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¿Por qué se debilita y retrocede el mundo occidental?



Si Occidente hubiera mantenido la fortaleza moral que llegó a tener durante la Guerra Fría, Rusia nunca se habría atrevido a invadir Ucrania. Pero Rusia, como buena parte del mundo, ha perdido el respeto y el miedo a un mundo occidental en decadencia y declive, acobardado y moralmente deshecho.

Hay muchas razones que explican por qué Occidente, liderado por Estados Unidos, retrocede, mientras China y Rusia avanzan, pero sobresalen tres: hemos pervertido la democracia, nos hemos alejado de nuestras raíces y valores y hemos abusado de los países pobres y emergentes.

La enorme superioridad moral que tenía Occidente sobre las tiranías después de la II Guerra Mundial se ha dilapidado.

No sólo hemos prostituido la democracia y expoliado o invadido con guerras ilícitas a países pobres o emergentes, sino que también hemos colocado al frente de nuestros partidos políticos y gobiernos a personas sin altura ni grandeza, a tiranos disfrazados de demócratas, a corruptos y hasta a delincuentes, lo que ha deteriorado seriamente el liderazgo y la armadura moral de Occidente en el mundo.
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¿Cuál es peor de los dos?
Pero el asunto no es nada simple y hay mil otras razones que explican nuestra inmensa decadencia: muchos gobiernos occidentales han dejado de ser éticos; los partidos políticos han acumulado demasiado poder y lo han utilizado para gobernar de manera injusta y corrupta; los gobernantes se han divorciado de sus pueblos, a los que han abandonado; finalmente hemos permitido que mafiosos, corruptos e ineptos presidan los gobiernos y dicten sus leyes en el mundo occidental.

Hemos sido demasiado cobardes y cómodos y hemos subvencionado la vagancia a los inútiles e incluso a los inmigrantes que llegaron con ánimo de alborotar y delinquir, hemos dado de lado al cristianismo y hemos hecho que la tolerancia abra nuestras fronteras sin filtrar, permitiendo que penetren oleadas de maleantes y malas personas, mezcladas con buena gente y auténticos necesitados de ayuda.

Algunas de esas debilidades son especialmente dañinas y corrosivas y han terminado por hacernos despreciables y débiles. Una de ellas es haber permitido que gobiernos y los estados sean controlados por mafiosos y sinvergüenzas cuyo comportamiento ha alejado al pueblo del sistema. Hemos enterrado bajo siete llaves el sabio principio de que los poderosos deben ser ejemplares y hemos encumbrado a todo tipo de mediocres, canallas y rufianes.

Hemos dejado que los políticos sean piedra de escándalos, abusos e iniquidades. Millones de teóricos servidores públicos se han hecho millonarios robando las arcas del Estado y expoliando a sus pueblos. Nos hemos dejado expoliar con impuestos innecesarios y no nos hemos rebelado al descubrir que la Justicia no era igual para todos sino asquerosamente complaciente con el fuerte e implacable con el débil.

Si nos centramos en nuestra nación, España, hemos permitido que nos gobierne un partido como el PSOE, alejado del pueblo y aliado con lo peor de la nación, con comunistas, amigos del terrorismo, separatistas y golpistas, una jauría impresentable que conduce el país hacia la tumba.

Hemos otorgado demasiados privilegios a los rufianes con poder y les hemos permitido que gobiernen sin responder de sus actos y sin rendir cuentas. La política, en Occidente, se ha transformado en un basurero y los políticos son una inmensa cofradía envilecida y llena de suciedad. A nuestros dirigentes, que se niegan a responder de sus miserias, abusos y errores, les da igual acertar que equivocarse, llevar a sus pueblos hasta la prosperidad o hasta el abismo.

Hemos emputecido la política y hemos aprendido en Occidente a convivir con la mentira, con la injusticia, con el abuso y la arbitrariedad, hasta que la podredumbre ha terminado por envilecer la democracia y derribar el enorme poder que Occidente acúmulo apostando por las libertades y derechos humanos.

Hoy casi nada distingue a Occidente de sus adversarios tiranos y esclavistas. En uno y otro bando tienen sitio los canallas y los peores tienen vía libre para gobernar. ¿Quién puede dar lecciones a Putin, cuando los occidentales hemos invadido y reventado a muchas Ucranias desde el fin de la II Guerra Mundial?

El pueblo puede culpar a los políticos de la ruina del mundo libre frente a las tiranías, pero tiene que ser consciente de que también es culpable porque quien vota a canallas es cómplice de ellos.

A todo esto hay que agregar que hemos expoliado a los países emergentes de sus riquezas naturales, colmándolos de injusticias y abusos y empujándolos a que, dolidos y frustrados, cierren alianzas con China, Rusia y los regímenes tiránicos del mundo, que se han comportado con ellos con mayor decoro, dignidad y justicia.

Ni siquiera respetamos nuestras propias leyes y valores más sagrados. Miremos a España, uno de los países más deteriorados por la vileza de los políticos, y entenderemos lo que significa degradación y decadencia: un delincuente, al que llaman "okupa", puede penetrar en una casa ajena y ocuparla, dejando a sus legítimos dueños en la calle, mientras la Justicia puede tardar más de dos o tres años en desalojar a los ladrones, que durante ese tiempo tienen derecho a vivir gratis, destrozando la propiedad ajena, mientras el juez obligaba al propietario a seguir pagando cada mes la luz y el agua y los servicios básicos a los ladrones.

Ignominias como esa, incluyendo injusticias y abusos que empujan a miles de ciudadanos hacia la desesperación y el suicidio, jalonan la vida en muchos de los países del actual Occidente putrefacto.

Ante ese panorama desolador, es lógico que los tiranos que odian la libertad cobren ventaja, aumenten su poder e influencia en todo el planeta y se atrevan a arrasar países, como Rusia está haciendo con Ucrania.

China y Rusia tienen profundos rasgos tiránicos y un inmenso déficit de libertad, pero no está claro que sean mucho peores que nosotros, desde el punto de vista ético.

Francisco Rubiales

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Viernes, 11 de Marzo 2022
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