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La salvación del mundo está en que los ciudadanos nos hagamos periodistas



La España del bochorno y la desvergüenza que ayer se exhibió en el Congreso de los Diputados necesita con urgencia de la crítica y la condena de la prensa libre y democrática. Si esa prensa no existe porque gran parte de los medios han sido comprados, se han sometido al poder y han dejado de cumplir su misión de difundir la verdad y fiscalizar a los poderosos, no existe otra salida que crear una prensa ciudadana que la suplante y cumpla su misión en democracia.

La prensa libre es imprescindible en democracia. Los medios de comunicación representan hoy el único poder capaz de poner y quitar gobiernos. Nunca la prensa ha tenido más poder que en el presente, pero tampoco nunca estuvo tan castrada y sometida a los poderosos.

Del mismo modo que los medios sometidos y mentirosos son el principal sostén de los corruptos y tiranos, los medios libres y defensores de la verdad acabarían pronto con el engaño, la corrupción y el abuso de poder, que son hoy las columnas que sostienen las democracias prostituidas que gobiernan medio mundo. Por eso los gobierno lo primero que hacen es colonizar a los medios y someterlos, suprimiendo el reino de la verdad, el derecho a recibir información veraz y el papel de los medios en democracia, que es informar a los ciudadanos para que tomen decisiones correctas y fiscalizar a los grandes poderes.
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Los medios de comunicación ya están casi colonizados en España, aunque no en su totalidad. Muy pocos de los grandes resisten y prácticamente ninguna cadena de televisión, que son los medios más influyentes. Para los gobiernos del siglo XXI, el poder decisivo no está en el dominio de la Tierra, el Mar o el Aire, sino en el control pleno de la Opinión Pública.

La democracia fue concebida como un sistema capaz de contener y limitar el poder de los gobiernos, a los que mantenía sujetos gracias al imperio de la ley, el Estado de Derecho, la competencia entre partidos, las elecciones libres, la fuerza de la sociedad civil, el poder de la ciudadanía, la separación de poderes y otros muchos contrapesos, controles y frenos. Pero todas esas defensas han sido dinamitadas por los políticos, que hoy, sin apenas frenos ni controles, pueden cazar libremente, burlar la legalidad y gobernar como sátrapas, con más poder del que tuvieron los faraones y los emperadores persas y romanos.

Ese abuso de poder y desprecio a la legalidad y a la dignidad de una nación es la que ayer se exhibió con descaro y obscenidad en las Cortes, donde la presidenta socialista Batet permitió todo tipo de violaciones de la legalidad, escarnios y humillaciones.

¿Como luchar por la libertad y la decencia en un mundo donde los gobiernos controlan casi por completo el universo mediático, el presupuesto nacional, las fuerzas armadas, la policía y los casi infinitos recursos del Estado, incluyendo el poder de legislar y de juzgar? No existe en el mundo un poder tan fuerte como el de un gobierno democrático surgido de las urnas con el apoyo de la ciudadanía. Pero si ese poder ha pervertido el sistema y dinamitado sus frenos y controles, en el mundo no existe ni ha existido jamás otro poder que se le iguale.

La lucha contra el poder corrompido y los gobiernos inicuos es un deber ciudadano reconocido por numerosas constituciones, pero los políticos se han encargado de desarmar a los ciudadanos, que hoy ya no pueden no puedan rebelarse y que si lo hacen su lucha sería aplastada, sin que represente riesgo alguno para los que controlan el Estado.

Nos guste o no, las falsas democracia prostituidas que gobiernan en casi todo el mundo se han convertido en los gobiernos más blindados, impunes y poderosos de la Historia porque, amparados en la legalidad que surge del sufragio, pueden hacer lo que quieran, prácticamente sin límites.

Al prostituir la esencia del sistema, las democracias se han convertido en regímenes autoritarios y tiránicos camuflados con ropajes de libertad y en sistemas alejados del bien común y que sólo benefician a los que mandan, a sus aliados y a vividores, vagos, maleantes y subvencionados.

Ante esta situación de desastre para la democracia y de terrible y sucia agresión de los políticos y sus amigos del poder a la verdad y a la libre información, la única solución que tienen la democracia y las personas decentes para derrocar a los sátrapas corruptos que abusen es dotar a los ciudadanos de un poder suficiente para plantar cara a los canallas y delincuentes que logren atrincherarse en el Estado.

La mejor manera de conseguirlo es que cada ciudadano se convierta en periodista y que aproveche las ventajas que le ofrecen los modernos medios electrónicos y de Internet para difundir verdades y lograr que el poder retroceda.

La mejor definición de periodista sigue siendo "aquel que publica lo que el poder no quiere que se publique". Con los grandes medios bajo control de los políticos y de los gobiernos, las grandes verdades que limpiarían la sociedad y acorralarían y harían retroceder al poder ya nunca se publican.

Los demócratas tienen dos tareas que hacer para remediar este drama: la primera es apoyar a los medios que se mantienen libres y decentes y la segunda es convertirse en periodistas si quieren erradicar a los corruptos y sinvergüenzas. El único camino que conduce a un mundo mejor, libre de sátrapas corruptos, codiciosos y egoístas, esos que suben los impuestos sin que sea necesario, acumulan poder y dinero y jamás solucionan los problemas, salvo el del dinero propio, es que cada demócrata se convierta en un periodista democrático y utilice las redes y medios de Internet para difundir la verdad que el poder no quiere que circule.

Hoy, una legión de ciudadanos periodistas, armados de ideas, verdades y argumentos, es más poderosa que tres divisiones de tanques o que seis divisiones de infantería ligera. Contra una rebelión armada, los gobiernos movilizan sus fuerzas, que son imponentes, y las aplastan, pero ¿Cómo podrán vencer a legiones de periodistas pacíficos que sólo dicen la verdad y que con esa verdad acorralan y destruyen la mentira del poder?

Los ciudadanos periodistas, armados con sus teléfonos móviles, son hoy la clave de la victoria de la dignidad y la decencia contra la corrupción del poder y la prostitución de las democracias.

Francisco Rubiales


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Miércoles, 22 de Mayo 2019
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