Nueve reinas: ¿'La foto' del régimen?

Al hilo del comenterio de Jové, la situación de los últimos años se asemejan a una escena habitual en monterías de caza. Las reahalas, de perros, azuzadas por sus perreros, hacen huir despavoridos a venados, jabalíes, corzos, muflones, etc, que creen burlar el peligro internándose en lo más frondoso del monte, ignorando su fatal destino. Los cazadores, prestas sus armas y bien apostados en sus puestos, solo esperan el paso de estas por sus campos de tiro asignados. Uno a uno van siendo abatidos, sin piedad, sumando al ensordecedor cúmulo de ladridos, el fragor de los disparos y el olor, espeso, a pólvora y sangre. Así es la caza. Así está regulado y establecido, con los debidos controles que garanticen la lógica continuidad de las especies.

El último año de la segunda legislatura de Aznar, como dice Jové, fue fundamental para la que se dieran las circunstancias actuales. Fue a sabiendas. Se le comunicó en la calle y en la prensa y en su propio gabinete de asesores y cargos de confianza. Su prepotencia y obsesión por el protagonismo vanidoso le llevó al endiosamiento que produjo en el pueblo, el efecto exacto al de la rehala de perros, sobre las presas de caza, provocando la estampida del elector, que en su huida se refugió en el primer "talante" que se encontró en su camino, sin saber que esa era su trampa mortal. Huyendo de las agresivas fauces, del perro, fue atrapado en el dogal del matador, que, con total normalidad, hace su trabajo, de exterminio, en la naturalidad de su condición y de su legalidad que le legitima y ampara.

Nada que objetar, si en lugar de personas, fuesen reses de cotos de caza. Algo que el rojo, y sus "escopeteros", no acaban de distinguir, o no están dispuestos a ello, engallados en su cobardía por la indefensión a la que someten a los sumisos habitantes de la Nación, de la que se alimentan, convertida en su particular coto, donde las abaten, a cara descubierta, a plena luz del día, sin controli, ni razón, ni oposición, mientras los guardas y responsables, garantes de la lógica democrática, miran para otro lado, mientras engullen los restos residuales del satisfecho apetito del cazador en jefe.

El desastre no es solo la "carnicería" y destrozos irreversibles, que provocan. Lo más grave y preocupante es la actitud de sus víctimas, que apáticas e incomprensiblemente entregadas, se dejan "asesinar" como perdices enjauladas, ajenas a su inminente final. Renunciando, misteriosamente, a su futuro. Aceptando como naturalidad la indignidad y cobarde sumisión, en su condición de res destinada al deporte cinegético de su opresor. Renunciando a la huida, a pesar que las rehalas de caninos han sido desplazas por auténticas jaurías de hienas carroñeras, insaciables...como si de un suicidio colectivo, de identidad, se tratara.

Mientras muchos se preguntan dónde estarán los hombres buenos. Esos que no hacen nada por impedir el triunfo de tanto mal. Saben que los hay, pero deben quedar tan pocos...

Saludos cordiales a todas las personas de buena voluntad.

PD. para la reflexión. ¿Qué clase de gente puede aferrarse a una banda de asesinos terroristas, dispuestos a compartir el Estado contra toda una Nación de gente decente, rigurosamente fiel a la legalidad democrática?