Soy palestino. Y libre. Libre de Hamás, de Fatah, de Irán, de todos los que nos dicen que nuestra única identidad es odiar a Israel.
En 1947, la ONU nos ofreció un Estado a nosotros, el pueblo palestino.
Fronteras, bandera, reconocimiento.
Nuestros líderes dijeron no.
Prefirieron la guerra, juraron arrojar a los judíos al mar.
Perdimos. Lo llamamos Nakba — catástrofe —
pero la verdad es que la catástrofe fue nuestra decisión.
En 1967, tras otra guerra perdida,
podríamos haber construido un Estado en Gaza y Cisjordania.
Respondimos con los “Tres NO” de Jartum:
no paz, no reconocimiento, no negociaciones.
Cincuenta años después, seguimos sin país.
El “no” no paga el alquiler.
En los 90, llegaron los Acuerdos de Oslo.
Israel nos dio autonomía, armas para nuestra policía, miles de millones en ayuda.
¿El resultado?
El Banco Mundial documentó miles de millones desviados.
Los líderes construyeron villas, no hospitales.
Compraron armas, no libros.
Lanzamos una intifada en lugar de construir fábricas.
En 2005, Israel se retiró por completo de Gaza.
No colonos. No soldados.
El mundo nos miró y dijo: ahora tienen su oportunidad.
Votamos a Hamás.
En 15 años, Hamás ha lanzado más de 30.000 cohetes contra Israel.
Y cada vez que Israel responde, mueren inocentes…
porque Hamás esconde sus armas en escuelas y hospitales.
Construimos túneles, no puertos.
Mientras ellos se enriquecen en Qatar, nuestros hijos comen en la oscuridad.
No tenemos elecciones desde 2006.
Si hablamos, nos encarcelan o nos matan.
Amnistía Internacional lo denuncia,
pero nadie sale a protestar por nuestra libertad en Londres o en París.
El mundo prefiere culpar solo a Israel:
es más fácil que mirar nuestro dolor de frente.
Miro a Israel y veo lo que podríamos haber sido.
Ellos, sin petróleo, con enemigos alrededor, hicieron florecer el desierto, inventaron medicinas, exportan tecnología al mundo.
Nosotros elegimos el odio y la muerte.
No escribo esto para justificar bombardeos.
Ninguna guerra es justa.
Lo escribo porque la primera liberación que necesita Palestina
no es de Israel — es de Hamás, de Irán, de la cultura de la muerte
que convierte a nuestros hijos en escudos humanos.
No odio a Israel.
No odio a los judíos.
Odio la mentira que nos enseñaron.
Odio el silencio de los que se llaman “pro-palestinos” pero aplauden a los que nos oprimen.
Si de verdad quieres una Palestina libre, ayúdanos a romper estas cadenas internas.
Ayúdanos a tener elecciones.
Ayúdanos a elegir la vida.
Sin eso, toda “liberación” es solo otra cárcel.
La tragedia de Oriente Medio no es solo un conflicto territorial: es un laboratorio geopolítico diseñado para dividirnos. Cuando miras a un lado u otro con odio, ellos ya han ganado.
✍️ Publicación original de Geopolitics Foundation – Think Tank Independiente de Inteligencia y Geopolítica
Comprometidos con la verdad y la libertad, fuera de agendas supranacionales.
En 1947, la ONU nos ofreció un Estado a nosotros, el pueblo palestino.
Fronteras, bandera, reconocimiento.
Nuestros líderes dijeron no.
Prefirieron la guerra, juraron arrojar a los judíos al mar.
Perdimos. Lo llamamos Nakba — catástrofe —
pero la verdad es que la catástrofe fue nuestra decisión.
En 1967, tras otra guerra perdida,
podríamos haber construido un Estado en Gaza y Cisjordania.
Respondimos con los “Tres NO” de Jartum:
no paz, no reconocimiento, no negociaciones.
Cincuenta años después, seguimos sin país.
El “no” no paga el alquiler.
En los 90, llegaron los Acuerdos de Oslo.
Israel nos dio autonomía, armas para nuestra policía, miles de millones en ayuda.
¿El resultado?
El Banco Mundial documentó miles de millones desviados.
Los líderes construyeron villas, no hospitales.
Compraron armas, no libros.
Lanzamos una intifada en lugar de construir fábricas.
En 2005, Israel se retiró por completo de Gaza.
No colonos. No soldados.
El mundo nos miró y dijo: ahora tienen su oportunidad.
Votamos a Hamás.
En 15 años, Hamás ha lanzado más de 30.000 cohetes contra Israel.
Y cada vez que Israel responde, mueren inocentes…
porque Hamás esconde sus armas en escuelas y hospitales.
Construimos túneles, no puertos.
Mientras ellos se enriquecen en Qatar, nuestros hijos comen en la oscuridad.
No tenemos elecciones desde 2006.
Si hablamos, nos encarcelan o nos matan.
Amnistía Internacional lo denuncia,
pero nadie sale a protestar por nuestra libertad en Londres o en París.
El mundo prefiere culpar solo a Israel:
es más fácil que mirar nuestro dolor de frente.
Miro a Israel y veo lo que podríamos haber sido.
Ellos, sin petróleo, con enemigos alrededor, hicieron florecer el desierto, inventaron medicinas, exportan tecnología al mundo.
Nosotros elegimos el odio y la muerte.
No escribo esto para justificar bombardeos.
Ninguna guerra es justa.
Lo escribo porque la primera liberación que necesita Palestina
no es de Israel — es de Hamás, de Irán, de la cultura de la muerte
que convierte a nuestros hijos en escudos humanos.
No odio a Israel.
No odio a los judíos.
Odio la mentira que nos enseñaron.
Odio el silencio de los que se llaman “pro-palestinos” pero aplauden a los que nos oprimen.
Si de verdad quieres una Palestina libre, ayúdanos a romper estas cadenas internas.
Ayúdanos a tener elecciones.
Ayúdanos a elegir la vida.
Sin eso, toda “liberación” es solo otra cárcel.
La tragedia de Oriente Medio no es solo un conflicto territorial: es un laboratorio geopolítico diseñado para dividirnos. Cuando miras a un lado u otro con odio, ellos ya han ganado.
✍️ Publicación original de Geopolitics Foundation – Think Tank Independiente de Inteligencia y Geopolítica
Comprometidos con la verdad y la libertad, fuera de agendas supranacionales.








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