El próximo 20 de enero, al cumplirse el primer año de la presidencia de Barak Obama, son muchos los que se interrogan sobre lo que realmente representa el 44° Presidente de los Estados Unidos de América. Sus primeros movimientos indican que es un pragmático capaz de saltarse tanto las recetas de la derecha como de la izquierda, que tiene la voluntad de unir al país cerrando las heridas abiertas durante el mandato de Bush y que pretende construir un nuevo modelo económico porque cree que el anterior ha sido pulverizado por la peor crisis económica mundial en medio siblo.
Sin embargo, todavía es demasiado pronto para saber si el Obama es un bluff, un nuevo Zapataro en el poder o un verdadero genio. Por lo pronto, el sorprendente, contradictorio e impevisible presidente mulato del Imperio acaba de inaugutrar su reciente Premino Nobel de la Paz abriendo un nuevo frente de guerra en Yemen, el cuarto de los Estados Unidos (después de Irak, Afganistán y Pakistán).
La prensa "progre" de todo el mundo lo oculta o lo minimiza, como si fuera un "pecado", pero The New York Times informa que, desde hace días, Estados Unidos está bombardeando los refugios de Al Quaeda en Yemen, una decisión peligrosa porque provoca víctimas civiles cuyos familiares, cargados de odio, suelen engrosar las filas de la yihad.
A Obama le llueven las críticas desde la derecha y la izquierda radical, mientras que la gran masa de americanos que le llevaron con sus votos hasta la Casa Blanca permanece estupefacta e indecisa al contemplar como, en política exterior, Obama se parece a Bush como dos gotas de agua, mientras que sus ideas reformistas quedan muy frenadas y minimizadas en el ,ambito interno.
Algunos le tildan de mentiroso; otros de débil; otros muchos de no saber hacer otra cosa que dar discursos brillantes pero huecos. Unos pocos lo comparan con el español Zapatero, cuya imagen en Estados Unidos es la de un reformista truculento y fracasado. Lo cierto es que su principal batalla, la de la reforma sanitaria, se ha quedado en poco tras su periplo por el poder legislativo.
El flamante presidente está sometido a un terrible y peligroso fuego cruzado. Sarah Palin, la candidata republicana a la Vicepresidencia en las últimas elecciones,afirmó que la reforma sanitaria de Obana crearía "comités de la muerte" encargados de liquidar a los viejos para ahorrar dinero al Estado. era una acusación exagerada, pero The New York Times parece pensar algo parecido cuando argumenta que la reforma de Obama obliga a "Evaluar el coste médico del final de la vida", algo que mete miedo a la sociedad y escandaliza a los conservadores.
Las balas llueven desde todos los ángulos: el frustrado fin de los abusos de Guantánamo, los fallos en la Seguridad Nacional, el fracaso de los sistemas de inteligencia, puestos de relieve con el último atentado aereo frustrado, etc.
2010 será un año decisivo para Obama, en el que la audiencia americana tendrá que optar por una de las tres posibilidades: Obama es un "bluff, un Zapatero o un genio.
Ojalá sea la tercera o la primera, porque la segunda sería la peor para los USA y para el mundo civilizado.
Sin embargo, todavía es demasiado pronto para saber si el Obama es un bluff, un nuevo Zapataro en el poder o un verdadero genio. Por lo pronto, el sorprendente, contradictorio e impevisible presidente mulato del Imperio acaba de inaugutrar su reciente Premino Nobel de la Paz abriendo un nuevo frente de guerra en Yemen, el cuarto de los Estados Unidos (después de Irak, Afganistán y Pakistán).
La prensa "progre" de todo el mundo lo oculta o lo minimiza, como si fuera un "pecado", pero The New York Times informa que, desde hace días, Estados Unidos está bombardeando los refugios de Al Quaeda en Yemen, una decisión peligrosa porque provoca víctimas civiles cuyos familiares, cargados de odio, suelen engrosar las filas de la yihad.
A Obama le llueven las críticas desde la derecha y la izquierda radical, mientras que la gran masa de americanos que le llevaron con sus votos hasta la Casa Blanca permanece estupefacta e indecisa al contemplar como, en política exterior, Obama se parece a Bush como dos gotas de agua, mientras que sus ideas reformistas quedan muy frenadas y minimizadas en el ,ambito interno.
Algunos le tildan de mentiroso; otros de débil; otros muchos de no saber hacer otra cosa que dar discursos brillantes pero huecos. Unos pocos lo comparan con el español Zapatero, cuya imagen en Estados Unidos es la de un reformista truculento y fracasado. Lo cierto es que su principal batalla, la de la reforma sanitaria, se ha quedado en poco tras su periplo por el poder legislativo.
El flamante presidente está sometido a un terrible y peligroso fuego cruzado. Sarah Palin, la candidata republicana a la Vicepresidencia en las últimas elecciones,afirmó que la reforma sanitaria de Obana crearía "comités de la muerte" encargados de liquidar a los viejos para ahorrar dinero al Estado. era una acusación exagerada, pero The New York Times parece pensar algo parecido cuando argumenta que la reforma de Obama obliga a "Evaluar el coste médico del final de la vida", algo que mete miedo a la sociedad y escandaliza a los conservadores.
Las balas llueven desde todos los ángulos: el frustrado fin de los abusos de Guantánamo, los fallos en la Seguridad Nacional, el fracaso de los sistemas de inteligencia, puestos de relieve con el último atentado aereo frustrado, etc.
2010 será un año decisivo para Obama, en el que la audiencia americana tendrá que optar por una de las tres posibilidades: Obama es un "bluff, un Zapatero o un genio.
Ojalá sea la tercera o la primera, porque la segunda sería la peor para los USA y para el mundo civilizado.
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