Benach y Touriño
En España siempre ha habido privilegiados. La diferencia entre los poderosos y la gente común es enorme en España, donde el privilegio del poder parece un rasgo marcado a fuego. En el pasado, los privilegios eran para los nobles, el clero, los altos militares y las grandes terratenientes, pero hoy son para los políticos. Hasta consiguen poner la ley de su parte y disfrutar de fueros exclusivos y derechos superiores a los del resto de los españoles. No todos actúan como sinvergüenzas, pero hay tantos desvergonzados que parecen legión y están consiguiendo que queden irremediablemente dañados el prestigio y la imagen de aquellos a los que antes se les denominaba "servidores públicos" y hoy son conocidos como "la casta".
Se comportan como señoritos horteras, gastan el dinero público como si fuera de ellos y exhiben su poder y riqueza ante los ciudadanos con ostentosa desfachatez. Son ya la peor lacra de la sociedad moderna y sus privilegios hirientes e injustos, el principal obstáculo para conseguir una sociedad democrática, capaz de convivir en armonía y paz.
Se amparan en la "democracia" para ejercer su dominio indecente y cada día se alejan más del ciudadano.
Si no los erradicamos, terminarán llevándonos a la ruina.
Compran coches oficiales de medio millón de euros y no se conforman con uno sólo sino que acumulan flotas. Disponen de tarjetas de crédito sin límitación de gasto, pagadas con fondos públicos, cuya contabilidad es guardada celosamente, como si fuera secreto de Estado. Colocan a sus familiares y amigos en cargos públicos, otorgan concesiones, subvenciones y concursos públicos a los familiares, amigos y allegados sin que tangan que rendir cuentas a nadie de sus actuaciones antidemocráticas y anticonstitucionales.
Cuando envían recaudadores para extorsionar a ciudanos y empresas, justifican ese bandolerismo afirmando que lo hacen "por el partido".
Para desgracia de todos, la democracia española está tan degenerada que resulta posible ser un "nuevo amo" y ejercer como despreciable señorito moderno sin ir a la cárcel, sin que a esos mequetrefes indecentes les ocurra nada.
Saben que son casi impunes, quizás porque conocen demasiados secretos del poder y saben que sus propios partidos y compañeros de filas les defenderán, incluso cuando la indecencia apeste por todo el país. También saben que mandan sobre un pueblo de cobardes al que la riqueza ha convertido en lamentables esclavos doblegados, incapaces de ser rebeldes y predispuestos a soportar la ignominia.
Esta España nuestra no podrá renacer, ni volver a alzar el rostro con dignidad ante el mundo hasta que no erradiquemos la lacra de los nuevos amos, los modernos señoritos de la política, caciques del presente a los que ni siquiera debiéramos saludar y jamás presentarles a nuestras esposas e hijos.
Se comportan como señoritos horteras, gastan el dinero público como si fuera de ellos y exhiben su poder y riqueza ante los ciudadanos con ostentosa desfachatez. Son ya la peor lacra de la sociedad moderna y sus privilegios hirientes e injustos, el principal obstáculo para conseguir una sociedad democrática, capaz de convivir en armonía y paz.
Se amparan en la "democracia" para ejercer su dominio indecente y cada día se alejan más del ciudadano.
Si no los erradicamos, terminarán llevándonos a la ruina.
Compran coches oficiales de medio millón de euros y no se conforman con uno sólo sino que acumulan flotas. Disponen de tarjetas de crédito sin límitación de gasto, pagadas con fondos públicos, cuya contabilidad es guardada celosamente, como si fuera secreto de Estado. Colocan a sus familiares y amigos en cargos públicos, otorgan concesiones, subvenciones y concursos públicos a los familiares, amigos y allegados sin que tangan que rendir cuentas a nadie de sus actuaciones antidemocráticas y anticonstitucionales.
Cuando envían recaudadores para extorsionar a ciudanos y empresas, justifican ese bandolerismo afirmando que lo hacen "por el partido".
Para desgracia de todos, la democracia española está tan degenerada que resulta posible ser un "nuevo amo" y ejercer como despreciable señorito moderno sin ir a la cárcel, sin que a esos mequetrefes indecentes les ocurra nada.
Saben que son casi impunes, quizás porque conocen demasiados secretos del poder y saben que sus propios partidos y compañeros de filas les defenderán, incluso cuando la indecencia apeste por todo el país. También saben que mandan sobre un pueblo de cobardes al que la riqueza ha convertido en lamentables esclavos doblegados, incapaces de ser rebeldes y predispuestos a soportar la ignominia.
Esta España nuestra no podrá renacer, ni volver a alzar el rostro con dignidad ante el mundo hasta que no erradiquemos la lacra de los nuevos amos, los modernos señoritos de la política, caciques del presente a los que ni siquiera debiéramos saludar y jamás presentarles a nuestras esposas e hijos.
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