Información y Opinión

"Una nueva forma de ser y estar en política"



La gente no solo percibe que hay nuevos partidos políticos que suben y amenazan al bipartidismo, sino que descubren también que esos partidos traen consigo una nueva forma de ser y estar en política. Los nuevos partidos en alza representan un modelo que pretende adaptarse a las exigencias del siglo XXI, mientras que los viejos arrastran un modelo caducado que proviene del siglo XIX.

Partidos como Podemos, Ciudadanos y VOX, entre otros, son conscientes de que su gran reto no es únicamente ganar las elecciones y sustituir el corrupto e ineficaz bipartidismo, sino imponer unas nuevas maneras de hacer política que les reconcilien con los ciudadanos, con la democracia y con la decencia.
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Los ciudadanos quieren que esa nueva forma de ser y estar en política se afiance y se imponga, abriendo así una ruta hacia la regeneración de España. El éxito o fracaso de los nuevos partidos depende, directamente, de que logren demostrar a los españoles que son distintos y mejores. El simple hecho de que sean nuevos no les garantiza nada y si la gente descubre que son los mismos perros con distinto collar, no les votará.

Los nuevos partidos están vivos y viven en agitación constante. Para ellos, el gran reto es conectar con el ciudadano, mientras que los viejos partidos luchan porque el ciudadano conecte con ellos. Saben que la única manera de derrotar al bipartidismo es siendo mejores y demostrando a los decepcionados ciudadanos españoles que hay otra forma de hacer política, mucho mas digna, eficaz y decente.

Esa agitación y el cambio que traen consigo las nuevas formaciones políticas han convertido las citas electorales de 2015 no solo en una confrontación para ver quien gobierna, sino también qué modelo de política se impone en un país donde los políticos y sus partidos son cada día mas rechazados.

Nacer como partidos nuevos y esperanzadores es relativamente fácil, pero mantener la frescura y demostrar a los ciudadanos que son mejores que los viejos partidos caducados es mas difícil. Los nuevos tienen que demostrar rasgos claves, como abandonar la arrogancia de los viejos partidos y despreciar el viejo criterio de que los ciudadanos deben adaptarse a ellos, para ser ellos los que se adapten a los ciudadanos. Así, en sus programas iniciales esbozaron muchos de los deseos populares: supresión de las autonomías, castigo para los corruptos, fin de la financiación pública de los partidos, participación ciudadana, limitación de los mandatos y un largo etcétera de medidas y criterios que les acercan a la democracia y les alejan de la sucia oligocracia vigente.

Algunos de esos nuevos partidos aparecen ya en algunas encuestas como las primeras fuerzas del país, por encima del PP y del PSOE, y tiene posibilidades de controlar grandes ciudades y muchas parcelas de poder, pero ese poder recien conquistado será un préstamo efímero, que sólo se consolidará si el partido logra demostrar que sus postulados y propuestas son auténticas y que es diferente y mejor que los viejos partidos en decadencia.

Algunos de esos nuevos partidos viven en un intenso parto, en una lucha constante entre ciertas tendencias autoritarias y las exigencias de libertad y cambio profundo que emanan de las bases, intentando sintonizar con la democracia, luchando por convertir lo que fue solo un sentimiento popular en una organización política de nuevo cuño, debatiéndose entre ser un partido de masas o un partido de vanguardia, intentando conciliar la democracia participativa que se desarrolla en sus Círculos con la autoridad de una élite dirigente, diseñando nuevos modelos de liderazgo, introduciendo principios tan revolucionarios como la revocabilidad permanente de los cargos y otorgando poder real a sus bases,

Otros intentan demostrar que son una apuesta real por un mundo mejor y no solo un atajo para conquistar el poder con un rostro mas moderno. Tienen que convencer de que son ajenos a la corrupción, que conciben la política como un servicio y que nunca antepondrán sus propios intereses al bien común. Si no lo hacen, solo serán un engaño, un simple rostro nuevo de lo viejo.

Su éxito dependerá únicamente de que consigan imponer una nueva forma de ser y de estar en la política, que no se parezca en nada a las anacrónicas y rechazadas que siguen vigentes en los viejos partidos españoles, desde el PP al PSOE, IU y sus cómplices nacionalistas, y que han conducido a España casi hasta la ruina, el desprestigio, la corrupción, el abuso de poder y a construir una sociedad injusta y plagada de desiguialdad, desempleo y una pobreza que no para de avanzar.

Los nuevos partidos son una caldera hirviente donde lo nuevo se enfrenta a lo viejo casi a diario. Sus dirigentes y militantes suelen ser demasiado jóvenes y sin experiencia que se enfrentan a retos nuevos y que, necesariamente, cometen errores. Pero saben que aprenderán rápido y son conscientes de que en el otro lado de la balanza pueden ofrecer a la sociedad española ilusión y nuevas formas cargadas de esperanza.

El mayor reto de los nuevos es conseguir una verdadera democracia interna, algo que han despreciado el PP, el PSOE, IU y sus cómplices nacionalistas, verdaderos partidos verticales y autoritarios donde todos se someten al lider y suprimen la verdad, el debate libre y hasta el pensamiento creativo. Sin democracia, esos partidos se han transformado en cocederos de mediocres y personas con escaso sentido de la democracia y de la ética, defectos de gran calado que abren de par en par las puertas al abuso de poder y a la corrupción, dos vicios que han destruído la política española en las últimas tres décadas.

Los nuevos partidos también saben que el viejo modelo está herido de muerte y tiene que cambiarse con urgencia. Los partidos arrogantes y verticales no tienen futuro y los ciudadanos demandan partidos que se sometan permanentemente al consenso ciudadano, sin el cual pierden la legitimidad. No se trata de gobernar como si se hubiera recibido del ciudadano un cheque en blanco para hacer todo lo que quieran los dirigentes y cargos electos durante cuatro años, sino de ganarse a diario la confianza de los ciudadanos, que tienen derecho a cambiarlos cuando gobiernan mal o caen en vicios intolerables o delitos graves.

Los nuevos partidos se han dado cuenta de que el viento del siglo XXI está soplando claramente del lado del ciudadano, no de unos partidos viejos y autoritarios que imponían siempre sus intereses al bien común. La nueva política y la verdadera democracia exigen devolver al ciudadano su condición de "soberano" del sistema, lo que lo convierte en el protagonista de la política y desautoriza a viejos carcamales como Rajoy y Pedro Sánchez, que siguen creyendo que pueden seguir gestionando un Estado en régimen de monopolio, del que han expulsado a los ciudadanos y a los valores.

Las vanguardias de los nuevos partidos tienen que ganarse cada día el favor de sus bases y del mismo pueblo al que sirven y no pueden ser como las vanguardias de los viejos partidos, que asumían el poder designadas por el dedo del "amo", sino que tienen que ganarse el sitio gracias al apoyo de las bases, por su capacidad real de liderazgo. Desde Lenín, los grandes líderes han elegido a las vanguardias con su dedo, sin que esas vanguardias tuvieran que demostrar su capacidad real de liderazgo. Los amos de los partidos eligen a sus colaboradores y a sus ministros y altos cargos, gente que para alcanzar la cúspide solo tiene que ganarse la confianza del gran líder. Aznar designó a su sucesor y el PSOE, con mayor o menor disimulo, siempre hace lo mismo. Las élites, con mayor o menos descaro, siempre controlan los procesos de promoción y toma del poder en el interior de los partidos. Cuando no son solo las élites sino también las bases y los ciudadanos los que deciden, se habrá creado un nuevo modelo, mucho mas democrático y decente, una diferencia fundamental que representa un giro de 180 grados en la organización y estilo de los partidos políticos.


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Lunes, 18 de Mayo 2015
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