Nadie habla de ese tema porque es tabú, un secreto incómodo para los políticos y las clases dominantes, pero en la España de Zapatero vuelve a fortalecerse el pensamiento anarquista, como en los tiempos ignominiosos de Fernando VII, como ha ocurrido siempre que el país se sintió oprimido o presa del abuso de poder, la corrupción y el mal gobierno.
La agonizante monarquía borbónica, baluarte de una España injusta de caciques y señores feudales sentados en las Cortes y vestidos de levita, conoció en el siglo XIX y principios del XX un poderoso incremento del anarquismo que marcó la convivencia española con rebeliones, atentados, desacatos a la autoridad y miles de boicots y actos de rebeldía. El anarquismo fue protagonista destacado en la guerra civil de 1936 y disputó el poder en el bando republicano a una alianza entre socialistas y comunistas que sólo se impuso gracias a la ayuda de Stalin.
Hoy, cuando el poder en España vuelve a ser injusto, corrupto, clasista, arrogante y ajeno a los intereses del pueblo y al bien común, el anarquismo surge de nuevo como emanación pura de la indignación popular y del deseo de acabar con los abusos de una casta que, además de injusta y arbitraria, es torpe e inepta.
Es cierto que el auge del anarquismo está siendo cuidadosamente ocultado, pero existen vías para detectarlo. Acuda usted a un buscador de Internet y sondee la palabra "anarquismo" y verá como aparecen miles de blog, de pensadores, de historias, de libros y de páginas que defienden y difunden esa doctrina, cada día con más seguidores. Las encuestas también lo detectan y los políticos lo saben y están analizando el fenómeno en sus thinks tanks, pero está prohibido hablar de ese tema porque es causa de vergüenza para una clase política que, además de conducir a España hacia la ruina económica, está también desprestigiando la política y la democracia, abriendo de par en par las puertas a todo tipo de extremismos y de ideologías de la desesperación.
El anarquismo cree que nadie está legitimado para gobernar, un criterio que en la España actual es fácil de secundar porque nuestros gobernantes, autores de muchos desatinos y errores que causan daño y dolor a los ciudadanos, incapaces de pedir perdón por sus abusos, de dimitir y protegidos por una impunidad insoportable en democracia, son cualquier cosa menos gente legitimada. El anarquismo sabe que todas las filosofías políticas, desde el derecho divino de los monarcas hasta el contrato social de Rousseau, intentan justificar la autoridad, sin éxito alguno, porque la única verdad es que nadie tiene derecho a imponer su voluntad a los demás y porque el único gobierno legítimo es el autogobierno de los ciudadanos.
Si es cierto que "todos los anarquistas se oponen a las clases dirigentes", la España postrada, arruinada y humillada de Zapatero, plagada de desempleados, nuevos pobres y gente triste y sin esperanza, está llena de anarquistas, a rebosar.
Hay cientos de signos que revelan el anarquismo creciente en la sociedad española: el rechazo a los políticos en las encuestas, el castigo al gobierno en las urnas, votando a la oposición, el abucheo de los políticos en los actos públicos, el odio a los políticos, que se refleja en miles de conversaciones, en bares, puestos de trabajo, etc., la falta de credibilidad de los dirigentes, el número creciente de abstenciones y votos en blanco, el desprestigio y hasta el desprecio a los puntales de autoridad del sistema: políticos, periodistas, banqueros, jueces, policías, militares, clero, etc..
El rechazo a la autoridad es un sentimiento que crece en España con más rapidez que el desempleo, la desesperación y el miedo al futuro.
El anarquismo siempre ha sido el recurso preferido de los españoles oprimidos frente a los abusos del poder, más que el auge de los partidos de extrema derecha y extrema izquierda. El anarquismo, muy cercano al alma de los españoles sin esperanza, a lo largo de la Historia, ha encontrado en España su mejor caldo de cultivo en Europa, más intenso y comprometido que en Rusia o Italia, otros dos países proclives al desacato y al odio a los poderosos indecentes.
La crisis está ayudando a abonar el terreno para que florezca el anarquismo. La imagen de los políticos corruptos, de los desempleados desesperados, de las calles y plazas llenas de pobres y pedigüeños, la ostentación del poder, la contracción masiva del consumo, los privilegios de los poderosos, la torpeza de los dirigentes, el sometimiento de la Justicia a los políticos, la prostitución del periodismo, la injusticia del sistema y mil indecencias más, todas ellas presentes y vigentes en la vida diaria de España, están alimentando el anarquismo, lo abonan y lo riegan para convertirlo en un espléndido y peligroso vergel..
La agonizante monarquía borbónica, baluarte de una España injusta de caciques y señores feudales sentados en las Cortes y vestidos de levita, conoció en el siglo XIX y principios del XX un poderoso incremento del anarquismo que marcó la convivencia española con rebeliones, atentados, desacatos a la autoridad y miles de boicots y actos de rebeldía. El anarquismo fue protagonista destacado en la guerra civil de 1936 y disputó el poder en el bando republicano a una alianza entre socialistas y comunistas que sólo se impuso gracias a la ayuda de Stalin.
Hoy, cuando el poder en España vuelve a ser injusto, corrupto, clasista, arrogante y ajeno a los intereses del pueblo y al bien común, el anarquismo surge de nuevo como emanación pura de la indignación popular y del deseo de acabar con los abusos de una casta que, además de injusta y arbitraria, es torpe e inepta.
Es cierto que el auge del anarquismo está siendo cuidadosamente ocultado, pero existen vías para detectarlo. Acuda usted a un buscador de Internet y sondee la palabra "anarquismo" y verá como aparecen miles de blog, de pensadores, de historias, de libros y de páginas que defienden y difunden esa doctrina, cada día con más seguidores. Las encuestas también lo detectan y los políticos lo saben y están analizando el fenómeno en sus thinks tanks, pero está prohibido hablar de ese tema porque es causa de vergüenza para una clase política que, además de conducir a España hacia la ruina económica, está también desprestigiando la política y la democracia, abriendo de par en par las puertas a todo tipo de extremismos y de ideologías de la desesperación.
El anarquismo cree que nadie está legitimado para gobernar, un criterio que en la España actual es fácil de secundar porque nuestros gobernantes, autores de muchos desatinos y errores que causan daño y dolor a los ciudadanos, incapaces de pedir perdón por sus abusos, de dimitir y protegidos por una impunidad insoportable en democracia, son cualquier cosa menos gente legitimada. El anarquismo sabe que todas las filosofías políticas, desde el derecho divino de los monarcas hasta el contrato social de Rousseau, intentan justificar la autoridad, sin éxito alguno, porque la única verdad es que nadie tiene derecho a imponer su voluntad a los demás y porque el único gobierno legítimo es el autogobierno de los ciudadanos.
Si es cierto que "todos los anarquistas se oponen a las clases dirigentes", la España postrada, arruinada y humillada de Zapatero, plagada de desempleados, nuevos pobres y gente triste y sin esperanza, está llena de anarquistas, a rebosar.
Hay cientos de signos que revelan el anarquismo creciente en la sociedad española: el rechazo a los políticos en las encuestas, el castigo al gobierno en las urnas, votando a la oposición, el abucheo de los políticos en los actos públicos, el odio a los políticos, que se refleja en miles de conversaciones, en bares, puestos de trabajo, etc., la falta de credibilidad de los dirigentes, el número creciente de abstenciones y votos en blanco, el desprestigio y hasta el desprecio a los puntales de autoridad del sistema: políticos, periodistas, banqueros, jueces, policías, militares, clero, etc..
El rechazo a la autoridad es un sentimiento que crece en España con más rapidez que el desempleo, la desesperación y el miedo al futuro.
El anarquismo siempre ha sido el recurso preferido de los españoles oprimidos frente a los abusos del poder, más que el auge de los partidos de extrema derecha y extrema izquierda. El anarquismo, muy cercano al alma de los españoles sin esperanza, a lo largo de la Historia, ha encontrado en España su mejor caldo de cultivo en Europa, más intenso y comprometido que en Rusia o Italia, otros dos países proclives al desacato y al odio a los poderosos indecentes.
La crisis está ayudando a abonar el terreno para que florezca el anarquismo. La imagen de los políticos corruptos, de los desempleados desesperados, de las calles y plazas llenas de pobres y pedigüeños, la ostentación del poder, la contracción masiva del consumo, los privilegios de los poderosos, la torpeza de los dirigentes, el sometimiento de la Justicia a los políticos, la prostitución del periodismo, la injusticia del sistema y mil indecencias más, todas ellas presentes y vigentes en la vida diaria de España, están alimentando el anarquismo, lo abonan y lo riegan para convertirlo en un espléndido y peligroso vergel..
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