El 20 de noviembre elegiremos a nuestros amos. En democracia, cuando los cargos electos rinden cuentas a los ciudadanos, se eligen representantes, pero en las dictaduras de partidos sólo se eligen amos. En España, son los partidos los que controlan a los diputados y senadores, los que elaboran las listas y los que disfrutan de la lealtad de los representantes. El pueblo está ajeno y ni siquiera conoce a los que dicen representarle.
El sistema español es tan desequilibrado, injusto y corrupto que cada vez que los ciudadanos acuden a las urnas no eligen a sus representantes o gobernantes sino a sus amos, a gente que carece de controles democráticos, que ni siquiera representan a los ciudadanos y que disfrutan de una práctica impunidad que los convierte en dictadores. Cada 4 años acudimos a las urnas para cometer uno de los mayores errores que un ser humano lleva a cabo en su vida: escoger a tus parásitos, a los amos que te gobernarán sin cautelas ni garantías. La auténtica verdad es que cada cuatro años actuamos como borregos y nos convertimos en esclavos de gente que muchas veces ni siquiera merece nuestro respeto.
La democracia española no cumple ni uno sólo de los requisitos básicos exigibles a un sistema democrático: no existe separación de poderes; la ley no es igual para todos; los políticos y sus partidos carecen de suficientes controles ciudadanos y legales; las elecciones, con listas cerradas y bloqueadas, no son realmente libres, ya que los que eligen realmente no son los ciudadanos sino los políticos que hacen las listas; los representantes elegidos no conocen a sus electores, ni se relacionan con ellos y su lealtad y obediencia son para los partidos políticos que les han incluido en las listas; la sociedad civil, que debe ser independiente y fuerte para servir de contrapeso al poder político, está "ocupada" y "sometida" por los partidos políticos; la mayoría de los medios de comunicación han sido comprados por el poder y carecen de la libertad necesaria para fiscalizar a los poderosos, una misión imprescindible en democracia; los ciudadanos no cuentan, ni son consultados por unos políticos que han expulsado a la ciudadanía de los procesos de toma de decisiones y que ejercen la política como monopolio; la corrupción infecta el sistema y los políticos no rinden cuenta, ni dimiten porque disfrutan de una obscena impunidad...
En esas circunstancias, votar equivale a elegir a los amos y a sostener un sistema injusto que no merece llamarse democracia sino dictadura de partidos y de políticos profesionales.
¿Qué vas a hacer en las próximas elecciones? Mientras tu dudas, unos políticos estarán frotándose las manos y otros estarán nerviosos. Es la fiesta del reparto del poder, en la que los ciudadanos demuestran con toda su cruda dureza su condición de esclavos felices que eligen a sus amos para los próximos cuatro años, cuando en realidad deberían elegir a representantes controlados y obligados a cumplir la voluntad popular soberana.
Ten en cuenta que el único poder que te otorga el sistema es el del voto. Eres poderoso mientras las urnas están abiertas, pero al cerrarse volverás a ser un desposeído de su derecho a decidir, sin capacidad de ejercer su voluntad política o de influir siquiera en las grandes decisiones que condicionan tu vida y tu futuro. Al votar en un sistema injusto y antidemocrático, como el español, cedemos nuestro poder de decisión y parte de nuestras libertades a otras personas que ni siquiera se relacionarán con nosotros y que sólo obedecerán a sus partidos políticos.
Ante cada ciudadano se abren tres opciones:
A) Votar al partido político elegido.
B) Votar, pero a nadie en particular (voto en blanco).
C) Abstenerse de votar.
Para los españoles, frustrados por la baja calidad de su democracia y el fracaso de sus políticos, existe una cuarta opción: votar al partido contrario para castigar al gobernante.
Votar a uno de los grandes partidos que controlan el sistema, ya sea porque gusta o por venganza,, significa siempre alimentar la injusticia y el abuso. Votar en blanco significa aceptar la democracia y el sufragio universal, pero rechazar a todos los partidos y candidatos porque no cumplen con las exigencias de la democracia. Abstenerse es despreciar el sistema y manifestar expresamente el desprecio ciudadano.
El voto es una fórmula para delegar todos los poderes y derechos políticos que poseemos, entregándolos a alguien que nos merece confianza. Cuando esos candidatos que se presentan no merecen nuestra confianza y han demostrado su incapacidad para gobernar, como podría ser el caso de España, donde un partido nos ha conducido hasta la ruina y el fracaso, mientras una oposición sin fuelle ni ideas espera a que le toque su turno de gobernar y disfrutar del poder, votarlos es una insensatez carente de sentido alguno.
El gran desafío para los españoles demócratas y decentes no es sustituir a un amo por otro, sino cambiar el sistema para que en lugar de amos tengamos servidores públicos, representantes honestos y políticos bajo control de las leyes y de la ciudadanía. Votar a uno de los dos grandes partidos, que entienden que al elegirlos les extiendes con tu voto un cheque en blanco y que le autorizas a que tomen cualquier decisión, incluso en contra de la voluntad mayoritaria, es una locura y, además, una indecencia antidemocrática.
El sistema español es tan desequilibrado, injusto y corrupto que cada vez que los ciudadanos acuden a las urnas no eligen a sus representantes o gobernantes sino a sus amos, a gente que carece de controles democráticos, que ni siquiera representan a los ciudadanos y que disfrutan de una práctica impunidad que los convierte en dictadores. Cada 4 años acudimos a las urnas para cometer uno de los mayores errores que un ser humano lleva a cabo en su vida: escoger a tus parásitos, a los amos que te gobernarán sin cautelas ni garantías. La auténtica verdad es que cada cuatro años actuamos como borregos y nos convertimos en esclavos de gente que muchas veces ni siquiera merece nuestro respeto.
La democracia española no cumple ni uno sólo de los requisitos básicos exigibles a un sistema democrático: no existe separación de poderes; la ley no es igual para todos; los políticos y sus partidos carecen de suficientes controles ciudadanos y legales; las elecciones, con listas cerradas y bloqueadas, no son realmente libres, ya que los que eligen realmente no son los ciudadanos sino los políticos que hacen las listas; los representantes elegidos no conocen a sus electores, ni se relacionan con ellos y su lealtad y obediencia son para los partidos políticos que les han incluido en las listas; la sociedad civil, que debe ser independiente y fuerte para servir de contrapeso al poder político, está "ocupada" y "sometida" por los partidos políticos; la mayoría de los medios de comunicación han sido comprados por el poder y carecen de la libertad necesaria para fiscalizar a los poderosos, una misión imprescindible en democracia; los ciudadanos no cuentan, ni son consultados por unos políticos que han expulsado a la ciudadanía de los procesos de toma de decisiones y que ejercen la política como monopolio; la corrupción infecta el sistema y los políticos no rinden cuenta, ni dimiten porque disfrutan de una obscena impunidad...
En esas circunstancias, votar equivale a elegir a los amos y a sostener un sistema injusto que no merece llamarse democracia sino dictadura de partidos y de políticos profesionales.
¿Qué vas a hacer en las próximas elecciones? Mientras tu dudas, unos políticos estarán frotándose las manos y otros estarán nerviosos. Es la fiesta del reparto del poder, en la que los ciudadanos demuestran con toda su cruda dureza su condición de esclavos felices que eligen a sus amos para los próximos cuatro años, cuando en realidad deberían elegir a representantes controlados y obligados a cumplir la voluntad popular soberana.
Ten en cuenta que el único poder que te otorga el sistema es el del voto. Eres poderoso mientras las urnas están abiertas, pero al cerrarse volverás a ser un desposeído de su derecho a decidir, sin capacidad de ejercer su voluntad política o de influir siquiera en las grandes decisiones que condicionan tu vida y tu futuro. Al votar en un sistema injusto y antidemocrático, como el español, cedemos nuestro poder de decisión y parte de nuestras libertades a otras personas que ni siquiera se relacionarán con nosotros y que sólo obedecerán a sus partidos políticos.
Ante cada ciudadano se abren tres opciones:
A) Votar al partido político elegido.
B) Votar, pero a nadie en particular (voto en blanco).
C) Abstenerse de votar.
Para los españoles, frustrados por la baja calidad de su democracia y el fracaso de sus políticos, existe una cuarta opción: votar al partido contrario para castigar al gobernante.
Votar a uno de los grandes partidos que controlan el sistema, ya sea porque gusta o por venganza,, significa siempre alimentar la injusticia y el abuso. Votar en blanco significa aceptar la democracia y el sufragio universal, pero rechazar a todos los partidos y candidatos porque no cumplen con las exigencias de la democracia. Abstenerse es despreciar el sistema y manifestar expresamente el desprecio ciudadano.
El voto es una fórmula para delegar todos los poderes y derechos políticos que poseemos, entregándolos a alguien que nos merece confianza. Cuando esos candidatos que se presentan no merecen nuestra confianza y han demostrado su incapacidad para gobernar, como podría ser el caso de España, donde un partido nos ha conducido hasta la ruina y el fracaso, mientras una oposición sin fuelle ni ideas espera a que le toque su turno de gobernar y disfrutar del poder, votarlos es una insensatez carente de sentido alguno.
El gran desafío para los españoles demócratas y decentes no es sustituir a un amo por otro, sino cambiar el sistema para que en lugar de amos tengamos servidores públicos, representantes honestos y políticos bajo control de las leyes y de la ciudadanía. Votar a uno de los dos grandes partidos, que entienden que al elegirlos les extiendes con tu voto un cheque en blanco y que le autorizas a que tomen cualquier decisión, incluso en contra de la voluntad mayoritaria, es una locura y, además, una indecencia antidemocrática.
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