Buena parte de los editores y periodistas españoles se han ganado a pulso el desprecio de los ciudadanos libres y demócratas. Tenían la obligación de decir siempre la verdad y de mantener su independencia y capacidad para criticar y fiscalizar a los grandes poderes, como exige la democracia, pero muchos de ellos han tomado partido, han renunciado a la verdad y en vez de criticar al poder se han convertido en sus aliados y cómplices. Muchos periodistas y editores han caido tan bajo que se han integrado en las sucias labores de desinformación y manipulación, convirtiéndose en "policías del pensamiento" al servicio del poder político.
Ahora, cuando la crisis los está golpeando con fuerza, colocando a los medios al borde del cierre y dejando vacías las redacciones, los ciudadanos tienen derecho a contemplar el desastre de la profesión periodística con indiferencia y a exclamar "¡Que les ayuden ahora sus amigos políticos!".
Conscientes de su vergonzoso divorcio con la audiencia, los editores están acosando al gobierno de Zapatero para que les ayude y les de dinero para salvar sus imperios mediáticos agrietados. Pero si el gobierno accede a beneficiar a los medios de comunicación con dinero público, tendrán que responder ante los ciudadanos de esa nueva arbitrariedad antidemocrática.
Para desgracia de todos, el comportamiento del periodismo español se ha tornado mayoritariamente antidemocrático. La descarada sumisión de muchos al poder político y la pérdida masiva de la independencia informativa y su complicidad con la manipulación y el engaño les han hecho perder prestigio y cubrirse de vergüenza e indignidad ante los demócratas, gran parte de los cuales consume ya información libre en Internet.
No hace mucho tiempo, cuando la gente todavía creía que España era una democracia, los periodistas, junto con los políticos, eran considerados héroes por la sociedad española, que valoraba los servicios que prestaban al sistema. Hoy, el prestigio y la imagen de ambos grupos caen en picado y los ciudadanos ya no los contemplan como héroes sino como villanos. Los periodistas, junto con los políticos, los policías y los jueces, son los que más intensa y velozmente pierden prestigio e imagen en España, lo que refleja hasta que punto ha avanzado la degeneración de la democracia..
Con muy pocas excepciones, el periodismo español se ha llenado de ignominia al someterse al poder, al tomar partido por los políticos, nunca por los ciudadanos, y al protagonizar actuaciones bochornosas como los ocurridos en las últimas elecciones generales de 2008: el boicot mediático a UPyD, las dos entrevistas de Gabilondo en la "Cuatro", a Rajoy (hostil) y a Zapatero (sumisa), y los dos impresentables debates "cara a cara" entre Zapatero y Rajoy, organizados por la Academia de Televisión.
El papel del periodista en democracia es decisivo. Debe controlar a los grandes poderes y fiscalizarlos a través de la información y la crítica, al mismo tiempo que porporciona a la sociedad la información que necesita para tener criterio y ser libre. Pero en los periodos electorales y en situaciones críticas, como la que vive actualmente España, el papel del periodista democrático es todavía más crucial si cabe porque está obligado a informar a los ciudadanos, con independencia y libertad para que posean toda la información y el criterio que necesitan para tomar decisiones o votar consecuentemente.
Todo eso ha fallado en un periodismo español que, masivamente, ha tomado partido por alguna de las fuerzas políticas contendientes y ha cambiado el deber de informar por el de "cazar" al adversario y explotar sus errores y debilidades. La pérdida de la independencia y el descarado apoyo al bando propio han sido especialmente graves en los medios públicos, donde los periodistas se han puesto masivamente al servicio del pensamiento dominante y de lo políticamente correcto. Algunos de esos medios, como el Canal Sur de Andalucía, tuvieron que ser reprendidos por los encargados de vigilar la pureza electoral, ante su descarado apoyo al poder oficial.
Demasiados periodistas han actuado como "comisarios políticos" del poder, atacando al adversario, ignorando los errores propios y proporcionando argumentos e informaciones que puedan ayudar al bando propio a conseguir votos. Es el mismo comportamiento que tuvieron los periodistas de Hitler y los corresponsales y periodistas de agencias y periódicos comunistas, como Tass, Pravda, L'Unitá, Mundo Obrero y otros muchos medios mentirosos y vergonzosamente sometidos al poder durante décadas.
Si en la mal llamada "democracia española" se aplicara la misma vara de medir que en los Estados Unidos, donde tuvo que dimitir una asesora periodista del candidato Obama por llamar "monstruo" a Hillary Clinton, ¿cuantos periodistas españoles podrían conservar su puesto de trabajo?
FR
Ahora, cuando la crisis los está golpeando con fuerza, colocando a los medios al borde del cierre y dejando vacías las redacciones, los ciudadanos tienen derecho a contemplar el desastre de la profesión periodística con indiferencia y a exclamar "¡Que les ayuden ahora sus amigos políticos!".
Conscientes de su vergonzoso divorcio con la audiencia, los editores están acosando al gobierno de Zapatero para que les ayude y les de dinero para salvar sus imperios mediáticos agrietados. Pero si el gobierno accede a beneficiar a los medios de comunicación con dinero público, tendrán que responder ante los ciudadanos de esa nueva arbitrariedad antidemocrática.
Para desgracia de todos, el comportamiento del periodismo español se ha tornado mayoritariamente antidemocrático. La descarada sumisión de muchos al poder político y la pérdida masiva de la independencia informativa y su complicidad con la manipulación y el engaño les han hecho perder prestigio y cubrirse de vergüenza e indignidad ante los demócratas, gran parte de los cuales consume ya información libre en Internet.
No hace mucho tiempo, cuando la gente todavía creía que España era una democracia, los periodistas, junto con los políticos, eran considerados héroes por la sociedad española, que valoraba los servicios que prestaban al sistema. Hoy, el prestigio y la imagen de ambos grupos caen en picado y los ciudadanos ya no los contemplan como héroes sino como villanos. Los periodistas, junto con los políticos, los policías y los jueces, son los que más intensa y velozmente pierden prestigio e imagen en España, lo que refleja hasta que punto ha avanzado la degeneración de la democracia..
Con muy pocas excepciones, el periodismo español se ha llenado de ignominia al someterse al poder, al tomar partido por los políticos, nunca por los ciudadanos, y al protagonizar actuaciones bochornosas como los ocurridos en las últimas elecciones generales de 2008: el boicot mediático a UPyD, las dos entrevistas de Gabilondo en la "Cuatro", a Rajoy (hostil) y a Zapatero (sumisa), y los dos impresentables debates "cara a cara" entre Zapatero y Rajoy, organizados por la Academia de Televisión.
El papel del periodista en democracia es decisivo. Debe controlar a los grandes poderes y fiscalizarlos a través de la información y la crítica, al mismo tiempo que porporciona a la sociedad la información que necesita para tener criterio y ser libre. Pero en los periodos electorales y en situaciones críticas, como la que vive actualmente España, el papel del periodista democrático es todavía más crucial si cabe porque está obligado a informar a los ciudadanos, con independencia y libertad para que posean toda la información y el criterio que necesitan para tomar decisiones o votar consecuentemente.
Todo eso ha fallado en un periodismo español que, masivamente, ha tomado partido por alguna de las fuerzas políticas contendientes y ha cambiado el deber de informar por el de "cazar" al adversario y explotar sus errores y debilidades. La pérdida de la independencia y el descarado apoyo al bando propio han sido especialmente graves en los medios públicos, donde los periodistas se han puesto masivamente al servicio del pensamiento dominante y de lo políticamente correcto. Algunos de esos medios, como el Canal Sur de Andalucía, tuvieron que ser reprendidos por los encargados de vigilar la pureza electoral, ante su descarado apoyo al poder oficial.
Demasiados periodistas han actuado como "comisarios políticos" del poder, atacando al adversario, ignorando los errores propios y proporcionando argumentos e informaciones que puedan ayudar al bando propio a conseguir votos. Es el mismo comportamiento que tuvieron los periodistas de Hitler y los corresponsales y periodistas de agencias y periódicos comunistas, como Tass, Pravda, L'Unitá, Mundo Obrero y otros muchos medios mentirosos y vergonzosamente sometidos al poder durante décadas.
Si en la mal llamada "democracia española" se aplicara la misma vara de medir que en los Estados Unidos, donde tuvo que dimitir una asesora periodista del candidato Obama por llamar "monstruo" a Hillary Clinton, ¿cuantos periodistas españoles podrían conservar su puesto de trabajo?
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