Colaboraciones

¿QUE HACER ANTE LA ARBITRARIEDAD DEL PODER?





La enorme crisis de la política que envuelve al mundo, con un poder que cada día muestra más sus entrañas arbitrarias y corruptas, no sólo está causando graves daños a la convivencia, asesinando la esperanza y generando una enorme oleada de desconfianza que cuestiona el presente y el futuro, sino que, además, esparce una sensación de desamparo ante el poder y de recelo ante las leyes que desconcierta al ciudadano.

La arbitrariedad del poder no es ya una sospecha sino una realidad constatada. La conciencia de que algunos privilegiados viven en la impunidad y de que la misma ley se aplica con benevolencia para los amigos y con severidad para los enemigos está causando toda una conmoción en la ciudadanía, que se siente secuestrada por una casta de dirigentes que ha traicionado la confianza ciudadana, que ha prostituído el sistema y que ya no merece el liderazgo.

Esa conciencia de traición, unida a la desesperación que se siente cuando se comprueba que el sistema se alimenta a sí mismo y que los ciudadanos, en teoría los soberanos, no podemos hacer nada por cambiarlo, porque nuestro poder está secuestrado por los partidos políticos dominantes y por las castas de políticos profesionales, genera una autentica crisis de dimensiones insospechadas.

Quizás sin percibir todo el alcance de lo que están haciendo, esos partidos políticos invencibles que se han apoderado de la democracia están cavando un foso profundo y oscuro entre ellos y la ciudadanía a la que, falsamente, dicen servir.

La pregunta que nos hacemos los ciudadanos es ¿Qué hacer ante la arbitrariedad y el abuso del poder?, una pregunta que no puede tener respuesta y que, cuando la tiene, es una respuesta que, a su vez, genera todavía más desasosiego porque se orienta claramente a la rebeldía.

Los ciudadanos están dejando de confiar en sus dirigentes políticos, lo que implica la muerte de la democracia, un sistema que se basa en la confianza que los representados depositan en sus representantes. La existencia de una casta política desconectada de la ciudadanía e interesada más en defender sus propios intereses que los de los ciudadanos está conmoviendo los cimientos de la cultura y de la convivencia. La crisis política se está transformando en una crisis generalizada del sistema y de las reglas del juego que rigen nuestro mundo.

Muchos creen que ha llegado el momento de defender la dignidad de la razón y que la única vía para lograrlo es apelando de nuevo a la ley natural, a normas inderogables y obligatorias, que no dependen de la voluntad del legislador y tampoco del consenso que los Estados pueden darles, pues son normas anteriores a cualquier ley humana.

El Papa Benedicto XVI, consciente como pocos del grado de deterioro que están alcanzando los poderes políticos en este mundo mal gobernado y peor gestionado, lo define con precisión: "La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica. La ley inscrita en nuestra naturaleza es la verdadera garantía ofrecida a cada uno para poder vivir libre y respetado en su dignidad".

Jesús María Vidal B.

   
Martes, 3 de Julio 2007
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