El Boletín Oficial del Estado publica hoy, por fin, el cese de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno de España. Obligado a abandonar su cargo por el rechazo popular, derrotado por los españoles en las urnas, despreciado por su propio partido y hasta odiado por gran parte de la ciudadanía, la noticia del cese de Zapatero es la mejor de los últimos años, toda una bendición del cielo en medio de este abismo de desempleo, pobreza y hundimiento económico del que él es el principal culpable.
Zapatero no ha sido un hombre de concordia sino de conflicto y ha contribuido a crispar la vida política, a disgregar, a enfrentar a unos contra otros y a que el fanatismo y el odio al adversario sustituyan a los grandes valores que, como la cooperación y la unidad en torno a objetivos comunes, sustentan la convivencia y el sentido de nación. Ha dejado tras su mandato un reguero de desgracias y siniestros que han convertido a la antes envidiada España en un país pordiosero y humillado, con sus calles y plazas llenas de desempleados, nuevos pobres y gente triste y asustada ante el negro futuro que amenaza a la sociedad española.
Pero Zapatero, en lugar de sentarse en el banquillo para responder de sus estragos, recibirá como premio por su "labor" una generosa pensión vitalicia, un sueldo como miembro del Consejo de Estado y una oficina bien dotada de personal y presupuesto, además de escoltas y consideraciones especiales en el protocolo del Estado, todo ello sufragado con dinero público. En total, Zapatero recibirá hasta el fin de sus días un mínimo de 158.000 euros al año, más lo que él consiga por su cuenta, ya que sus ingresos son compatibles con cualquier otra actividad.
Muchos españoles pensamos que premiar a zapatero constituye una injusticia lacerante e insoportable y que castigarlo es un deber fundamental para los ciudadanos de España y una necesidad ineludible para la salud de España, un país que si no castiga a sus verdugos corre el riesgo de que los muchos corruptos y estafadores que se enriquecen en la vida política se sientan impunes y proliferen y que otros mequetrefes tan dañinos como ZP vuelvan a tomar el poder en el futuro.
Zapatero no ha sido un hombre de concordia sino de conflicto y ha contribuido a crispar la vida política, a disgregar, a enfrentar a unos contra otros y a que el fanatismo y el odio al adversario sustituyan a los grandes valores que, como la cooperación y la unidad en torno a objetivos comunes, sustentan la convivencia y el sentido de nación. Ha dejado tras su mandato un reguero de desgracias y siniestros que han convertido a la antes envidiada España en un país pordiosero y humillado, con sus calles y plazas llenas de desempleados, nuevos pobres y gente triste y asustada ante el negro futuro que amenaza a la sociedad española.
Pero Zapatero, en lugar de sentarse en el banquillo para responder de sus estragos, recibirá como premio por su "labor" una generosa pensión vitalicia, un sueldo como miembro del Consejo de Estado y una oficina bien dotada de personal y presupuesto, además de escoltas y consideraciones especiales en el protocolo del Estado, todo ello sufragado con dinero público. En total, Zapatero recibirá hasta el fin de sus días un mínimo de 158.000 euros al año, más lo que él consiga por su cuenta, ya que sus ingresos son compatibles con cualquier otra actividad.
Muchos españoles pensamos que premiar a zapatero constituye una injusticia lacerante e insoportable y que castigarlo es un deber fundamental para los ciudadanos de España y una necesidad ineludible para la salud de España, un país que si no castiga a sus verdugos corre el riesgo de que los muchos corruptos y estafadores que se enriquecen en la vida política se sientan impunes y proliferen y que otros mequetrefes tan dañinos como ZP vuelvan a tomar el poder en el futuro.
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