubernamental- sitúan a España a la cabeza de Europa en proporción de infectados y en máxima caída del PIB. En el famoso dilema salud o economía hemos conseguido lo peor de ambos polos. No hemos sabido salvar ni vidas ni hacienda. Y lo que es más triste, se ha generalizado la convicción de que el país por sí solo no puede salir de esta sima: solo Europa nos puede salvar. Una salvación entendida por muchos como extender un cheque para seguir con nuestra probada ineficacia dilapidando recursos. Y esto ni Europa ni nadie lo pueden financiar. En algún momento –más pronto que tarde- tendremos que asumir nuestra condición de nuevo enfermo de Europa. Y por las buenas o por las malas, recibir un tratamiento de choque. Cuanto antes empecemos, mejor.

https://disidentia.com/espana-el-estado-enfermo-de-europa-occidental/


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Sábado, 19 de Septiembre 2020
Artículo leído 1253 veces




Comentarios:

1.Publicado por pasmao el 19/09/2020 10:11
Excelente refexión la que recoge Don Francisco.

Somos el Estado enfermo de Uropa. Y nos lo hemos trabajado a conciencia desde hace mas 40 años.

Pero que bien se lo han pasado en Uropa mientras ese Estado se iba a la basura. La cosa tiene solución, sólo hay que mirar a Irlanda y Hungría y copiar lo que han hecho y continuan haciendo. Los dos estados mas detestados por Uropa. Del enemigo el consejo.

Un cordial saludo

2.Publicado por vanlop el 19/09/2020 10:59

Hay dos o tres ideas que me gustaría comentar. Por lo demás, el artículo es solvente y describe la situación con precisión.

Si Turquía era el enfermo de Europa, nos queda mucho para llegar a la situación terminal. Recordemos que si en 1850, era un enfermo, este enfermo se mantuvo vivo durante otros 70 años y tuvieron que ser las potencias las que se lo repartieran, que de no ser por la guerra mundial, hubiera seguido como enfermo muchos años más.

Se pueden observar bastantes estados fallidos en el mundo y ahí siguen, normalmente a base de sucederse gobiernos, cada vez más incompetentes y más corruptos, sin que surja nadie capaz de enderezar la situación. Luego debemos buscar la causa, que en otros tiempos habría provocado situaciones de violencia extrema y creciente y que ahora, bien hay un terrorismo, más o menos activo o periódicamente se alternan las dictaduras con la democracia. Y siempre esta democracia de bajísima calidad.

Caer en el catastrofismo es una tentación que nos acecha y que es muy frecuente en la sociedad, de forma que este catastrofismo nos impide movernos. Tal vez sea consecuencia de la desmoralización que tenemos. El deporte nacional es criticar a los políticos, en general y por tanto, creamos una situación de pesimismo, que si bien nos sirve de desahogo momentáneo, lo que hacemos es fomentar el catastrofismo y caer en la depresión colectiva, en un mecanismo de retroalimentación estéril. Esto es lo que mencionábamos hace unos días al hablar de la desmoralización. Creo Que son términos complementarios, un estado o sociedad fallida, es una sociedad desmoralizada. Y una sociedad desmoralizada no sólo es incapaz de encontrar soluciones, sino que está sometida a los caprichos de los que mandan, que no son mucho mejores que el resto.

Pero recordemos que la desmoralización y siguientes fases, se producen porque alguien se va a beneficiar y como ahora no existe la URSS, tendremos que mirar dentro de nuestra sociedad y tratar de encontrar, aunque es bastante irrelevante, quienes se van a beneficiar de esto. Y digo que es bastante irrelevante, porque no importa quién se beneficie, pues alguien lo va a hacer siempre. No existen vacíos, cuando se produce alguno, alguien lo ocupa.
Y en esta situación de desmoralización, encontramos como normal cosas que en una sociedad sana no se toleran. Aceptamos la corrupción como una cosa genérica e inevitable y cuando nos dicen que unos tipos se han llevado miles de millones, naturalmente, dinero que lo han quitado a gentes que lo necesitan, nadie se mueve, ni siquiera los presuntos destinatarios del dinero.

Tal vez, ese aceptar como normal lo que es un delito claro, sea la característica de una sociedad fallida. Y por supuesto, desmoralizada. Metida en el pozo, cada vez más hondo, del que no puede y hasta, ni quiere, salir.

De modo que, como dice el autor, no podemos caer en la complacencia masoquista de aceptar lo que llama corrupción y que no es más que el síntoma de la enfermedad de la sociedad. Entendiendo por corrupción no sólo la cuestión económica, sino todas aquellas conductas que en una sociedad sana no se toleran de ninguna forma. Menciona el separatismo. algo que nos impusieron con aquella constitución trucada para llevarnos a la ruina moral. porque no olvidemos que en el año 75 había una sociedad sana con ganas de avanzar.

La sociedad fallida se mantiene en esa languidez mortal durante muchos años, recordemos a Turquía, hasta que se presenta una crisis y los gobernantes, bien sea por incapacidad o porque sus intereses son otros, permiten el desastre.

Pero hay esperanzas. Aunque los medios de masas los domina la casta y sólo hay unos cuantos minoritarios que dicen algunas cosas, las redes están llenas de jóvenes y esto es muy importante, muy críticos con la situación, que tal vez no sean la solución, pero indican que hay jóvenes que luchan por mejorar la sociedad y que se está creando una conciencia del "no es esto", que con el tiempo debería convertirse en un clamor. Y lo más importante es que estos contestatarios tienen muchos años por delante.

Insisto con el autor, que tenemos que procurar mandar un mensaje de optimismo, aunque no sea fácil, porque lo normal es caer en la depresión social ante el cúmulo de miserias que nos rodean. Hay que tener muy presente en todo momento que las miserias que denunciamos, siempre tienen solución y que nosotros somos parte fundamental de esa solución.


Se está hablando mucho de la ley de la memoria democrática  y se señala que es una forma de desviar la atención de otras cuestiones más importantes. Está claro que es una forma de desviar la atención, pero también debería estar claro que lo que pretende esta ley es terminar con la sociedad que conocemos. Por tanto debemos prestarle la atención debida como cosa fundamental. Desgraciadamente son varios temas fundamentales y no sé si seremos capaces de prestar atención a todos.

3.Publicado por francisco.lopez.roma@gmail.com el 19/09/2020 11:15
Desde siempre España o el Estado de España desde que existe, ha tenido que ser de una forma u otra intervenida o invadida o tomada por algún poder extranjero para que pueda seguir adelante. Nada más saber su historia para darnos cuenta que desde la invasión romana, visigoda, árabe, Carlos I (que no era español), los Borbones, la invasión francesa, la ayuda alemana en la Guerra Civil (y rusa por el otro bando), el convenio con USA de Franco, la más que probada intervención del SPD en la Transición para poner un PSOE no marxista en el poder, el apoyo de Bush a Aznar para apoyar la guerra de Irak, y más actual el apoyo del gobierno de la China comunista al gobierno actual y la ayuda venezolana a PODEMOS.

Es decir, España sin la intervención de fuera no sigue adelante por mucho que presumamos de Imperio y demás. Y ahora, con un Estado enfermo y que no puede solucionar por sí mismo sus enormes problemas pues tarde o temprano tendrá que haber una intervención de alguna forma. Y la más probable puede ser la de la UE para enderezar un Estado que está prácticamente en quiebra desde hace muchos años, pero la intervención no sólo puede o debe ser económica, sino también política. Porque si el Estado está enfermo lo está porque no puede ser que las instituciones de este estado (como se dice hace un tiempo en este blog) no funcionen adecuadamente como deben funcionar, y para ello es necesaria una reforma de carácter político que debe imponer la UE para establecer un funcionamiento lo más normal posible de un Estado que debe ser "democrático".

El Estado está enfermo porque no funciona la separación de poderes, porque no funciona el sistema electoral que beneficia únicamente a los partidos nacionalistas e independentistas, porque no funciona un sistema autonómico que únicamente sirve para tener a más políticos bajo el erario público, porque hay un sistema de partidos (partitocracia) que domina al Estado en toda su amplitud y a la sociedad también llegando hasta cualquier aspecto de ésta.

Esperemos que esa intervención europea sea fructífera, por muy dolorosa que sea porque para cambiar y mudar la piel es necesario hacer reformas importantes de todo tipo. No es que yo sea un acérrimo defensor de la institución de la UE, pero no creo que sea mejor que venga el régimen de Venezuela a apoyarnos, ni la China comunista y dictatorial, y ni mucho menos que Marruecos se haga dueño de una parte de la Península Ibérica como desearía el rey autoritario de allí.

Nada más. Muchas gracias.

4.Publicado por francisco.lopez.roma@gmail.com el 19/09/2020 11:15
Desde siempre España o el Estado de España desde que existe, ha tenido que ser de una forma u otra intervenida o invadida o tomada por algún poder extranjero para que pueda seguir adelante. Nada más saber su historia para darnos cuenta que desde la invasión romana, visigoda, árabe, Carlos I (que no era español), los Borbones, la invasión francesa, la ayuda alemana en la Guerra Civil (y rusa por el otro bando), el convenio con USA de Franco, la más que probada intervención del SPD en la Transición para poner un PSOE no marxista en el poder, el apoyo de Bush a Aznar para apoyar la guerra de Irak, y más actual el apoyo del gobierno de la China comunista al gobierno actual y la ayuda venezolana a PODEMOS.

Es decir, España sin la intervención de fuera no sigue adelante por mucho que presumamos de Imperio y demás. Y ahora, con un Estado enfermo y que no puede solucionar por sí mismo sus enormes problemas pues tarde o temprano tendrá que haber una intervención de alguna forma. Y la más probable puede ser la de la UE para enderezar un Estado que está prácticamente en quiebra desde hace muchos años, pero la intervención no sólo puede o debe ser económica, sino también política. Porque si el Estado está enfermo lo está porque no puede ser que las instituciones de este estado (como se dice hace un tiempo en este blog) no funcionen adecuadamente como deben funcionar, y para ello es necesaria una reforma de carácter político que debe imponer la UE para establecer un funcionamiento lo más normal posible de un Estado que debe ser "democrático".

El Estado está enfermo porque no funciona la separación de poderes, porque no funciona el sistema electoral que beneficia únicamente a los partidos nacionalistas e independentistas, porque no funciona un sistema autonómico que únicamente sirve para tener a más políticos bajo el erario público, porque hay un sistema de partidos (partitocracia) que domina al Estado en toda su amplitud y a la sociedad también llegando hasta cualquier aspecto de ésta.

Esperemos que esa intervención europea sea fructífera, por muy dolorosa que sea porque para cambiar y mudar la piel es necesario hacer reformas importantes de todo tipo. No es que yo sea un acérrimo defensor de la institución de la UE, pero no creo que sea mejor que venga el régimen de Venezuela a apoyarnos, ni la China comunista y dictatorial, y ni mucho menos que Marruecos se haga dueño de una parte de la Península Ibérica como desearía el rey autoritario de allí.

Nada más. Muchas gracias.

5.Publicado por Josuhe el 19/09/2020 12:12
La maldad que procesa este sujeto no conoce límites, deberíamos saberlo ya. Su anterior predecesor, el canalla de la Zejas, era solo un imbécil, anormal, inútil, incompetente, enajenado, iluminado de auténticas paridas que tanto dinero nos costó a nuestras precarias arcas estatales y, dignas de un cenutrio como él. Pero como dije al principio, este inmundo sujeto junto con su socio de la coleta, ambos representa la mas pura encarnación del mal.

Mi único consuelo, que todos los descerebrad@s y todos los egoístas que les han votado por el simple hecho de que les han subido la pensión o el sueldos a los funcionarios sin tener en consideración a los demás, se las van a ver y se las van a desear también, cuando las políticas que nos van a imponer a la fuerza este par de mal-nacidos empiece a hacer estragos

6.Publicado por Julia Herrero el 19/09/2020 17:46
No se preocupe Sr. Rubiales, de peores hemos salido. España, es lo que tiene, se confía demasiado a sus traidores gobernantes. Yo siempre he sido optimista a pesar de que me borro de este país muchas veces para no sufrir y me recojo en mis pequeñas cosas importantes. Aunque hoy sintamos vergüenza, también seremos capaces de poner a la basura en su respectivo contenedor.

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Este blog no es una plataforma de promoción del Voto en Blanco, sino un medio de castigo al mal gobierno y a la política antidemocrática que utiliza el termino “Voto en Blanco” por lo que conlleva de protesta y castigo al poder inicuo.

El voto en blanco es una bofetada democrática a los poderes políticos ineptos y expresa la protesta ciudadana en las urnas cuando padece gobiernos insoportables, injustos y corruptos. Es un gesto democrático de rechazo a los políticos, partidos y programas, no al sistema. Conscientes del riesgo que representaría un voto en blanco masivo, los gestores de las actuales democracias no lo valoran, ni lo contabilizan, ni le otorgan plasmación alguna en las estructuras del poder. El voto en blanco es una censura casi inútil que sólo podemos realizar en las escasas ocasiones que se abren las urnas. Esta bitácora abraza dos objetivos principales: Valorar el peso del voto en blanco en las democracias avanzadas y permitir a los ciudadanos libres ejercer el derecho a la bofetada democrática de manera permanente, a través de la difusión de información, opinión y análisis.




HIENAS Y BUITRES. PERIODISMO Y RELACIONES PERVERTIDAS CON EL PODER


Hienas y buitres es un libro escrito para despertar y movilizar las conciencias dormidas e intoxicadas desde el poder. Leerlo representa un vuelo rasante por encima de los secretos de la comunicación moderna y de los recursos y trucos que utiliza el poder para ejercer el dominio.
Las relaciones entre políticos y periodistas siempre han sido tormentosas. Son dos poderes decisivos que en las últimas décadas han pretendido dominar el mundo. En ocasiones lo han mejorado, pero otras veces lo han empujado hacia el drama y el fracaso. Políticos y periodistas se aman y se odian, luchan y cooperan, nos empujan hacia el progreso y también nos frenan. Son como las hienas y los buitres, que comen y limpian huesos juntos, pero sin soportarse. Al desentrañar el misterio, aprenderemos también a defendernos de sus fechorías.
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DEMOCRACIA SEVERA. MÁS ALLÁ DE LA INDIGNACIÓN


Lo que hoy llamamos "democracia" es un triste remedo de lo que fue ese sistema en sus orígenes. Los políticos han aprendido a violarla y la han desnaturalizado y desarmado. "Democracia Severa, mas allá de la indignación" (Tecnos 2015), de Francisco Rubiales Moreno y Juan Jesús Mora Molina, es un libro que denuncia la degradación de la democracia y señala las reformas que el sistema necesita para que sea justo y decente y para que los políticos estén bajo control.
A la democracia le faltan piezas de gran importancia: exigencias éticas, controles a los políticos, que deben ser examinados, psiquica y moralmente, por comisiones independientes, auténtica separación de los poderes y otorgar un papel preponderante a la sociedad civil y al ciudadano, que deben influir y, sobre todo, supervisar la labor de los gobernantes, pudiendo, incluso, destituirlos. La impunidad debe acabar, como también la tolerancia frente a la corrupción y esos cheques en blanco que permiten a los políticos gobernar como les da la gana, ignorando la opinión de los ciudadanos, que son sus jefes y los soberanos del sistema.
Democracia Severa, que ya está en las librerías, aporta lucidez, libertad y solvencia ciudadana. Es una reflexión de denuncia que señala los puntos débiles de nuestro sistema y ayuda a la regeneración y a construir un mundo mejor.
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Este libro, publicado por Francisco Rubiales Moreno, Las Revelaciones de Onakra, el escriba de Dios, no es, como los tres anteriores del mismo autor (Democracia Secuestrada, Políticos, los Nuevos Amos y Periodistas sometidos), un ensayo de pensamiento político, sino una original narración que recoge misteriosas revelaciones sobre la llegada de los primeros ángeles a la Tierra, sus relaciones con las especies vivientes del planeta, el nacimiento de la inteligencia humana y el inicio de esa lucha a muerte entre el bien y el mal que domina la existencia humana, desde el principio hasta el final de los tiempos.
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Periodistas Sometidos. Los perros del poder (Editorial Almuzara, 2009), el último libro publicado por Francisco Rubiales, ha sido acogido con gran interés por políticos, periodistas y ciudadanos interesados en conocer con detalle la profunda crisis del periodismo en España, el sometimiento al poder de miles de periodistas y de redacciones completas, la agonía del periodismo libre, independiente y crítico y la rotura de la vieja alianza entre periodistas y ciudadanos, sin la cual la democracia deja de existir.
Es el tercer y último libro de la trilogía de pensamiento político que comenzó con Democracia Secuestrada (Almuzara 2005) y continuó con Políticos, los nuevos amos (Almuzara 2007).
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Políticos, los nuevos amos

Políticos, los nuevos amos es el nuevo libro de Francisco Rubiales, publicado tras el éxito de Democracia secuestrada.

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Pimentel, que recomienda la lectura del libro a los presidentes, ministros, altos cargos políticos, militantes y a cualquier ciudadano inquieto y preocupado por la democracia, lo define como un libro "duro, libre, alejado de lo políticamente correcto, capaz de provocar reflexiones y golpes de conciencia muy dolorosos".
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