Las cosas están tan podridas y degeneradas en España que las elecciones ya no arreglan nada. Cualquiera que las hubiera ganado habría representado un grave riesgo para el país. Un corrupto sucederá a otro corrupto porque los partidos y el mismo sistema están podridos y degenerados. La solución de España no puede provenir de los partidos, que son el problema, sino de una actitud de rebeldía ciudadana que desarbole el actual sistema y le prive de sus tres grandes apoyos, que son los jueces, los periodistas y las fuerzas de seguridad.
España necesita un terremoto que la regenere porque todos los caminos actuales del sistema no tienen salida. España vive en un bucle terrible: ciudadanos sin ilusión, políticos sin altura, moral desaparecida, ausencia de democracia y un deterioro tan brutal de los políticos, los partidos y las instituciones que, aunque no se admita públicamente, todos sabemos que el mal de España no tiene cura, salvo que se hagan trasplantes de emergencia y se sustituyan los actuales políticos por otros que sean demócratas y decentes.
El terremoto que España necesita no es una utopía irrealizable porque ya se produjo el Italia, donde los partidos corrompidos fueron precintados y desaparecieron, siendo sustituidos por otros de distinta factura, mientras el mismo Estado y la ciudadanía se renovaban.
El problema de España es que los partidos, aunque estén podridos y sean rechazados por buena parte de la sociedad, conservan demasiado poder y muchos votantes tan fanatizado se inconscientes que votan a sus propios verdugos.
Salvo que la presión popular sea tan masiva e intensa que meta miedo a los políticos, el sistema va a resistir décadas porque está muy bien guardado por policías, jueces y periodistas, que son los verdaderos defensores de la falsa democracia. En Italia, los jueces tomaron la iniciativa de la regeneración y arrastraron a la prensa, las fuerzas del orden y a los ciudadanos, lo que provocó el terremoto libertador.
El único camino para la regeneración española no pasa por las urnas, sino por la protesta masiva de los ciudadanos y por un rey que tome conciencia del desastre y tenga el valor de empujar el sistema para que termine de caerse y se abran las compuertas de la necesaria regeneración.
Francisco Rubiales
España necesita un terremoto que la regenere porque todos los caminos actuales del sistema no tienen salida. España vive en un bucle terrible: ciudadanos sin ilusión, políticos sin altura, moral desaparecida, ausencia de democracia y un deterioro tan brutal de los políticos, los partidos y las instituciones que, aunque no se admita públicamente, todos sabemos que el mal de España no tiene cura, salvo que se hagan trasplantes de emergencia y se sustituyan los actuales políticos por otros que sean demócratas y decentes.
El terremoto que España necesita no es una utopía irrealizable porque ya se produjo el Italia, donde los partidos corrompidos fueron precintados y desaparecieron, siendo sustituidos por otros de distinta factura, mientras el mismo Estado y la ciudadanía se renovaban.
El problema de España es que los partidos, aunque estén podridos y sean rechazados por buena parte de la sociedad, conservan demasiado poder y muchos votantes tan fanatizado se inconscientes que votan a sus propios verdugos.
Salvo que la presión popular sea tan masiva e intensa que meta miedo a los políticos, el sistema va a resistir décadas porque está muy bien guardado por policías, jueces y periodistas, que son los verdaderos defensores de la falsa democracia. En Italia, los jueces tomaron la iniciativa de la regeneración y arrastraron a la prensa, las fuerzas del orden y a los ciudadanos, lo que provocó el terremoto libertador.
El único camino para la regeneración española no pasa por las urnas, sino por la protesta masiva de los ciudadanos y por un rey que tome conciencia del desastre y tenga el valor de empujar el sistema para que termine de caerse y se abran las compuertas de la necesaria regeneración.
Francisco Rubiales
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