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Si alguien de izquierdas dice que es demócrata, miente



Nadie lo dice porque es una verdad que escuece como el ácido, pero en España no se puede ser demócrata y de izquierdas al mismo tiempo. Tampoco se puede ser demócrata siendo de esa derecha contaminada de socialdemocracia e intervencionismo que, como el Partido Popular, se ha extendido por media Europa y domina hoy las instituciones comunitarias.

La democracia es un corsé de leyes, normas y comportamientos cuyo objetivo principal es limitar y controlar el Estado para que sea mínimo y nunca llegue a ser demasiado poderoso, mientras que la izquierda tiene como rasgo ideológico fundamental su fe entusiasta en el Estado al que quiere hacer grande y poderoso para que lo controle todo y solucione los problemas de los ciudadanos. Si un día oyes a un socialista o a un comunista asegurar que es demócrata, miente como un bellaco. Si pertenece a uno de esos partidos de derecha contaminados de socialdemocracia y de adoración del Estado, también es imposible que sea demócrata. Si quien lo afirma es un militante moderado de esos partidos corrompidos, tal vez tenga buena voluntad, pero tendrá siempre gravísimas contradicciones y sus dificultades para adaptarse a la democracia serán enormes.

Por todas estas razones, lo primero que hacen las izquierdas y las falsas derechas cuando ganan el poder en democracia es pervertirla y cambiar sus leyes fundamentales. Aunque no les guste oírlo, la verdad es que ser adorador del Estado y demócrata son dos cosas incompatibles.
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No se puede entender la democracia desde otra óptica que no sea la liberal. Cuando un comunista, un socialista o cualquier partidario del Estado fuerte dice que es demócrata, siempre será falso.

La democracia fue ideada para controlar y poner límites al Estado, mientras que la izquierda es justo lo contrario: pura adoración del Estado. El sistema democrático mira al Estado como lo hacía el filósofo Tomàs Hobbes, que definía al Estado como el monstruo Leviathan, una bestia que todo lo devora y lo engulle. La democracia encierra a Leviathan en una jaula de acero con muchos cerrojos, para que nunca escape. Entre esos cerrojos figuran las elecciones libres, una ley igual para todos, la libre competencia entre partidos, la soberanía del pueblo y la prensa libre, cuya gran misión es publicar la verdad y fiscalizar con esa verdad a los grandes poderes.

La incompatibilidad con la democracia afecta también a los totalitarismos de derecha, tipo nazi o fascista, cuyas raíces filosóficas son las mismas, hasta el punto de que Stalin y Hítler son dos caras de la misma moneda totalitaria. La raíces de ambos proceden de Hegel y la razón de Estado,de Marx y su lucha de clases para la toma del poder por el proletariado, un proceso que Lenin interpretó como la toma del poder por parte de un grupo de revolucionarios profesionales, los bolcheviques, que se constituyen en dueños del Estado y de sus ciudadanos)) y su desprecio a la democracia también idéntico. De hecho, existen muchos partidos que se declaran de derecha pero que son intervencionistas y que han dinamitado todo rasgo liberal para contaminarse de amor al Estado fuerte y dueño de todo.

El problema es que la democracia ha sido dinamitada por políticos terroristas que en lugar de encerrar al Estado han roto la jaula y lo han dejado libre, para que crezca y cace ciudadanos. Esos terroristas siempre son extremistas que anteponen lo colectivo al individuo y que creen que, al contrario de lo que dice el pensamiento liberal, el Estado, en lugar de destrozar y asesinar, soluciona los problemas del ser humano. Esos políticos totalitarios, cuando llegan al poder se convierten en violadores contumaces de la Constitución y dedican el grueso de sus esfuerzos y del dinero público a fortalecer su poder y a fomentar el clientelismo para que nunca puedan ser derrotados en las urnas. Los demócratas respetan las leyes y se rigen por la verdad, pero las izquierdas impregnadas de totalitarismo engañan y se consideran con derecho a saltarse la ley. Andalucía vuelve a ser un ejemplo de esa política indecente.

Esa forma sectaria y altiva de ejercer la política empuja a las izquierdas a expoliar a los ciudadanos con impuestos injustos y confiscatorios, que están prohibidos por las leyes, a comprar periodistas y medios de comunicación para impedir el derecho a informar y ser informados, y a aprobar leyes claramente inconstitucionales como las de Memoria Histórica y Violencia de Género, discriminatorias e inconstitucionales.

¿Cómo va a respetar la libertad plena de la prensa un político intervencionista que cree ese axioma fundamental de la izquierda, que afirma que "el fin justifica los medios"? La lógica de la izquierda es crear medios de comunicación públicos, adictos al poder, controlar al resto e, incluso, suprimirlos, si puede.

Cómo va a respetar la izquierda ese principio democrático básico de que "la ley es igual para todos", cuando siempre que ha llegado al poder ha blindado y convertido en inmune e impune a sus altos dirigentes, colocándolos en el Politburó, por en cima del bien y del mal? España, que es el país de Europa más influido por las ideologías estatalistas de izquierdas, es también el que más aforados tiene (más de diez mil) y el que más privilegios otorga a sus políticos.

¿Acaso va a respetar la izquierda un proceso electoral libre, en el que puedan ganar sus enemigos, o cambiará las reglas y hará todas las trampas posibles para evitar que la odiada derecha alcance el poder? En Andalucía está la demostración. Para impedir el dictamen del pueblo en las urnas, que dijo "NO" al socialismo, el PSOE andaluz anda demonizando a VOX y acusándolo, sin razón, de ser peligrosos extremistas de derecha, sólo para impedir el dictamen del pueblo y seguir en el poder. El otro partido de izquierda que ha perdido votos es Podemos y su reacción, totalitaria, ha sido la de insultar a los andaluces porque no les han votado a ellos y afirmar que se han equivocado al votar a las derechas, cuando en democracia la decisión popular en las urnas siempre es inapelable.

La historia, sin embargo, ha sido hasta hoy siempre tozuda y ha demostrado con claridad que cada vez que el monstruo Leviathan ha sido liberado de su jaula, ha llenado el planeta de hambre, dolor, retroceso y crímenes, fabricando ríos de dolor y montañas de cadáveres.

Las izquierdas, incapaces de adaptarse a las libertades democráticas, ha tergiversado el sistema y eiminado los controles al poder con el objeto de reducirlo al simplismo de emitir votos cada cuatro o cinco años, y también ha inventado el concepto de "democracia popular" para justificar su asesinato de la democracia real. Esa democracia popular adulterada esconde la dictadura de un partido que siempre gana, que jamás permite la alternancia en el poder y que es férreamente dirigido por una nomenklatura dirigente, endiosada, incompatible con las libertades democráticas y los derechos fundamentales del ser humano.

Francisco Rubiales


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Viernes, 4 de Enero 2019
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