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Se puede y se debe prescindir del Estado, que debe ser abolido



Cuando se plantea la necesidad de abolir el Estado por ser asesino, ineficaz, injusto, corrupto, derrochador y el gran obstáculo para el progreso y la justicia, surge siempre la misma falsa objeción: "Es imposible vivir sin Estado".

Los defensores del Estado, que son todavía una inmensa mayoría, aseguran que sin Estado la violencia se dispararía, las grandes empresas se volverán contra la pobre población, los Estados extranjeros invadirán los territorios libres; los vecinos opulentos saquearán a los indefensos y débiles, etc.. Todas esas objeciones son la consecuencia de milenios de propaganda de los dueños del mundo, que aseguran una y otra vez que sin la autoridad del Estado el mundo perecería.
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Nosotros afirmamos que no sólo no perecería sino que funcionaría mejor en todos y cada uno de los capítulos y actividades. Los partidos políticos, considerados por muchos expertos como los mayores obstáculos para el progreso y el buen funcionamiento de la sociedad, no tendrían sentido porque ya no podrían cumplir su único objetivo real, que es repartirse el poder, los privilegios, el dinero y todo el botín del Estado, La economía iría mejor porque los pueblos no tendrían que financiar esos estados monstruosos e innecesarios que montan los partidos para colocar y premiar a los suyos, creando legiones enteras de funcionarios y contratado innecesarios, casi todos ociosos porque no son necesarios. Los impuestos bajarían y se reducirían hasta niveles que hoy parecerían increíbles, pero que la Historia ha demostrado que son posibles. En la misma España, el régimen de Franco demostró que un país puede prosperar a ritmo de vértigos, crecer año tras año y convertirse en la novena potencia industrial del mundo sin apenas cobrar impuestos.

En el ámbito de la Justicia seguiría habiendo crimen en una sociedad sin Estado, pero serían menos frecuentes, como John Lott ha demostrado reuniendo datos de los últimos 100 años de USA. Habida cuenta de que siempre existe gente mala, necesitamos un sistema de tribunales, pero los jueces dejarían de estar politizados y en lugar de servir a los partidos y a sus corruptelas y abusos, servirían a los ciudadanos y a la sociedad.

Las leyes serían las que el pueblo demandara y necesitara, no las que interesan a los partidos y a los políticos, como ocurre bajo el Estado.

La policía privada ha demostrado ser mucho más eficaz frente al crimen que la estatal. Las estadísticas en Estados Unidos son evidentes y en otros países también. Lo mismo curre con los militares. Dicen que hay que tener un Ejército pagado con nuestros impuestos para defendernos de países enemigos, que nos invadirían, pero los ejércitos son fácilmente sustituibles por compañías privadas, financiadas por el sistema de seguros, que cuidarían con eficacia de la nación.

Sin las licencias estatales, restricciones al comercio, regulaciones impuestas por el gobierno central y otros diques a los empresarios, habría más empresas para ofrecer servicios y para generar empleo y riqueza. Con los impuestos bajos y sin las trabas absurdas de los estados, la economía convertiría la prosperidad en su caldo de cultivo natural y permanente.

Suprimir el Estado es fácil, pero hay que desearlo y plasmarlo en unas pocas leyes. El concepto Estado sería sustituido por el de Comunidad y sería la propia comunidad la que se gobernaría, tras elegir a un número reducido de ciudadanos libres y de probadas virtudes y valores para que ejercieran como administradores, sin partidos políticos y sin compromisos y servidumbres, devolviendo a la política su perdido sentido de "servicio al pueblo".

No existe un sólo ámbito donde pueda demostrarse que el Estado es imprescindible y hay miles de razones y argumentos que prueban que el Estado, como está funcionando ahora, es tan absurdo, ineficaz y criminal que debe ser abolido con urgencia.

El punto de partida para abolir el Estado y sustituirlo por una comunidad de ciudadanos autogestionada es la suposición de que la gente es fundamentalmente buena, en lugar de creer que es "fundamentalmente mala", como hace el Estado, que gestiona el poder en base a castigos, sin jamás premiar la virtud, el acierto y los servicios prestados a la comunidad. Bastaría poner delante de nuestro actual mundo el cristal de que el hombre es bueno y puede aprender, con la ayuda de los demás, a ser mejor, para que se abriera un horizonte hermoso e ilusionante que nada tiene que ver con la pocilga de corrupciones, odias, envidias, revanchas, castigos, mentiras y miedos que constituyen la espina dorsal de ese monstruo asesino, manirroto, cruel y demente que nos congrega y gobierna, al que llaman "Estado".

Estoy convencido de que el Estado será abolido, aunque esa abolición plena necesitará algo de tiempo. Pero, para acelerar el proceso y acortar la espera, debemos realizar algunas tareas como educar a nuestros hujos en los valores y en el desprecio a la injusticia y el abuso de poder, diciéndoles siempre que algún día el mundo cambiará y que sin los que malgobiernan el mundo será mejor. Otra actuación es criticar al Estado actual, a sus gestores y a sus obras injustas y nocivas.

Francisco Rubiales

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Lunes, 11 de Octubre 2021
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