Los tiempos cambian y también las sensibilidades, preocupaciones y prioridades de los españoles. El terrorismo ya no es nuestro peor enemigo. Las encuestas señalan ya el problema económico de España como la mayor preocupación y a los políticos como el gran obstáculo, muy por delante de los terroristas. Sin el maquillaje habitual del gobierno, quizás saliera a la luz la gran sorpresa de que los políticos son un mayor problema de España y las administraciones públicas aparecerían señaladas como el gran enemigo de los ciudadanos, todo un dramático reflejo del estado putrefacto de la democracia española y del tremendo fracaso de "la casta"..
El gobierno y los partidos, preocupados porque aparecen señalados por el dedo acusador de los ciudadanos, quieren resucitar la preocupación por el terrorismo y vuelven a suscitar el debate de la presencia terrorista camuflada en las próximas elecciones. Algunos quieren ilegalizar a las "marcas blancas" etarras, mientras que otros quieren hacer caer a ETA en la tentación de participar de la suculenta tarta del dinero del Estado, permitiéndoles una presencia en los ayuntamientos que supone más dinero que todo el que pueda recaudar ETA mediante la extorsión y el chantaje.
Zapatero aparece ahora empeñado en cazar etarras, pero la meta de la negociación sigue viva y el objetivo es nada menos que el PSOE siga cuatro años más en la Moncloa, impulsado por la rendición de ETA.
Pero los ciudadanos van por otro camino, muy alejado del endogámico y pervertido mundo de los políticos, y sus preocupaciones se concentran en el desempleo masivo, en la crisis económica, en la inmigración y, de manera creciente, en la conciencia de que los políticos son el verdadero gran problema de España.
Como ciudadanos demócratas, descubrimos cada día que ETA no es, ni mucho menos, nuestro peor enemigo y sabemos que, aunque lo aparenten, tampoco es el peor enemigo del Estado.
Es más, muchos sospechamos que ETA, además de ser una banda asesina y enemiga de la democracia y de la convivencia, es, también, una gran coartada para el poder, un deslumbrante destello que ciega a los ciudadanos, que concentra su atención y hace que olviden los verdaderos grandes dramas de la vida: la desigualdad, la violencia, la injusticia, la pobreza, la indefensión ante la enfermedad, la inseguridad en las calles, el abuso de poder, la corrupción galopante en el sector público y el ilícito dominio que el poder impone al ciudadano.
Si redactásemos una inteligente lista de nuestros enemigos y miedos, descubriríamos que ETA esté en la cola. Comprendemos que, para los ciudadanos que hayan sufrido el azote terrorista en carnes propias o en las de sus allegados, ETA ocupe un lugar en la cabeza de la lista, pero, para muchos otros ciudadanos, ETA está mas lejos que muchas otras lacras y amenazas que, desgraciadamente, debemos soportar a diario y que amargan nuestra existencia.
Por delante de ETA están los nacionalistas extremos, que pugnan por destruir nuestra nación, que discriminan al resto de los españoles y que persiguen la lengua española; los que impulsan y aprueban estatutos insolidarios que rompen la igualdad, la solidaridad y la unidad de España; los partidos políticos que han traicionado "nuestra" democracia y la han convertido, a escondidas, en "su" propia oligocracia; los responsables de que España esté hoy llena de bandas de delincuentes albanokosovares, colombianos y marroquíes, que roban, apalean y asesinan casi con impunidad; los responsables del desastre de la educación de los jóvenes españoles; los que han alimentado el hundimiento de los valores; los que han aprobado la nefasta ley del menor, que convierte a los delincuentes adolescentes en criminales impunes; los que manipulan desde el poder y rigen la Justicia injusta que juzga según sople el viento o convenga a la jugada; los que nos obligan a pagar impuestos y los malgastan en comprar voluntades y engrosar sus sueldos y privilegios, sin ofrecer a cambio servicios necesarios y eficientes; los que utilizan los medios de comunicación para engañar y dominar, no para informar; los que nos han pedido el voto y nos traicionan incumpliendo sus promesas electorales; los que mienten mientras gobiernan y la multitud de poderosos arrogantes que demuestran cada día su incapacidad e ineficacia, a pesar de disponer a su antojo de nuestros dineros y de los casi ilimitados recursos del Estado, pertinazmente incapaces de hacer retroceder la desigualdad, la injusticia, la pobreza, la violencia contra los débiles y el dolor de los humildes.
Para la mayoría de los españoles, hasta los que utilizan las carreteras y vías urbanas para esquilmar a los conductores con multas y los ayuntamientos que sancionan por todo, con el único fin de recaudar, son hoy enemigos más reales que ETA.
El gobierno y los partidos, preocupados porque aparecen señalados por el dedo acusador de los ciudadanos, quieren resucitar la preocupación por el terrorismo y vuelven a suscitar el debate de la presencia terrorista camuflada en las próximas elecciones. Algunos quieren ilegalizar a las "marcas blancas" etarras, mientras que otros quieren hacer caer a ETA en la tentación de participar de la suculenta tarta del dinero del Estado, permitiéndoles una presencia en los ayuntamientos que supone más dinero que todo el que pueda recaudar ETA mediante la extorsión y el chantaje.
Zapatero aparece ahora empeñado en cazar etarras, pero la meta de la negociación sigue viva y el objetivo es nada menos que el PSOE siga cuatro años más en la Moncloa, impulsado por la rendición de ETA.
Pero los ciudadanos van por otro camino, muy alejado del endogámico y pervertido mundo de los políticos, y sus preocupaciones se concentran en el desempleo masivo, en la crisis económica, en la inmigración y, de manera creciente, en la conciencia de que los políticos son el verdadero gran problema de España.
Como ciudadanos demócratas, descubrimos cada día que ETA no es, ni mucho menos, nuestro peor enemigo y sabemos que, aunque lo aparenten, tampoco es el peor enemigo del Estado.
Es más, muchos sospechamos que ETA, además de ser una banda asesina y enemiga de la democracia y de la convivencia, es, también, una gran coartada para el poder, un deslumbrante destello que ciega a los ciudadanos, que concentra su atención y hace que olviden los verdaderos grandes dramas de la vida: la desigualdad, la violencia, la injusticia, la pobreza, la indefensión ante la enfermedad, la inseguridad en las calles, el abuso de poder, la corrupción galopante en el sector público y el ilícito dominio que el poder impone al ciudadano.
Si redactásemos una inteligente lista de nuestros enemigos y miedos, descubriríamos que ETA esté en la cola. Comprendemos que, para los ciudadanos que hayan sufrido el azote terrorista en carnes propias o en las de sus allegados, ETA ocupe un lugar en la cabeza de la lista, pero, para muchos otros ciudadanos, ETA está mas lejos que muchas otras lacras y amenazas que, desgraciadamente, debemos soportar a diario y que amargan nuestra existencia.
Por delante de ETA están los nacionalistas extremos, que pugnan por destruir nuestra nación, que discriminan al resto de los españoles y que persiguen la lengua española; los que impulsan y aprueban estatutos insolidarios que rompen la igualdad, la solidaridad y la unidad de España; los partidos políticos que han traicionado "nuestra" democracia y la han convertido, a escondidas, en "su" propia oligocracia; los responsables de que España esté hoy llena de bandas de delincuentes albanokosovares, colombianos y marroquíes, que roban, apalean y asesinan casi con impunidad; los responsables del desastre de la educación de los jóvenes españoles; los que han alimentado el hundimiento de los valores; los que han aprobado la nefasta ley del menor, que convierte a los delincuentes adolescentes en criminales impunes; los que manipulan desde el poder y rigen la Justicia injusta que juzga según sople el viento o convenga a la jugada; los que nos obligan a pagar impuestos y los malgastan en comprar voluntades y engrosar sus sueldos y privilegios, sin ofrecer a cambio servicios necesarios y eficientes; los que utilizan los medios de comunicación para engañar y dominar, no para informar; los que nos han pedido el voto y nos traicionan incumpliendo sus promesas electorales; los que mienten mientras gobiernan y la multitud de poderosos arrogantes que demuestran cada día su incapacidad e ineficacia, a pesar de disponer a su antojo de nuestros dineros y de los casi ilimitados recursos del Estado, pertinazmente incapaces de hacer retroceder la desigualdad, la injusticia, la pobreza, la violencia contra los débiles y el dolor de los humildes.
Para la mayoría de los españoles, hasta los que utilizan las carreteras y vías urbanas para esquilmar a los conductores con multas y los ayuntamientos que sancionan por todo, con el único fin de recaudar, son hoy enemigos más reales que ETA.
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