La reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que declara contrario a la Constitución el Estatuto de Cataluña, es un nuevo motivo para que dimita su promotor y adalid, el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aunténtico "maltratador" de España y de los españoles. Si España fuese un país serio en lugar de una democracia degenerada y secuestrada por los políticos, Zapatero habría tenido que dimitir por al menos una docena de grandes razones, la última de las cuales es la de promover leyes anticonstitucionales.
Pero existen más motivos y razones para considerar a Zapatero un auténtico maltratador de España y de los españoles: por sus mentiras reiteradas, por enfrentarse a la voluntad de las mayorías en actitudes, medidas y leyes, como la negociación con ETA, la participación en la guerra de Afganistán y la ampliación de la ley del aborto, por convertir a los sindicatos en sus compinches, generosamente regados con dinero público, por comprar votos en el Congreso con el dinero de los españoles, por pactar con nacionalismos teóricamente incompatibles con lo que el socialismo español defiende, por haber conducido a España hacia la ruina, por provocar con su política errónea el crecimiento del paro, que se acerca ya a los cinco millones, por promover la pobreza, la tristeza y la desesperación entre los españoles, por haber degenerado la política y la convivencia, por ser el presidente del gobierno que más rechazo popular ha provocado, por haber convertido al Estado en un monstruo insostenible, cuyo erario mantiene a cientos de miles de enchufados y amigos del partido, en su mayoría inútiles que no aportan nada a lo público, por endeudar a España hasta haberla convertido en una economía contaminada y al borde de la quiebra, y por otras muchas razones, todas ellas merecedoras de oprobio y de repulsa ciudadana.
Zapatero ha maltratado tanto a España que merece que le quiten la "custodia" de los españoles, que le dicten una orden de alejamiento, que le pongan una pulsera localizadora y que no le permitan acercarse a nuestras vidas. Nos ha dejado sin trabajo, nos ha empobrecido, ha destruido nuestro tejido productivo, ha hecho que perdamos la confianza en el liderazgo y la esperanza en el futuro, ha dividido a unos hermanos de otros, nos ha mentido, nos ha engañado y, con su comportamiento, nos ha empujado hacia el odio, la desesperación y la infelicidad.
Su maltrato a los españoles ha sido tan intenso, que muchos ciudadanos han recibido con los brazos abiertos y con esperanza la humillante "intervención" de la economía española por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, toda una desautorización de Zapatero como dirigente que convierte a España en un "protectorado" internacional.
Sin duda, es un "maltratador" de la patria y el problema es que el calvario de España no ha hecho más que empezar porque se niega a abandonar el hogar y promete "terminar la tarea" que ha empezado, lo que significa más años de decadencia, angustia y avance hacia el sufrimiento y la derrota.
En cualquier país decente y democrático, habría tenido que dimitir porque las leyes impiden que el poder político maltrate a los ciudadanos y destruya la casa común, pero España tiene enormes vacíos legales que convierten la democracia en una opereta y que permiten que un maltratador poderoso se enroque en su impunidad y siga destruyendo al país hasta que no quede nada.
Sus últimas medidas para atajar la crisis, impuestas desde fuera para frenar su destrucción y porque él ya ha conducido a España hasta el borde del abismo, son de una injusticia intolerable. Son los más inocentes y desposeídos los que tendrán que pagar la factura del maltratador, los que deberán soportar la durísima austeridad que necesita España por culpa de quien nos endeudó hasta el extremo y despilfarró hasta la locura.
Esas medidas, que penalizan a los más débiles mientras que el insolente Zapatero se niega a cumplir el reiterado mandato del Congreso de que reduzca ministerios y altos cargos,, ni siquiera servirán para salir de la crisis porque deprimirán el consumo, hundirán todavía más la economía y generarán más desempleo y pobreza.
El maltratador se ha cerrado en banda y no está dispuesto a aplicar las recetas justas y eficaces: practicar auténticas reformas estructurales en el empleo, apelar al esfuerzo colectivo y a la unión de todos para superar el drama, erradicar la corrupción, origen de todos los males de España, desparasitar nuestro país y liberarlo de la inmensa legión de los enchufados, los paniaguados, los asesores y los amigos y familiares del partido y del poder, que ordeñan a diario el erario público hasta dejarlo esquilmado, sin aportar nada a la riqueza o al decoro.
Tampoco está dispuesto a tocar el patrimonio de los más poderosos, ni a desconectar la enorme bomba succionadora que conecta a los partidos políticos, a los sindicatos, a la patronal y a los miles de amigos del poder con los fondos públicos. No está dispuesto a prescindir de los ministerios superfluos que no sirven para nada y que contribuyen al empobrecimiento del país, a pesar de que el Congreso, por mayoría, le ha ordenado que lo haga.
Ha alardeado de su política social hasta el cansancio, pero ha despilfarrado tanto el dinero de los españoles que ha tenido que eliminarla. Ahora, sin la dimensión social, ha dejado al socialismo tirado en la cuneta, como un fardo totalitario sin otro contenido que la obsesión por el poder, por los privilegios y por el dominio de los ciudadanos.
Sin política social, el socialismo español, al que Zapatero también ha despojado de ideología y principios, ¿que le queda, además de su ansia de poder? Liderado por un Zapatero que ha demostrado hasta el cansancio su falta de escrúpulos éticos e ideológicos, que ha sido capaz de comprar votos con dinero público y de pactar con partidos de ideas contrarias, sólo para mantenerse en el poder, el sociallismo español corre el riesgo de terminar convertido en una banda de profesionales de la política, aferrados al poder como parásitos, sin otro programa que los de la manipulación del pensamiento, la hinchazón descontrolada del Estado, el reparto de subvenciones y favores y el miedo a la derecha, esgrimido para que no se escape el poder.
Admitamos la verdad y concluyamos que el socialismo español, bajo la bota de Zapatero, ha perdido sensibilidad y decencia y que al arrojar sobre los pensionistas y funcionarios el peso del plan de austeridad, sin olvidar el oscuro designio de esquilmar con impuestos a las clases medias, es como un Robin Hood al revés, que despoja de su escasa riqueza a los pobres y que jamás toca la opulencia de los ricos.
Zapatero es hoy no sólo alguien que ha maltratado a España hasta dejarla tullida, sino también un prófugo del verdadero socialismo, que ha arruinado a su partido, del que nadie podrá creer en adelante que es una organización al servicio de los más débiles, necesitados y desposeídos.
Pero existen más motivos y razones para considerar a Zapatero un auténtico maltratador de España y de los españoles: por sus mentiras reiteradas, por enfrentarse a la voluntad de las mayorías en actitudes, medidas y leyes, como la negociación con ETA, la participación en la guerra de Afganistán y la ampliación de la ley del aborto, por convertir a los sindicatos en sus compinches, generosamente regados con dinero público, por comprar votos en el Congreso con el dinero de los españoles, por pactar con nacionalismos teóricamente incompatibles con lo que el socialismo español defiende, por haber conducido a España hacia la ruina, por provocar con su política errónea el crecimiento del paro, que se acerca ya a los cinco millones, por promover la pobreza, la tristeza y la desesperación entre los españoles, por haber degenerado la política y la convivencia, por ser el presidente del gobierno que más rechazo popular ha provocado, por haber convertido al Estado en un monstruo insostenible, cuyo erario mantiene a cientos de miles de enchufados y amigos del partido, en su mayoría inútiles que no aportan nada a lo público, por endeudar a España hasta haberla convertido en una economía contaminada y al borde de la quiebra, y por otras muchas razones, todas ellas merecedoras de oprobio y de repulsa ciudadana.
Zapatero ha maltratado tanto a España que merece que le quiten la "custodia" de los españoles, que le dicten una orden de alejamiento, que le pongan una pulsera localizadora y que no le permitan acercarse a nuestras vidas. Nos ha dejado sin trabajo, nos ha empobrecido, ha destruido nuestro tejido productivo, ha hecho que perdamos la confianza en el liderazgo y la esperanza en el futuro, ha dividido a unos hermanos de otros, nos ha mentido, nos ha engañado y, con su comportamiento, nos ha empujado hacia el odio, la desesperación y la infelicidad.
Su maltrato a los españoles ha sido tan intenso, que muchos ciudadanos han recibido con los brazos abiertos y con esperanza la humillante "intervención" de la economía española por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, toda una desautorización de Zapatero como dirigente que convierte a España en un "protectorado" internacional.
Sin duda, es un "maltratador" de la patria y el problema es que el calvario de España no ha hecho más que empezar porque se niega a abandonar el hogar y promete "terminar la tarea" que ha empezado, lo que significa más años de decadencia, angustia y avance hacia el sufrimiento y la derrota.
En cualquier país decente y democrático, habría tenido que dimitir porque las leyes impiden que el poder político maltrate a los ciudadanos y destruya la casa común, pero España tiene enormes vacíos legales que convierten la democracia en una opereta y que permiten que un maltratador poderoso se enroque en su impunidad y siga destruyendo al país hasta que no quede nada.
Sus últimas medidas para atajar la crisis, impuestas desde fuera para frenar su destrucción y porque él ya ha conducido a España hasta el borde del abismo, son de una injusticia intolerable. Son los más inocentes y desposeídos los que tendrán que pagar la factura del maltratador, los que deberán soportar la durísima austeridad que necesita España por culpa de quien nos endeudó hasta el extremo y despilfarró hasta la locura.
Esas medidas, que penalizan a los más débiles mientras que el insolente Zapatero se niega a cumplir el reiterado mandato del Congreso de que reduzca ministerios y altos cargos,, ni siquiera servirán para salir de la crisis porque deprimirán el consumo, hundirán todavía más la economía y generarán más desempleo y pobreza.
El maltratador se ha cerrado en banda y no está dispuesto a aplicar las recetas justas y eficaces: practicar auténticas reformas estructurales en el empleo, apelar al esfuerzo colectivo y a la unión de todos para superar el drama, erradicar la corrupción, origen de todos los males de España, desparasitar nuestro país y liberarlo de la inmensa legión de los enchufados, los paniaguados, los asesores y los amigos y familiares del partido y del poder, que ordeñan a diario el erario público hasta dejarlo esquilmado, sin aportar nada a la riqueza o al decoro.
Tampoco está dispuesto a tocar el patrimonio de los más poderosos, ni a desconectar la enorme bomba succionadora que conecta a los partidos políticos, a los sindicatos, a la patronal y a los miles de amigos del poder con los fondos públicos. No está dispuesto a prescindir de los ministerios superfluos que no sirven para nada y que contribuyen al empobrecimiento del país, a pesar de que el Congreso, por mayoría, le ha ordenado que lo haga.
Ha alardeado de su política social hasta el cansancio, pero ha despilfarrado tanto el dinero de los españoles que ha tenido que eliminarla. Ahora, sin la dimensión social, ha dejado al socialismo tirado en la cuneta, como un fardo totalitario sin otro contenido que la obsesión por el poder, por los privilegios y por el dominio de los ciudadanos.
Sin política social, el socialismo español, al que Zapatero también ha despojado de ideología y principios, ¿que le queda, además de su ansia de poder? Liderado por un Zapatero que ha demostrado hasta el cansancio su falta de escrúpulos éticos e ideológicos, que ha sido capaz de comprar votos con dinero público y de pactar con partidos de ideas contrarias, sólo para mantenerse en el poder, el sociallismo español corre el riesgo de terminar convertido en una banda de profesionales de la política, aferrados al poder como parásitos, sin otro programa que los de la manipulación del pensamiento, la hinchazón descontrolada del Estado, el reparto de subvenciones y favores y el miedo a la derecha, esgrimido para que no se escape el poder.
Admitamos la verdad y concluyamos que el socialismo español, bajo la bota de Zapatero, ha perdido sensibilidad y decencia y que al arrojar sobre los pensionistas y funcionarios el peso del plan de austeridad, sin olvidar el oscuro designio de esquilmar con impuestos a las clases medias, es como un Robin Hood al revés, que despoja de su escasa riqueza a los pobres y que jamás toca la opulencia de los ricos.
Zapatero es hoy no sólo alguien que ha maltratado a España hasta dejarla tullida, sino también un prófugo del verdadero socialismo, que ha arruinado a su partido, del que nadie podrá creer en adelante que es una organización al servicio de los más débiles, necesitados y desposeídos.
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