Me contaba no hace mucho un alto cargo político que están ingresando en los partidos políticos españoles oleadas de jóvenes sin ideología y sin escrúpulos, dispuestos a todo con tal de conquistar el poder. Admitió con tristeza que esas nuevas generaciones de políticos, que tarde o temprano llegarán a ser altos cargos en alguno de los gobiernos, van a restar todavía más calidad a la democracia española y la van a envilecer hasta niveles insospechados.
"Son gente que tiene entre 25 y 35 años, que acuden a la política con un enfoque profesional, para vivir de ella toda la vida", me decía escandalizado, y agregaba: "Con estos nuevos predadores en los partidos, todas tus críticas y análisis devastadores de Voto en Blanco pronto van a quedar ampliamente superados por la realidad".
Debo confesar que sentí escalofríos cuando me lo dijo, entre otras razones porque me cuesta trabajo imaginar niveles más altos de degradación y deterioro democrático que los que hoy infectan a los partidos políticos españoles, pero decidí indagar y pregunté a uno de mis contactos en el otro gran partido español.
Y no sólo me confirmó la información de su colega, sino que me dijo algo más inquietante aún: "Mientras que nosotros, para alcanzar ciertos niveles de corrupción y autoritarismo, siempre hemos tenido que librar una batalla con nuestras conciencias y aplastar nuestros viejos principios y valores, los nuevos llegan sin el más mínimo freno moral y se sienten dispuestos a todo, incluyendo la corrupción, la utilización del ciudadano para los intereses propios, la mentira y hasta el uso de la violencia". Y añadió: "Nosotros sólo hemos podido llegar a ser políticos profesionales empujados por nuestros partidos, ejerciendo una enorme presión sobre nuestros criterios y principios, pero ellos llegan ya convencidos de que la política "es un chollo" y que "la vida es corta y hay que aprovecharse". Y concluyó: "Ahora son ellos los que empujan a sus partidos hacia cotas más autoritarias y antidemocráticas".
Le pregunté, entonces, ¿cómo es posible que los partidos admitan a ese tipo de gente?, a lo que me respondió que "ese tipo de gente está llegando a todas partes, no sólo a los partidos, sino también a las empresas, a la policía, al ejército, a la Judicatura, al funcionariado y a la enseñanza". "Son los hijos de la democracia, gente temible", afirmó.
"Hay excepciones, pero en las nuevas hornadas de españoles hay mucho desalmado y gente sin escrúpulos. Es lo que hay en la sociedad, son el producto de padres cobardes y consentidores, de la degradación de la enseñanza y de los valores, de la muerte del esfuerzo y de la excelencia. Por desgracia, son los hijos de nuestra democracia.", concluyó.
"Son gente que tiene entre 25 y 35 años, que acuden a la política con un enfoque profesional, para vivir de ella toda la vida", me decía escandalizado, y agregaba: "Con estos nuevos predadores en los partidos, todas tus críticas y análisis devastadores de Voto en Blanco pronto van a quedar ampliamente superados por la realidad".
Debo confesar que sentí escalofríos cuando me lo dijo, entre otras razones porque me cuesta trabajo imaginar niveles más altos de degradación y deterioro democrático que los que hoy infectan a los partidos políticos españoles, pero decidí indagar y pregunté a uno de mis contactos en el otro gran partido español.
Y no sólo me confirmó la información de su colega, sino que me dijo algo más inquietante aún: "Mientras que nosotros, para alcanzar ciertos niveles de corrupción y autoritarismo, siempre hemos tenido que librar una batalla con nuestras conciencias y aplastar nuestros viejos principios y valores, los nuevos llegan sin el más mínimo freno moral y se sienten dispuestos a todo, incluyendo la corrupción, la utilización del ciudadano para los intereses propios, la mentira y hasta el uso de la violencia". Y añadió: "Nosotros sólo hemos podido llegar a ser políticos profesionales empujados por nuestros partidos, ejerciendo una enorme presión sobre nuestros criterios y principios, pero ellos llegan ya convencidos de que la política "es un chollo" y que "la vida es corta y hay que aprovecharse". Y concluyó: "Ahora son ellos los que empujan a sus partidos hacia cotas más autoritarias y antidemocráticas".
Le pregunté, entonces, ¿cómo es posible que los partidos admitan a ese tipo de gente?, a lo que me respondió que "ese tipo de gente está llegando a todas partes, no sólo a los partidos, sino también a las empresas, a la policía, al ejército, a la Judicatura, al funcionariado y a la enseñanza". "Son los hijos de la democracia, gente temible", afirmó.
"Hay excepciones, pero en las nuevas hornadas de españoles hay mucho desalmado y gente sin escrúpulos. Es lo que hay en la sociedad, son el producto de padres cobardes y consentidores, de la degradación de la enseñanza y de los valores, de la muerte del esfuerzo y de la excelencia. Por desgracia, son los hijos de nuestra democracia.", concluyó.
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