Frente a una casta política blindada que se ha apoderado del Estado, que antepone sus propios intereses al bien común y que ha conseguido sacudirse todo control democrático, al ciudadano le quedan pocos recursos, pero todavía posee tres armas de un valor inmenso, con las cuales, aunque parezca imposible, puede derrotar a ese poder político de impresionante fuerza, dueño de la policía, del ejército, de los servicios secretos, de las leyes y del dinero de todos.
Esas armas cívicas capaces de derrotar al poder son el debate, la crítica y el boicot.
El debate es una de las actividades superiores del ser inteligente. Consiste en buscar la verdad junto a otras personas, aportando ideas y argumentos. El debate, cuando es cívico y lúcido, ayuda a descubrir la verdad, fortalece la mente y afirma las convicciones y criterios. Es un raro y valioso recurso de libertad que nos blinda frente al engaño del poder. Quien practica el debate, difícilmente será engañado y manipulado.
La crítica, cuando es inteligente e imaginativa, es demoledora. No hay gobierno ni partido, ni sistema que resista una buena dosis de crítica argumentada que ponga de relieve sus carencias, errores y daños. Criticar significa desposeer de prestigio a quien no lo merece, difundir las ideas democráticas por los cuatro vientos, aprovechando las nuevas tecnologías y espacios libres, como Internet, a disposición del ciudadano. La crítica inteligente y los argumentos destruyeron uno de los poderes más sólidos del siglo XX, el de Mohamed Reza Palhevi, en Irán. Combinada con el debate y con la conversación cívica, la crítica es de una eficacia sobrecogedora. Es probable que la crítica inteligente y justa haya sido la principal causante de que los políticos aparezcan ya en las encuestas como el tercer gran problema de España. Hay que conseguir que sean elevados hasta el primer puesto, que es el que justamente merecen, pues son ellos los culpables del desempleo (primer problema) y del deterioro de la economía (segundo problema).
El boicot es un arma revolucionaria y democrática al servicio del ciudadano, que puede ejercerla en cada instante, cuando compra, cuando lee, cuando conecta la radio y la televisión, cuando consume, cuando otorga su respeto y cariño... Para un auténtico demócrata, el boicot no es una opción, sino un deber. Debe boicotear a los malos políticos para despojarlos del prestigio social que no merecen, a los medios de comunicación que se someten al poder y que, a cambio de publicidad, concesiones y filtraciones, difunden la verdad del poder, que es distinta a la verdad auténtica y limpia. Debe boicotear a los empresarios y empresas que sostienen al poder antidemocrático, a los intelectuales que difunden propaganda en lugar de cultura y verdad, a los nacionalistas que odian la nación y dinamitan la convivencia, a las empresas y productos que los financian, a los que viven del odio y los esparcen como semilla maliciosa.
La sociedad civil está postrada y casi en estado de coma, pero si utiliza sus propios recursos resucitará casi milagrosamente porque la lucha genera energía y fuerzas increíbles. Una sociedad civil decidida a no soportar más el expolio, la corrupción y el mal gobierno es una terrible arma de destrucción tan masiva como pacífica y limpia.
Boicot y crítica también en sentido inverso, apoyando a los demócratas, difundiendo las ideas positivas, ensalzando los valores, exigiendo limpieza, entregando nuestro dinero y nuestro amor a las buenas causas...
Debemos ser conscientes de que el esfuerzo para convencer a la sociedad que nuestro mundo puede ser mejor que la pocilga en la que nos movemos, que la democracia hay que hacerla cada día, con mucho trabajo y sacrificio, será inmenso, casi eterno, pero merece la pena.
Prepararse para ese combate definitivo, en el que la inteligencia y la razón se enfrentarán a la fuerza y al abuso, es ya una ineludible obligación democrática: conciencia de que la lectura y el debate refuerzan la inteligencia y la libertad; seguridad de que el comportamiento ejemplar de los demócratas debe ser el contrapunto de la mezquindad de los corruptos y de los ilegítimos; fe en que el bien, tarde o temprano, termina siempre por derrotar al mal.
Empecemos por una acción concreta: inundemos La Moncloa con mensajes de rechazo a Zapatero. Pulsa aquí para hacerlo.
Esas armas cívicas capaces de derrotar al poder son el debate, la crítica y el boicot.
El debate es una de las actividades superiores del ser inteligente. Consiste en buscar la verdad junto a otras personas, aportando ideas y argumentos. El debate, cuando es cívico y lúcido, ayuda a descubrir la verdad, fortalece la mente y afirma las convicciones y criterios. Es un raro y valioso recurso de libertad que nos blinda frente al engaño del poder. Quien practica el debate, difícilmente será engañado y manipulado.
La crítica, cuando es inteligente e imaginativa, es demoledora. No hay gobierno ni partido, ni sistema que resista una buena dosis de crítica argumentada que ponga de relieve sus carencias, errores y daños. Criticar significa desposeer de prestigio a quien no lo merece, difundir las ideas democráticas por los cuatro vientos, aprovechando las nuevas tecnologías y espacios libres, como Internet, a disposición del ciudadano. La crítica inteligente y los argumentos destruyeron uno de los poderes más sólidos del siglo XX, el de Mohamed Reza Palhevi, en Irán. Combinada con el debate y con la conversación cívica, la crítica es de una eficacia sobrecogedora. Es probable que la crítica inteligente y justa haya sido la principal causante de que los políticos aparezcan ya en las encuestas como el tercer gran problema de España. Hay que conseguir que sean elevados hasta el primer puesto, que es el que justamente merecen, pues son ellos los culpables del desempleo (primer problema) y del deterioro de la economía (segundo problema).
El boicot es un arma revolucionaria y democrática al servicio del ciudadano, que puede ejercerla en cada instante, cuando compra, cuando lee, cuando conecta la radio y la televisión, cuando consume, cuando otorga su respeto y cariño... Para un auténtico demócrata, el boicot no es una opción, sino un deber. Debe boicotear a los malos políticos para despojarlos del prestigio social que no merecen, a los medios de comunicación que se someten al poder y que, a cambio de publicidad, concesiones y filtraciones, difunden la verdad del poder, que es distinta a la verdad auténtica y limpia. Debe boicotear a los empresarios y empresas que sostienen al poder antidemocrático, a los intelectuales que difunden propaganda en lugar de cultura y verdad, a los nacionalistas que odian la nación y dinamitan la convivencia, a las empresas y productos que los financian, a los que viven del odio y los esparcen como semilla maliciosa.
La sociedad civil está postrada y casi en estado de coma, pero si utiliza sus propios recursos resucitará casi milagrosamente porque la lucha genera energía y fuerzas increíbles. Una sociedad civil decidida a no soportar más el expolio, la corrupción y el mal gobierno es una terrible arma de destrucción tan masiva como pacífica y limpia.
Boicot y crítica también en sentido inverso, apoyando a los demócratas, difundiendo las ideas positivas, ensalzando los valores, exigiendo limpieza, entregando nuestro dinero y nuestro amor a las buenas causas...
Debemos ser conscientes de que el esfuerzo para convencer a la sociedad que nuestro mundo puede ser mejor que la pocilga en la que nos movemos, que la democracia hay que hacerla cada día, con mucho trabajo y sacrificio, será inmenso, casi eterno, pero merece la pena.
Prepararse para ese combate definitivo, en el que la inteligencia y la razón se enfrentarán a la fuerza y al abuso, es ya una ineludible obligación democrática: conciencia de que la lectura y el debate refuerzan la inteligencia y la libertad; seguridad de que el comportamiento ejemplar de los demócratas debe ser el contrapunto de la mezquindad de los corruptos y de los ilegítimos; fe en que el bien, tarde o temprano, termina siempre por derrotar al mal.
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