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Razones para 'Votar en Blanco' en el Referendum sobre el Estatuto andaluz





Nosotros vamos a Votar en Blanco en el próximo referendum sobre el Estatuto andaluz (18 de febrero) porque creemos que un ciudadano demócrata debe votar siempre, ya que el voto es una garantía de libertad y de poder cívico, pero un ciudadano consciente también debe votar en blanco cuando las propuestas que hacen los políticos le parecen insatisfactorias, innecesarias, desacertadas o nada útiles.

Votar "NO" al Estatuto quizás sea también positivo, aunque podría ser interpretado de manera confusa. Los que mandan podrían pensar que el pueblo quiere más competencias o menos competencias, mas nacionalismo o menos, etc., cuando el asunto es otro: queremos que la democracia se regenere y que los políticos sean eficientes, eficaces, menos arrogantes y más controlados por los ciudadanos. Lo que deseamos es que los que tienen el poder y los recursos, hagan algo realmente por mejorar el mundo, por acabar con la pobreza insultante, por preservar la libertad, por respetar la igualdad de oportunidades, por erradicar la corrupción, el privilegio y la ventaja, etc.

En modo alguno se merecen un "SI" ciudadano.

La abstención es un recurso que también puede ser positivo, pero es confusa desde las posiciones democráticas, entre otras razones porque puede reflejar rechazo al sistema o una escasa valoración del voto, que es la esencia del sistema democrático.

Votamos en blanco en el referendum porque el estatuto que nos propone el partido gobernante en Andalucía (PSOE) y el principal de la oposición (PP) responde exclusivamente a los intereses de los partidos políticos y de sus políticos profesionales, que obtienen con él más competencias, más poder y más privilegios.

Es un Estatuto que no ha sido demandado jamás por una ciudadanía que es consciente de que existen decenas, quizás centenares de reformas y cambios más importantes y necesarios que aprobar un nuevo Estatuto. Habría que garantizar primero la igualdad ante la ley o el derecho a una vivienda digna, y cambiar antes, por ejemplo, la ley electoral y devolver a los ciudadanos el derecho a elegir que les ha sido arrebatado por unos partidos políticos que son los que elaboran esas listas cerradas y bloqueadas ante las cuales sólo es posible decir "si" o "no". La democracia ha sido degenerada por los partidos hasta el punto de que son ellos los que eligen y no el ciudadano.

Hay otro argumento solvente que empuja a votar en blanco: Andalucía es ya la región de la Unión Europea con mayor peso del gobierno y, con ese estatuto, lo que conseguimos es que ese poder gubernamental, ya abrumador, se incremente en una sociedad andaluza subvencionada y controlada que lo que necesita es más protagonismo del ciudadano y de la iniciativa privada emprendedora.

Finalmente, hay otro argumento que, para nosotros, tiene una fuerza especial: parece que ha llegado el momento de decir a los polítiicos "basta" y demostrarles en las úrnas, con el único recurso de poder que nos queda, que el ciudadano es quien manda en democracia y quien debe mandar en adelante, rechazando un sistema que nos margina políticamente y sólo nos convoca una vez cada cuatro años, cuando se abren las urnas.

Votar en Blanco es como dar un puñetazo en la mesa y poner firmes, con nuestro voto, a estos tipos arrogantes, aficionados al privilegio y al poder, a los que pagamos el sueldo sin que nos rindan cuentas y sin que ni siquiera nos pregunten qué queremos o qué opinamos de su gestión.

Hay decenas de razones concretas para votar en blanco, una vez analizado el texto. Podríamos decir que hay 14 artículos que son idénticos a los del Estatuto Catalán, sobre los cuales pesan media docena de impugnaciones por inconstitucionalidad. Podríamos decir que el Estatuto es demasiado autoritario, intervencionista y escasamente liberal, que consagra más gobierno, cuando lo que necesitamos es menos peso gubernamental y que, jurídicamente, es insuficiente y flojo, entre otras razones. Pero su mayor déficit es que ignora al ciudadano y que confunde la democracia con el poder, superponiendo el poder de los partidos y de los gobernantes al poder de los ciudadanos, que, aunque está acosado y aplastado, debería ser el soberano y dominante en una demcoracia auténtica.

   
Martes, 13 de Febrero 2007
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