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Sin dinero para subvenciones, los políticos españoles ya no dan miedo





No saben gobernar sin dinero
No todo es malo en la crisis. Aunque en España causa estragos y genera desempleo, pobreza y tristeza, también aporta beneficios y está obligando al gobierno a cerrar la principal fábrica de esclavos que operaba en España.

Al quedarse sin dinero para repartir subvenciones, el gobierno pierde poder y se ve obligado a cerrar la más sofisticada, eficaz y antidemocrática fábrica de esclavos que operaba en España: la maquinaria de reparto de subvenciones, gracias a la cual el poder sometía a los rebeldes, esclavizaba a la ciudadanía, compraba voluntades, acallaba a la prensa crítica y controlaba o acorralaba a las principales instituciones y empresas del país, entre ellas a los sindicatos, a la patronal y a buena parte del tejido empresarial más potente.

Por desgracia, el dinero público, abundante y fluyendo como un río sin fin durante más de una década, ha servido en España más para reforzar el poder de las administraciones públicas y para relegar al ciudadano que para modernizar y reconvertir la economía. El dinero en manos de los políticos ha sido utilizado profusamente para corromper, dominar, acosar al adversario, marginar al disidente y degradar la sociedad, pero no para crear las bases de una economía moderna, innovadora y competitiva. Ahora, ya sin dinero público abundante, los efectos son inmediatos y contundentes: la economía, atrasada y sin modernizar, se va a pique, mientras que los políticos pierden poder y empiezan a dar más risa que miedo.

Sin dinero, el gobierno se debilita y empieza a temer a la opinión pública y a los ciudadanos, lo que equivale a un avance de la democracia. El famoso principio de que "Cuando el pueblo teme al gobierno, entonces existe tiranía, mientras que cuando el es gobierno el que teme al pueblo, es que existe democracia" es cierto como la vida misma y tiene en España una vigencia suprema.

Durante los años de bonanza económica, las subvenciones fueron el arma más poderosa y eficaz utilizada por el poder político en España para dominar, someter, corromper, atemorizar, neutralizar a los disidentes y ganar cada día más poder, pero ahora, sin ni siquiera dinero suficiente para pagar a sus funcionarios, los gobernantes y políticos, antes arrogantes e implacables, empiezan a estar desesperados y se sienten inermes.

Las subvenciones han sido, a lo largo de la Historia, el recurso preferido por los tiranos y opresores para sojuzgar y moldear la sociedad a su capricho. Pero en muchos países, en teoría democráticos, también fue un recurso de poder cada vez más utilizado por los gobiernos y los partidos en el poder, que aprendieron a utilizar el talonario de cheques para dominar a los ciudadanos, comprar voluntades, ocultar la verdad, financiar a los amigos y castigar a los adversarios.

En las democracias anglosajonas, más cercanas al ciudadano y cautas ante la voracidad de poder que siempre demuestra el Estado, las subvenciones suelen estar prohibidas o muy mal vistas. De hecho, cuando una empresa o institución recibe dinero público en Estados Unidos, su prestigio e imagen suelen resentirse.

España se había convertido en el paraíso de las subvenciones y sus gobiernos, tanto de derechas como de izquierdas, aprendieron a utilizarlas como su arma favorita para dominar a la ciudadanía y doblegar al adversario. Hasta el terrorismo de ETA llegó a sentir la tentación de dejar dejar las armas con tal de volver a las instituciones y poder participar del gran "festín" del gran pastel del dinero público.

El Estado ha sido tan rico y ha recaudado tanto dinero por la vía de los impuestos directos e indirectos que pudo permitirse el lujo de utilizarlo como una gigantesca fábrica de sometidos, de repartirlo arbitrariamente, en forma de subvenciones, dándolo a los amigos y a los que se sometían, negándoselo a los pocos que quisieron ser libres o se oponían a la enorme cultura dominante.

El efecto del sistema fue fulminante y los ciudadanos, ya fueran empresarios, periodistas, investigadores o docentes, empezaron a descubrir una realidad tremenda y descorazonadora: el frío es gélido cuando se está al margen del poder y del presupuesto público. Como consecuencia, la libertad, la rebeldía y la ciudadanía auténtica se marchitaron en una sociedad donde fueron premiados y florecieron los esclavos, los cobardes, los mediocres y los servidores babosos del poder dominante.

Las subvenciones son las mejores fábricas de esclavos ideadas por el hombre y sustituyen ventajosamente a la censura, a las cadenas y hasta a los pelotones de fusilamiento. Ya no hace falta censurar a un periodista, o ejecutar a un opositor político porque basta con retirarle las subvenciones y hacerle sentir el frío de la pobreza y la marginación en un mundo opulento, donde "tener" es más importante y vistoso que "ser".

La regeneración de la democracia europea y, sobre todo, de la española, que en el presente es una de las más degradadas del viejo continente, pasa por prohibir las subvenciones o por regularlas desde órganos independientes, éticos y fiables, nunca por gobiernos o partidos políticos que han demostrado hasta el asco que las utilizan como armas de dominación y de envilecimiento.

Gracias a las subvenciones, han sido sometidos, entre otros, los medios de comunicación, logrando así un "silencio" y una "opacidad" ante el poder que jamás consiguió la censura, ni siquiera en tiempos de los nazis o del comunismo estalinista. En aquellos regímenes, luchar contra el poder opresor y censor daba prestigio, pero ahora no genera heroísmo alguno quedar al margen de las ayudas económicas públicas.

Las subvenciones del poder han creado una sociedad con poco músculo, lenta, dependiente, sin imaginación, incapaz de innovar y ajena al esfuerzo, que es el gran motor del progreso. La sociedad española, corrompida por el dinero público abundante, es una sociedad dominada por el silencio de los muertos e integrada por enormes manadas de cobardes, todos temerosos a quedarse sin su parte del pastel. Los políticos ricos, los auténticos "nuevos amos" del mundo, ni siquiera tenían que utilizar su monopolio de la violencia, ni la policía, ni la represión para dominar y esclavizar a las masas porque el dinero les permitía cubrir con nubes opacas un ejercicio del poder donde el abuso, la ineptitud, la corrupción y la rapiña hacían estragos, mientras los ciudadanos, ignorantes y ajenos al "gran festín" del dinero público, se limitaban a gestionar su miedo y a soñar con poder "poner la mano" algún día, si les llegaba la oportunidad.

Sin dinero abundante, a los políticos les ha llegado la hora de dar la talla y de demostrar que saben hacer con el gobierno algo más que repartir dinero y utilizarlo como fábrica de esclavos. Pero el drama de España ha estallado precisamente ahora, cuando nuestros políticos, sin el apoyo de los ríos de dinero público disponibles en el pasado, no saben qué hacer, se han quedado paralizados, demostrando su inutilidad, su pobre inteligencia, su nula preparación para el liderazgo. La realidad está demostrando con una crueldad sin misericordia, que nuestros políticos, sin dinero, no son nada, ni siquiera respetables.


   
Viernes, 30 de Marzo 2007
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