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¿Se atreverá el mundo a tirar de las orejas a China?





Ante la represión de los tibetanos, tragedia que se añade a la reciente cruel represión de los birmanos, ambas con el protagonismo de China, muchos ciudadanos se preguntan si se atreverán los poderosos del mundo a boicotear los Juegos Olímpicos de China, recordando con ese gesto firme a la dictadura de Beijing que el respeto a las libertades y a los derechos humanos es la condición indispensable para contar con la amistad de los civilizados.

El boicot como reacción de castigo ante el abuso y el crimen tiene una rica tradición en el mundo. Si se llevara a cabo contra Beijing, no sería la primera vez que se utilizara en el ámbito de los JJ.OO. Incluso la misma República Popular China lo hizo en 1956 en los JJ.OO. de Melbourne para protestar por la participación de Taiwan en dichos juegos.

Muchos otros países, entre ellos España, Suiza y Holanda, utilizaron el boicot olímpico para protestar por la
represión de los tanques rusos en Budapest.

Otros países como Egipto, Líbano e Iraq tampoco hicieron las maletas en aquella ocasión para rechazar la actuación de Francia y el Reino Unido en la crisis del Canal de Suez.

Hay muchos ejemplos de boicot deportivo, pero cualquier motivo esgrimido en el pasado para realizar un boicot fue menos sólido que el que ampara a los que propugnan el boicot a China en 2008. China, además de amparar a la dictadura represora de Birmania y de aplastar a los tibetanos, cultural y físicamente, odia la democracia, tiene sus cárceles repletas de disidentes, no admite la crítica al gobierno, limita el acceso a Internet y ejecuta a los recalcitrantes que se oponen a su régimen.

El gran problema para el boicot a China reside en que ese país es la mayor potencia económica emergente del presente y que su mercado es el mas apetitoso de la Tierra para los paises industrializados y tecnológicamente avanzados. Ese miedo a perder lo que ofrece el suculento mercado chino es el que impulsa la falsa tolerancia occidental frente a los desmanes chinos, desde el trabajo esclavo de mujeres y niños hasta el nulo respeto a los derechos y libertades de sus ciudadanos.

La actitud, en apariencia prudente y tolerante de los políticos del mal llamado mundo democrático disfraza la falta de principios morales, la cobardía y la incapacidad de aplicar los principios democráticos cuando los negocios y el dinero aparecen en el escenario.


   
Domingo, 23 de Marzo 2008
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