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Vergüenza para los políticos españoles ante el "ejemplo" alemán





El ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, una de las estrellas más prometedoras del partido de Ángela Merkel, ha dimitido por haber copiado parte de su tesis doctoral. El ejemplo alemán de decencia democrática avergüenza a los políticos españoles, habituados a vivir en una ciénaga donde nadie dimite a pesar de que muchos políticos y altos cargos están podridos y minados por la corrupción y el delito.

¿Cuanto tiempo habrían durado los Manuel Chaves, José Antonio Griñán, Francisco Camps y otros muchos cientos de polítcos españoles en una democracia limpia y exigente como la alemana? Si en España se aplicasen las mismas reglas de juego democrático que en Alemania, nuestros gobiernos, parlamentos, tribunales, diputaciones y municipios estarían semidesiertos, sin personas con la dignidad suficiente para ocupar esos puestos.

España es una peslitente balsa de lodo antidemocrático e inmoral que cada día repugna más a los ciudadanos, aunque los altos cargos del Estado parecen vivir a gusto en esa decepcionante pocilga.

El rey Juan Carlos, interrogado sobre la marcha España, el pasado 23 de febrero, respondió que España está "mejor que antes" y que él dormía bien.

A los demócratas les escandaliza y apena que el jefe de un Estado minado por la corrupción y los abusos duerma tranquilo y se sienta satisfecho. Su deber, ante la situación dramática que vive España, es padecer un insomnio insoportable, sufrir con el pueblo y presionar a la "casta" política para que desaparezcan los desmanes, abusos e injusticias.

El rey debería haber intervenido para detener la dolorosa sangría de los desahucios, que ya son más de 500.000 desde que empezó la crisis, muchos de ellos basados en la ley injusta que permite a los bancos incautarse no sólo de la vivienda hipotecada, sino también del resto del patrimonio del deudor, una barbaridad jurídica que escandaliza a medio mundo. El deber del rey quizás debería haber sido presionar para que los empresarios, medio arruinados y acosados por la crisis, no tengan que anticipar al Estado el IVA de las facturas que emiten, aunque no las cobren. El monarca de los españoles, tan satisfecho él con su vida y sus privilegios, debería acercarse más a su pueblo y sentir el soplo horrendo de la pobreza que avanza, del sufrimiento humillante de los casi cinco millones de "subditos" que no pueden trabajar, la angustia de esa masa de jóvenes bien preparados que no encuentran trabajo y tienen que emigrar, la humillación humana de los que hacen colas en los comedores de caridad y de los que duermen en las calles y parques, envueltos en plásticos y cartones.

El rey de los españoles debería aparecer ante su pueblo no como un ser satisfecho que duerme bien, sino como un látigo indignado que combate la delincuencia que se ha incrustado en el Estado de las Autonomías, donde hay demasiados políticos nadando en el abuso y el delito, donde se cobran pensiones sin haber trabajado en empresas, donde se reciben subvenciones por parentesco o amistad, donde se reciben regalos y donde miles se enriquecen de manera injustificada e inexplicable.

Aunque más del 80 por ciento de los españoles se muentran decepcionados con la gestión de Zapatero, según las encuestas, y desearían un adelanto de elecciones, el rey de España, en clara asintonía con su pueblo, defiende la labor del desprestigiado presidente español y destaca las bondades de las reformas emprendidas por Zapatero, todas ellas tardías e impuestas por la presión de los mercados y de los socios europeos de España.

Nuestro monarca, que lleva en el trono casi tanto tiempo como el dictador libio Gadafi, corre el riesgo de empezar a decepcionar seriamente a los españoles demócratas y decentes.


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Jueves, 3 de Marzo 2011
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