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¿Qué ha hundido a España, Zapatero o el PSOE?





¿Quién nos ha hundido, Zapatero o el PSOE? ¿Qué ha causado la ruina de España, Zapatero o el socialismo? La pregunta es importante, pero la respuesta es vital para un país que debería aprender de su historia y tomar medidas para que, en el futuro, otro inepto, apoyado por una partido arrogante e insensible, nunca vuelva a destruir la nación.

El rechazo a Zapatero es ya un grito desesperado que se escucha en las calles, en los bares, en las aulas, en las empresas, en los hogares y hasta en algunos rincones avergonzados de su propio partido. Sin embargo, el inepto sigue en el poder, arropado por su partido, que es el verdadero culpable del drama, no sólo porque un día eligió a un iluminado como líder y candidato, sino, sobre todo, porque lo sigue manteniendo en el poder con una contumacia que, dado el nivel de rechazo en la sociedad, huele a despotismo, totalitarismo y traición.

No es Zapatero el que, a pesar de su incapacidad probada y demostrada, sigue dando martillazos de incompetencia a lo que queda de España, sino su partido, cuya transformación en una cofradía de arrogantes, insensibles y privilegiados, causa escalofríos y miedo.

Si su partido quisiera, Zapatero no duraría ni un instante en ese timón que está utilizando para hundir al país y para, con su torpeza y arrogancia, causar inútiles sufrimientos y perjuicios a su pueblo.

El verdadero drama de España es que el pueblo ha sido expulsado de la política y que el poder se ha convertido en un diálogo entre el partido y su lider. Los representantes de los ciudadanos saben que han sido elegidos no por el pueblo sino por sus respectivos partidos, que son los que les han situado en una listas electorales que son inmutables y que el ciudadano tiene que votar. Zapatero, como cualquier otro cargo electo en España, puede permitirse el lujo de ignorar los gritos y protestas de los ciudadanos porque su poder únicamente depende de lo que diga el partido, toda una canallada antidemocrática que hay que reformar para que el liderazgo, en el futuro, esté cerrado para los idiotas, los corruptos, los ineptos y toda la fauna de indeseables que, si es apoyada por su partido, puede gobernarnos a todos y llevarnos hasta el matadero.

El drama de España es que esa perversa y antidemocrática concepción del poder, que deja indefenso al ciudadano y que ha creado "la casta" de los políticos casi inmunes y casi impunes, está incrustada en el alma de todos los partidos políticos con presencia en el poder. Hace días conversé largamente con un representante parlamentario nacional del Partido Popular y comprobé, aterrado, que su visión del poder y de la democracia era identica a la del PSOE. Le pregunté si consideraba democrático y lícito que el gobierno tomara decisiones en contra de la opinión de la inmensa mayoría de los ciudadanos, y le me dijo que "sí". Le volví a preguntar que si no consideraba mejor convocar un referendum cuando el gobierno y la ciudadanía entrasen en grave conflicto, de manera ostentosa, y me dijo que "no". Le pregunté, finalmente, qué debe hacer el ciudadano ante una situación en la que el gobierno aprueba leyes de gran importancia para la vida ciudadana, contrarias al interés general y a los criterios de la inmensa mayoría, y me respondió que "esperar a las elecciones para castigar al gobierno". Le dijo entonces que eso no era democracia sino una oligarquia impune en el poder, que actúa al margen de la sociedad y del ciudadano y le espeté que esa concepción del poder, genuinamente antidemocrática, es una pura oligocracia de partidos, digna de oprobio y de rechazo cívico porque consagra una democracia sin ciudadanos y sin controles cívicos, una pura dictadura de partidos.

Esa oligocracia descontrolada en acción es la que, marginando al ciudadano, que es el soberano del sistema, ha hecho posible que un inepto, gobernando desde la Moncloa, acabe con la prosperidad de los españoles, haya sembrado el país de desempleados y de pobres, nos haya endeudado hasta la locura, haya destruído el tejido productivo tan cuidadosa y difícilmente construido en las últimas décadas, haya convivido con la peor corrupción de nuestra historia moderna y nos haya cubierto de oprobio, interno y externo, sin que los ciudadanos, secuestrados a pesr de ser los "soberanos" de la demcoracia, hayamos podido hacer nada por impedirlo.

Ahora es el momento no sólo de obligar al inepto a que convoque elecciones anticipadas y entregue el mando a otro que esté preparado para conducirnos hacia la regeneración, sino de reformar un sistema tan sucio y antidemocrático que se ha convertido en una fábrica de oligarcas sin valores y sin un sólo rasgo democrático.

También es la hora de la rebeldía ciudadana, de que consolidemos nuestra determinación a no volver a permitir que los corruptos, los inútiles y los sinvergüenzas nos gobiernen en el futuro, de no permitir que un partido político que apenas representa a unos cientos de miles de militantes, pueda ejercer una auténtida "dictadura" sobre una sociedad integrada por 45 millones de seres humanos.

¿Cómo lo logramos? No hay otro camino que convertir a España en una verdadera democracia. Lo que hoy tenemos es un vulgar escupitajo oligárquico. Sin controles y sin un corsé ciudadano que limite los poderes de "la casta", pronto, antes de lo imaginable, volveremos a tener a otro Zapatero en la Moncloa, votemos al partido que votemos.


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Jueves, 4 de Febrero 2010
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