José Antonio Viera cumplió ayer su amenaza y dimitió como secretario general del PSOE de Sevilla. La única manera correcta de entender esa dimisión es como una voladura del PSOE andaluz en vísperas de las elecciones autonómicas, lo que significa la entrega casi segura del gobierno al PP y a Javier Arenas, ya que el electorado de izquierdas se presentará fracturado y profundamente debilitado cuando acuda a las urnas, dentro de un mes y medio.
La dimisión de Viera, acompañada de otros síntomas de división y enfrentamiento ocurridos en otras provincias, sobre todo en Cádiz, Córdoba y Almería, representa la antesala de la casi segura pérdida del gobierno por parte de socialismo andaluz, que ha sido invencible y gobernado esta región, sin interrupción, durante más de tres décadas. Otra de las claves para entender esta especie de "harakiri" del socialismo andaluz es la lucha cruel que se desarrollada, desde hace años, entre Manuel Chaves y Griñán, su sucesor, el primero empeñado en seguir telecomandando el partido en Andalucía, mientras que Griñán ha hecho todo lo posible por descabezar a los fieles a Chaves y a Zarrías en Andalucía.
Viera, dirigente cercano a Alfredo Pérez Rubalcaba, se negó a negociar con el entorno del presidente andaluz, José Antonio Griñán, que se alineó extraoficialmente a Carme Chacón en el reciente congreso federal, para cerrar una lista integradora para las autonómicas. Por ello, advirtió de que presentaría una candidatura de consenso, que incluyera a críticos afines a Rubalcaba, y que renunciaría al cargo si no se aceptaba.
El órdago del dirigente sevillano iba en serio y se concretó ayer cuando las negociaciones entre la Ejecutiva regional y su entorno, retomadas por la mañana, se rompieron definitivamente. Viera anunció ante la plana mayor del PSOE sevillano que dimitía ante la negativa del regional de cerrar una lista de integración. Antes de renunciar, volvió a denunciar las «injerencias» en este proceso, de las que su entorno hace responsable a Susana Díaz, secretaria de Organización del PSOE-A y el mayor apoyo de Carme Chacón en Andalucía.
Viera, que se encontraba en una posición complicada por su presunta implicación en el caso de los EREs falseados y mafiosos, aseguró que no iba a permitir «vetos» y añadió: «En qué estamos pensando, ¿en el día 25 —de marzo, fecha de las elecciones andaluzas— o en el día 26?». Y fue aún más duro, al aludir a que se estaba incluyendo a dirigentes en las listas en función de que hubieran cambiado «las condiciones personales o económicas de alguno». El dirigente socialista hacía así referencia a los movimientos que se han producido en el PSOE para «colocarse» ante una derrota electoral que vaticinan todas las encuestas. Esa lucha de poder es la que subyace bajo las crisis que ha vivido el PSOE-A durante el proceso que desembocó en el congreso federal, y que ha terminado con la fractura total del partido.
La pugna entre partidarios de Rubalcaba y Chacón ha sido sólo la superficie de un pulso por el control y el futuro del PSOE-A tras el 25-M, una lucha de dos modelos de entender el partido. De un lado, el de Griñán y su Ejecutiva; y de otro, el que hizo del PSOE-A una máquina electoral imbatible en manos de Manuel Chaves, Gaspar Zarrías y Luis Pizarro. Los críticos luchan por el segundo modelo y ganaron el congreso. Griñán y Díaz acabaron tan vencidos como Chacón. El resultado dejaba a Griñán en una posición de debilidad y daba a los «críticos» una nueva legitimidad moral para negociar las candidaturas.
La dimisión de Viera, acompañada de otros síntomas de división y enfrentamiento ocurridos en otras provincias, sobre todo en Cádiz, Córdoba y Almería, representa la antesala de la casi segura pérdida del gobierno por parte de socialismo andaluz, que ha sido invencible y gobernado esta región, sin interrupción, durante más de tres décadas. Otra de las claves para entender esta especie de "harakiri" del socialismo andaluz es la lucha cruel que se desarrollada, desde hace años, entre Manuel Chaves y Griñán, su sucesor, el primero empeñado en seguir telecomandando el partido en Andalucía, mientras que Griñán ha hecho todo lo posible por descabezar a los fieles a Chaves y a Zarrías en Andalucía.
Viera, dirigente cercano a Alfredo Pérez Rubalcaba, se negó a negociar con el entorno del presidente andaluz, José Antonio Griñán, que se alineó extraoficialmente a Carme Chacón en el reciente congreso federal, para cerrar una lista integradora para las autonómicas. Por ello, advirtió de que presentaría una candidatura de consenso, que incluyera a críticos afines a Rubalcaba, y que renunciaría al cargo si no se aceptaba.
El órdago del dirigente sevillano iba en serio y se concretó ayer cuando las negociaciones entre la Ejecutiva regional y su entorno, retomadas por la mañana, se rompieron definitivamente. Viera anunció ante la plana mayor del PSOE sevillano que dimitía ante la negativa del regional de cerrar una lista de integración. Antes de renunciar, volvió a denunciar las «injerencias» en este proceso, de las que su entorno hace responsable a Susana Díaz, secretaria de Organización del PSOE-A y el mayor apoyo de Carme Chacón en Andalucía.
Viera, que se encontraba en una posición complicada por su presunta implicación en el caso de los EREs falseados y mafiosos, aseguró que no iba a permitir «vetos» y añadió: «En qué estamos pensando, ¿en el día 25 —de marzo, fecha de las elecciones andaluzas— o en el día 26?». Y fue aún más duro, al aludir a que se estaba incluyendo a dirigentes en las listas en función de que hubieran cambiado «las condiciones personales o económicas de alguno». El dirigente socialista hacía así referencia a los movimientos que se han producido en el PSOE para «colocarse» ante una derrota electoral que vaticinan todas las encuestas. Esa lucha de poder es la que subyace bajo las crisis que ha vivido el PSOE-A durante el proceso que desembocó en el congreso federal, y que ha terminado con la fractura total del partido.
La pugna entre partidarios de Rubalcaba y Chacón ha sido sólo la superficie de un pulso por el control y el futuro del PSOE-A tras el 25-M, una lucha de dos modelos de entender el partido. De un lado, el de Griñán y su Ejecutiva; y de otro, el que hizo del PSOE-A una máquina electoral imbatible en manos de Manuel Chaves, Gaspar Zarrías y Luis Pizarro. Los críticos luchan por el segundo modelo y ganaron el congreso. Griñán y Díaz acabaron tan vencidos como Chacón. El resultado dejaba a Griñán en una posición de debilidad y daba a los «críticos» una nueva legitimidad moral para negociar las candidaturas.
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