El vergonzoso cinturón sanitario está fallando y probablemente ejerza un efecto contrario, acelerando el crecimiento del nuevo partido, inmune al aislamiento que pretenden, al acoso y a la difamación con todo tipo de insultos -ultras, fascistas, machistas, xenófobos, antieuropeos, franquistas-, inútiles ante la voluntad de un pueblo que ha decidido amparar al partido que dice la verdad y señala el núcleo de los problemas. El crecimiento espectacular de VOX en Andalucía, a pesar del brutal cerco, ha sumido a los viejos y corruptos partidos en un profundo desconcierto, cuya manifestación más rastrera es la negativa de Ciudadanos a pactar con VOX, prefiriendo una alianza con el desvencijado y corrupto PSOE de Andalucía o con un partido de ultraizquierda ajeno a la Constitución, como Podemos, una opción escasamente democrática que indigna y enerva a los andaluces.
Los que más miedo sienten con la llegada de VOX son el PSOE, Ciudadanos y Podemos, tres partidos que ya han detectado que muchos de sus afiliados, cansados de ver que sus líderes se hacen millonarios en la política y anteponen sus propios intereses al bien común, les abandonan y se pasan al nuevo partido, indignados ante los engaños, traiciones y bajezas de dirigentes corruptos que aportan muy poco a España.
En el PP, por el momento, prevalece otro enfoque del problema VOX: creen con razón que ese partido llega para cambiar la correlación de fuerzas y que en adelante las fuerzas anticomunistas y constitucionalistas, situadas en la derecha, tendrán una clara hegemonía en España.
El totalitarismo, la codicia y la arrogancia empujan al PSOE, a Podemos y también a Ciudadanos a oponerse a VOX con un odio sorprendente, ajeno a la democracia, simplemente porque saben que el nuevo partido obtiene su fuerza al decir la verdad, conectar con la ciudadanía y defender valores y principios que ellos han negado sistemáticamente, como son la lucha real contra los corruptos, los impuestos bajos, el rechazo a las autonomías, la necesidad de limitar y controlar la inmigración y un amor a España activo y sin complejos que busca la regeneración y el resurgimiento de un país que está postrado y dañado por la bajeza y torpeza de su clase política.
Durante muchos años VOX estuvo bloqueado por un inconfesable boicot mediático, impulsado por los grandes partidos y el establishment español, a pesar de que, como ha quedado ahora demostrado, era una verdadera necesidad para España, un país políticamente desequilibrado, que se había quedado sin una verdadera derecha, después de la migración del PP hacia la socialdemocracia, la adoración del Estado fuerte y el intervencionismo feroz.
España necesita contar con una derecha que, como VOX, recupere rasgos del liberalismo y represente una alternativa real al socialismo dominante. En España, tanto el PP como el PSOE han representado opciones socialdemócratas e intervencionistas, sin una pizca de liberalismo, al igual que Ciudadanos, que cada día se aleja más de sus orígenes liberales, mientras que Podemos es una pura reedición del comunismo, reforzado con dosis de populismo radical.
Mientras la realidad demuestra, una y otra vez, que los países más libres del mundo son también los más prósperos, España retrocede en libertades y construye de nuevo su crecimiento y riqueza sobre el viejo intervencionismo del Estado, impuestos elevados, desconfianza ante las empresas, auge de los sindicatos, a pesar de que son rechazados por la mayoría de los españoles, salarios contenidos y libertades y derechos en retroceso frente a un Estado que lo domina todo.
Basta echar una mirada al mundo actual para descubrir que cuando un país se liberaliza y apuesta por la libertad, inmediatamente emprende una ruta que le lleva a la prosperidad y la felicidad de sus ciudadanos. Singapur es el mejor ejemplo. Hace 60 años era un pequeño país pobre y rodeado de inestabilidad y guerras que hasta ponían en peligro su existencia, pero hoy es uno de los países más prósperos y libres del planeta, tras una apuesta decidida por las libertades y los principios de libertad, mercado y Estado limitado.
En la España actual, obsesivamente presa de los postulados izquierdistas, un partido como VOX, al que califican injustamente de extremista de derechas, cuando sólo es un partido realmente de derechas, es altamente necesario, aunque tan sólo sea para que se escuche en el Congreso una voz que proclame lo que millones de ciudadanos quieren e ignoran los partidos, habituados a gobernar y legislar en contra de la voluntad popular.
El programa electoral de VOX es impecable, profundamente democrático y de extrema necesidad. El odio de los demás es provocado por dos razones fundamentales: porque ha llegado para crecer con fuerza y amenazar el monopolio de los socialdemócratas y comunistas y porque abre caminos distintos y planteamientos de libertad individual frente al agobiante dominio de los adoradores del Estado. Con la supresión de las autonomías como gran propuesta estelar, VOX sintoniza con muchos millones de españoles que están convencidos de que las autonomías son uno de los cánceres más dañinos de España, después de que los gobiernos autonómicos han acaparado demasiado poder y demostrado sus capacidades para disparar la corrupción, derrochar, agrandar la obesidad del Estado, reprimir las libertades, destrozar la unidad de España, migrar hacia el independentismo y establecer diferencias anticonstitucionales entre las distintas regiones, que resultan incomprensibles para los ciudadanos, diferencias que se plasman en la fiscalidad, la enseñanza, la salud, los servicios y la relación del poder con los ciudadanos y las empresas.
Francisco Rubiales
Los que más miedo sienten con la llegada de VOX son el PSOE, Ciudadanos y Podemos, tres partidos que ya han detectado que muchos de sus afiliados, cansados de ver que sus líderes se hacen millonarios en la política y anteponen sus propios intereses al bien común, les abandonan y se pasan al nuevo partido, indignados ante los engaños, traiciones y bajezas de dirigentes corruptos que aportan muy poco a España.
En el PP, por el momento, prevalece otro enfoque del problema VOX: creen con razón que ese partido llega para cambiar la correlación de fuerzas y que en adelante las fuerzas anticomunistas y constitucionalistas, situadas en la derecha, tendrán una clara hegemonía en España.
El totalitarismo, la codicia y la arrogancia empujan al PSOE, a Podemos y también a Ciudadanos a oponerse a VOX con un odio sorprendente, ajeno a la democracia, simplemente porque saben que el nuevo partido obtiene su fuerza al decir la verdad, conectar con la ciudadanía y defender valores y principios que ellos han negado sistemáticamente, como son la lucha real contra los corruptos, los impuestos bajos, el rechazo a las autonomías, la necesidad de limitar y controlar la inmigración y un amor a España activo y sin complejos que busca la regeneración y el resurgimiento de un país que está postrado y dañado por la bajeza y torpeza de su clase política.
Durante muchos años VOX estuvo bloqueado por un inconfesable boicot mediático, impulsado por los grandes partidos y el establishment español, a pesar de que, como ha quedado ahora demostrado, era una verdadera necesidad para España, un país políticamente desequilibrado, que se había quedado sin una verdadera derecha, después de la migración del PP hacia la socialdemocracia, la adoración del Estado fuerte y el intervencionismo feroz.
España necesita contar con una derecha que, como VOX, recupere rasgos del liberalismo y represente una alternativa real al socialismo dominante. En España, tanto el PP como el PSOE han representado opciones socialdemócratas e intervencionistas, sin una pizca de liberalismo, al igual que Ciudadanos, que cada día se aleja más de sus orígenes liberales, mientras que Podemos es una pura reedición del comunismo, reforzado con dosis de populismo radical.
Mientras la realidad demuestra, una y otra vez, que los países más libres del mundo son también los más prósperos, España retrocede en libertades y construye de nuevo su crecimiento y riqueza sobre el viejo intervencionismo del Estado, impuestos elevados, desconfianza ante las empresas, auge de los sindicatos, a pesar de que son rechazados por la mayoría de los españoles, salarios contenidos y libertades y derechos en retroceso frente a un Estado que lo domina todo.
Basta echar una mirada al mundo actual para descubrir que cuando un país se liberaliza y apuesta por la libertad, inmediatamente emprende una ruta que le lleva a la prosperidad y la felicidad de sus ciudadanos. Singapur es el mejor ejemplo. Hace 60 años era un pequeño país pobre y rodeado de inestabilidad y guerras que hasta ponían en peligro su existencia, pero hoy es uno de los países más prósperos y libres del planeta, tras una apuesta decidida por las libertades y los principios de libertad, mercado y Estado limitado.
En la España actual, obsesivamente presa de los postulados izquierdistas, un partido como VOX, al que califican injustamente de extremista de derechas, cuando sólo es un partido realmente de derechas, es altamente necesario, aunque tan sólo sea para que se escuche en el Congreso una voz que proclame lo que millones de ciudadanos quieren e ignoran los partidos, habituados a gobernar y legislar en contra de la voluntad popular.
El programa electoral de VOX es impecable, profundamente democrático y de extrema necesidad. El odio de los demás es provocado por dos razones fundamentales: porque ha llegado para crecer con fuerza y amenazar el monopolio de los socialdemócratas y comunistas y porque abre caminos distintos y planteamientos de libertad individual frente al agobiante dominio de los adoradores del Estado. Con la supresión de las autonomías como gran propuesta estelar, VOX sintoniza con muchos millones de españoles que están convencidos de que las autonomías son uno de los cánceres más dañinos de España, después de que los gobiernos autonómicos han acaparado demasiado poder y demostrado sus capacidades para disparar la corrupción, derrochar, agrandar la obesidad del Estado, reprimir las libertades, destrozar la unidad de España, migrar hacia el independentismo y establecer diferencias anticonstitucionales entre las distintas regiones, que resultan incomprensibles para los ciudadanos, diferencias que se plasman en la fiscalidad, la enseñanza, la salud, los servicios y la relación del poder con los ciudadanos y las empresas.
Francisco Rubiales
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