Este Estado socialista que comanda Zapatero es tan estúpido que odia todo lo que no controla, incluyendo a instituciones como la familia, que son el auténtico pilar de la convivencia y la paz en esta España que se encuentra sumergida en el desempleo, la pobreza y la desconfianza ante sus dirigentes y su futuro. La familia española está haciendo muchos más por la la convivencia y la armonía social que los partidos políticos, que el gobierno y que esos sindicatos sometidos a los que el gobierno premia a diario con ríos de dinero público.
Quizás el desprecio y acoso del gobierno a la familia se deba a que es el último reducto de libertad que pervive en esta sociedad española tan acosada y maltratada por el poder político. Dentro de los hogares, a pesar de la televisión y de la obsesión intervencionista de la casta política, existen todavía barreras suficientes y defensas que garantizan margenes saludables de libertad. En los hogares se convive, se conversa, se filtran y purifican las malas influencias externas, se aprende a amar y a respetar, se cultivan valores y, sobre todo, se practica el amor y el apoyo mutuo, gracias a los cuales la pobreza y la desesperación ante la situación económica y política no se traducen en revueltas callejeras.
El gobierno y la clase política en general, desde su odiosa e injusta burbuja de poderes y privilegios, son incapaces de percibir lo mucho que deben a la familia española, ni siquiera que es guardiana y garante de la paz que nos resta y de la armonía que subsiste en la convivencia.
La propaganda perforante del gobierno, dotada de indignas puntas de diamante, no ha logrado todavía entrar a saco en los hogares, pero quizás esté a punto de conseguirlo gracias a la cobarde sumisión y a la falta de verdad de las empresas de comunicación, dueñas de las cadenas de televisión, que actúan sin pudor como agentes de la mentira, del engaño y de la propaganda gubernamental en los hogares de España.
Ni una ayuda a la familia española desde el gobierno, ni una palabra de reconocimiento y apoyo a su labor heróica. Hasta han eliminado las deducciones fiscales por el hogar familiar. Las nuevas cargas familiares generadas por la crisis o la ayuda a los hijos parados son ignoradas por el gobierno que, ávido de dinero, no otorga a los padres las justas rebajas fiscales que merecen. Únicamente subidas de impuestos, desprecio a la autoridad paterna, proclamas de independencia dirigidas a los adolescentes, que ya hasta pueden abortar sin permiso de sus padres. Las escuelas del Estado convertidas en factorías de inútiles y, algunas veces, en fábricas de canallas. El poder arrogante ni siquiera reconoce que la familia está aportando a la economía más dinero que el mismo Estado para paliar los efectos de la crisis. Ni siquiera es consciente el gobierno de que cientos de miles de hijos que un día se hicieron independientes están regresando al hogar familiar porque ya no tienen trabajo. Tampoco reconoce y premia la labor de esos cientos de miles de padres y madres que están pagando las hipotecas de sus hijos para que nos les quieten los pisos. Desde el gobierno, padres y madres sólo reciben desprecio y acoso. La injusticia es tan sangrante que sólo se explica desde el trasfondo de una ideología que oculta preocupantes rasgos totalitarios y liberticidas.
Tuve un profesor en el doctorado que decía que el mejor test para descubrir el nivel de totalitarismo de un gobierno era analizar su política con la familia. Cuando la familia es protegida y mimada, la democracia goza de salud, pero cuando es ignorada o acosada, es señal de que la bestia totalitaria está actuando.
Y recordaba después, para demostrar su tesis, que tanto Stalin como Hitler intentaron acabar con el poder de la familia, sustituyéndola por el poder de un Estado tutelar y agobiante que adoctrinaba a los jóvenes con consignas y asignaturas políticas y que les inducía, incluso, a denunciar a sus propios padres ante el Estado por defender ideas del pasado.
Desgraciadamente, hay demasiados errores y desatinos en la España actual, todos ellos impulsados directamente por el poder político, desde los abusos hasta los privilegios impresentables de la casta, sin olvidar el imperio de la injusticia, la desigualdad, la corrupción y el mal gobierno, con todas sus secuelas y lacras, pero ninguno de ellos es tan vil como el desprecio y acoso a la familia, verdadera columna de sosten de la paz y la armonía social, una institución heróica con más méritos demostrados que la totalidad de los partidos políticos, el gobierno, la "casta" en pleno, los sindicatos, la empresa y la legión de desalmados que, sin aportar valor alguno, ordeñan a diario, sin misericordia, a España.
Quizás el desprecio y acoso del gobierno a la familia se deba a que es el último reducto de libertad que pervive en esta sociedad española tan acosada y maltratada por el poder político. Dentro de los hogares, a pesar de la televisión y de la obsesión intervencionista de la casta política, existen todavía barreras suficientes y defensas que garantizan margenes saludables de libertad. En los hogares se convive, se conversa, se filtran y purifican las malas influencias externas, se aprende a amar y a respetar, se cultivan valores y, sobre todo, se practica el amor y el apoyo mutuo, gracias a los cuales la pobreza y la desesperación ante la situación económica y política no se traducen en revueltas callejeras.
El gobierno y la clase política en general, desde su odiosa e injusta burbuja de poderes y privilegios, son incapaces de percibir lo mucho que deben a la familia española, ni siquiera que es guardiana y garante de la paz que nos resta y de la armonía que subsiste en la convivencia.
La propaganda perforante del gobierno, dotada de indignas puntas de diamante, no ha logrado todavía entrar a saco en los hogares, pero quizás esté a punto de conseguirlo gracias a la cobarde sumisión y a la falta de verdad de las empresas de comunicación, dueñas de las cadenas de televisión, que actúan sin pudor como agentes de la mentira, del engaño y de la propaganda gubernamental en los hogares de España.
Ni una ayuda a la familia española desde el gobierno, ni una palabra de reconocimiento y apoyo a su labor heróica. Hasta han eliminado las deducciones fiscales por el hogar familiar. Las nuevas cargas familiares generadas por la crisis o la ayuda a los hijos parados son ignoradas por el gobierno que, ávido de dinero, no otorga a los padres las justas rebajas fiscales que merecen. Únicamente subidas de impuestos, desprecio a la autoridad paterna, proclamas de independencia dirigidas a los adolescentes, que ya hasta pueden abortar sin permiso de sus padres. Las escuelas del Estado convertidas en factorías de inútiles y, algunas veces, en fábricas de canallas. El poder arrogante ni siquiera reconoce que la familia está aportando a la economía más dinero que el mismo Estado para paliar los efectos de la crisis. Ni siquiera es consciente el gobierno de que cientos de miles de hijos que un día se hicieron independientes están regresando al hogar familiar porque ya no tienen trabajo. Tampoco reconoce y premia la labor de esos cientos de miles de padres y madres que están pagando las hipotecas de sus hijos para que nos les quieten los pisos. Desde el gobierno, padres y madres sólo reciben desprecio y acoso. La injusticia es tan sangrante que sólo se explica desde el trasfondo de una ideología que oculta preocupantes rasgos totalitarios y liberticidas.
Tuve un profesor en el doctorado que decía que el mejor test para descubrir el nivel de totalitarismo de un gobierno era analizar su política con la familia. Cuando la familia es protegida y mimada, la democracia goza de salud, pero cuando es ignorada o acosada, es señal de que la bestia totalitaria está actuando.
Y recordaba después, para demostrar su tesis, que tanto Stalin como Hitler intentaron acabar con el poder de la familia, sustituyéndola por el poder de un Estado tutelar y agobiante que adoctrinaba a los jóvenes con consignas y asignaturas políticas y que les inducía, incluso, a denunciar a sus propios padres ante el Estado por defender ideas del pasado.
Desgraciadamente, hay demasiados errores y desatinos en la España actual, todos ellos impulsados directamente por el poder político, desde los abusos hasta los privilegios impresentables de la casta, sin olvidar el imperio de la injusticia, la desigualdad, la corrupción y el mal gobierno, con todas sus secuelas y lacras, pero ninguno de ellos es tan vil como el desprecio y acoso a la familia, verdadera columna de sosten de la paz y la armonía social, una institución heróica con más méritos demostrados que la totalidad de los partidos políticos, el gobierno, la "casta" en pleno, los sindicatos, la empresa y la legión de desalmados que, sin aportar valor alguno, ordeñan a diario, sin misericordia, a España.
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