El asalto del sanchismo al Poder Judicial es la última fechoría del tirano. Ese control absoluto que quiere ejercer sobre todas las instituciones y recursos del poder en España, (Ejecutivo, Justicia, Parlamento, Fuerzas Armadas, Monarquía, Correos, Indra, fisco, cultura, etc.) es tan antidemocrático e inmoral que el deber de todo pueblo es, como ha dicho la presidenta de la Comunidad de Madrid, oponerse al autoritarismo de Pedro Sánchez.
Hasta ahora creíamos que Sánchez sólo pretendía mantenerse en el poder, pero ahora sabemos que lo que realmente quiere es cambiar España y acabar con el sistema democrático. Mantenerse en el poder no es el fin último sino el medio para imponer un nuevo sistema y una nuevas reglas del juego que limiten las libertades y derechos del ciudadano y potencien el poder del Estado, lo mismo que hace el comunismo cuando clave sus garras sobre un país.
Los socialistas siempre acumulan poder y reducen libertades. Lo han hecho una y otra vez a lo largo y ancho de la Historia. Felipe González decidió violar el cadáver de Montesquieu con la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Frente al gobierno de los jueces por los jueces estableció un reparto de cromos en un modelo bipartidista obligando al consenso de tres quintas partes. Aquello era un paso hacia la tiranía, pero todavía se quedaba en los ámbitos de la democracia, aunque la empobrecía. Pero Pedro Sánchez pretende ahora una nueva vuelta de tuerca modificando la ley que exige una mayoría reforzada de tres quintos por una mayoría simple. De esta manera lograría renovar el CGPJ y de paso controlar el Tribunal Constitucional.
¿Para qué quiere Sánchez ese control de la Justicia? Para que sus leyes, claramente anticonstitucionales, no sean tumbadas por el Tribunal Constitucional, que en toda democracia ejerce como guardián supremo de la legalidad.
Con ese paso y con muchos otros como las mentiras, el uso continuo de los decretos, la eliminación del debate, la compra de voluntades y medios con dinero público, el uso arbitrario y probablemente delictivo de los fondos y un largo etcétera, Sánchez se convierte, técnica, abiertamente y sin la menor duda, en un vulgar y dañino tirano, el el único tirano miembro de la Unión Europea.
El horizonte de España, en manos de un Sánchez sin controles democráticos, es tenebroso. Por el horizonte despuntan tornado y tsunamis como contentar a ERC con un referéndum pactado y un nuevo estatuto abiertamente contrario a la unidad nacional.
¿Que Sánchez no se atreverá a hacerlo? Lo hará, si no se lo impedimos, y llegará mucho más lejos porque su ambición no tiene límites. Algunos creen que se atreverá incluso a herir de muerte al sistema alterando los resultados electorales.
La inconsistencia y cobardía del PP, el principal partido de la oposición, agrava la situación. A ese partido le faltan muchas cosas para poder detener al tirano y salvar la democracia, entre ellas valor, dignidad, amor a España, fe en la democracia y limpieza. Si se mira la historia reciente, descubrimos con tristeza que lo que hoy ocurre es consecuencia de muchos errores del PP, sobre todo del mandato del nefasto Rajoy, que reforzó las bases de la tiranía y traicionó a sus votantes respetando todas las leyes del socialista Zapatero, incluso la demencial ley de Memoria Histórica, la que enterró el perdón y la concordia que se consensuaron tras la muerte de Franco y crearon una España prospera y unida que hoy los socialistas ya han dinamitado.
Que Dios salve a España porque los españoles somos demasiado cobardes para detener a la bestia.
Francisco Rubiales
Hasta ahora creíamos que Sánchez sólo pretendía mantenerse en el poder, pero ahora sabemos que lo que realmente quiere es cambiar España y acabar con el sistema democrático. Mantenerse en el poder no es el fin último sino el medio para imponer un nuevo sistema y una nuevas reglas del juego que limiten las libertades y derechos del ciudadano y potencien el poder del Estado, lo mismo que hace el comunismo cuando clave sus garras sobre un país.
Los socialistas siempre acumulan poder y reducen libertades. Lo han hecho una y otra vez a lo largo y ancho de la Historia. Felipe González decidió violar el cadáver de Montesquieu con la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Frente al gobierno de los jueces por los jueces estableció un reparto de cromos en un modelo bipartidista obligando al consenso de tres quintas partes. Aquello era un paso hacia la tiranía, pero todavía se quedaba en los ámbitos de la democracia, aunque la empobrecía. Pero Pedro Sánchez pretende ahora una nueva vuelta de tuerca modificando la ley que exige una mayoría reforzada de tres quintos por una mayoría simple. De esta manera lograría renovar el CGPJ y de paso controlar el Tribunal Constitucional.
¿Para qué quiere Sánchez ese control de la Justicia? Para que sus leyes, claramente anticonstitucionales, no sean tumbadas por el Tribunal Constitucional, que en toda democracia ejerce como guardián supremo de la legalidad.
Con ese paso y con muchos otros como las mentiras, el uso continuo de los decretos, la eliminación del debate, la compra de voluntades y medios con dinero público, el uso arbitrario y probablemente delictivo de los fondos y un largo etcétera, Sánchez se convierte, técnica, abiertamente y sin la menor duda, en un vulgar y dañino tirano, el el único tirano miembro de la Unión Europea.
El horizonte de España, en manos de un Sánchez sin controles democráticos, es tenebroso. Por el horizonte despuntan tornado y tsunamis como contentar a ERC con un referéndum pactado y un nuevo estatuto abiertamente contrario a la unidad nacional.
¿Que Sánchez no se atreverá a hacerlo? Lo hará, si no se lo impedimos, y llegará mucho más lejos porque su ambición no tiene límites. Algunos creen que se atreverá incluso a herir de muerte al sistema alterando los resultados electorales.
La inconsistencia y cobardía del PP, el principal partido de la oposición, agrava la situación. A ese partido le faltan muchas cosas para poder detener al tirano y salvar la democracia, entre ellas valor, dignidad, amor a España, fe en la democracia y limpieza. Si se mira la historia reciente, descubrimos con tristeza que lo que hoy ocurre es consecuencia de muchos errores del PP, sobre todo del mandato del nefasto Rajoy, que reforzó las bases de la tiranía y traicionó a sus votantes respetando todas las leyes del socialista Zapatero, incluso la demencial ley de Memoria Histórica, la que enterró el perdón y la concordia que se consensuaron tras la muerte de Franco y crearon una España prospera y unida que hoy los socialistas ya han dinamitado.
Que Dios salve a España porque los españoles somos demasiado cobardes para detener a la bestia.
Francisco Rubiales
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