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Zapatero cree que el PP está neutralizado





Zapatero comenta en sus círculos más próximos que el Partido Popular ha alcanzado ya el máximo de su poder electoral, que está estancado en intención de voto y que tiene cerrado su camino hacia el poder como consecuencia de su estrategia favorita, a la que denomina "Arrinconar a la derecha extrema", una frase trucada que esconde la verdadera intención de Zapatero y de su partido: "impedir que el Partido Popular pueda gobernar".

Se trata de una estrategia que en España es legal porque la legislación electoral es deficiente y, en algunos aspectos, antidemocrática, pero que es democráticamente ilícita y reveladora de claras tendencias totalitarias, ya que pretende dos objetivos que constituyen sendas agresiones graves contra la auténtica democracia: impedir la alternancia y perpetuarse en el poder.

Zapatero ha volcado todo su esfuerzo político en dos líneas de actuación: la primera es la negociación con ETA, cuyo objetivo es obtener el impulso electoral necesario para ganar las elecciones, y la segunda consiste en aislar al Partido Popular, estrategia que pretende impedir que ese partido pueda formar mayorías y gobernar. Así consigue asegurarse la victoria, ya que si el PSOE gana, gobierna, pero si pierde, también gobernará, gracias a las coaliciones de poder que puede firmar con todos los partidos, incluso los ideológicamente distantes.

Lo único que frustraría el plan de Zapatero es que el PP consiga la mayoría absoluta, algo realmente difícil en estos tiempos de deterioro de la democracia, cuando el PSOE tiene control o simpatías en el 90 por ciento de las emisoras de televisión, el medio más influyente en los procesos electorales.

Es probable que esa sospechosa estrategia de Zapatero esté inspirada en lo que ocurre en Andalucía, donde el PSOE gana una elección tras otra, a pesar de estar visiblemente agotado y sin ideas, sólo porque ha sabido arrinconar, aislar y desmoralizar al Partido Popular.

El problema de esa estrategia, aunque Zapatero y sus "colegas" socialistas no lo perciban, es doble: por un lado genera simpatías electorales con el partido aislado y acosado, consecuencia de la conocida tendencia a colocarse al lado del débil; por otro lado es una estrategia profundamente antidemocrática. Es cierto que no burla la ley, pero su perversión consiste en que utiliza las debilidades del sistema (principalmente la enorme cantidad de poder que se controla desde el gobierno) para generar clientelismo, aislar al adversario con alianzas de hierro y, en la práctica, impedir una alternancia sin la cual la democracia se pudre.

Recientemente esgrimí estos argumentos ante un destacado socialista andaluz que es también profesor universitario. Su respuesta fue sorprendente: "Admito que sin alternancia no hay verdadera democracia, paro la culpa de que no exista alternancia en Andalucía es del PP, que es tan malo políticamente que no es capaz de ganar unas elecciones".


Franky  
Lunes, 25 de Junio 2007
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