ETA siempre vota y esta vez lo ha hecho con la nueve milímetros, asesinando a Isaias Carrasco, un exconcejal socialista. Pero ¿Por quién ha votado ETA? Es indudable que no ha votado por Zapatero ni por Rajoy y que el asesinato, con todo el asco y rabia que provoca, únicamente puede beneficiar a los partidos que apuestan por cambiar la sucia y maloliente realidad política española y por regenerar la democracia, quizás por Rosa Díez, tal vez por Ciudadanos.
Se han reunido los partidos después del atentado, cuando la sangre de Isaias aun estaba caliente, y han vuelto a ofrecer a los españoles el espectáculo vomitivo de su incapacidad para el consenso, el de un socialismo zapateril que se niega a renunciar a la negociación con los asesinos, apoyado por la corte del nacionalismo que cambia votos por dinero, y el de una derecha que, incapaz de ilusionar y de atraerse a los electores, sigue con su obsesión de cerrar las puertas a la negociación y al diálogo con la mafia etarra.
Los españoles, a punto de entrar ya en la jornada de reflexión, deberían comprender la grandeza de ese principio que dice que "todos los problemas de la democracia se resuelven con más democracia" y que los únicos partidos capaces de ofrecer hoy democracia verdadera son aquellos que proponen un cambio importante en un sistema putrefacto que propicia el bipartidismo y que engorda constantemente a las élites socialistas y populares, partidos que quieren reformas constitucionales y de la impresentable ley electoral española, que consagra la partitocracia y cierra las puertas a la verdadera democracia ciudadana.
El problema de ETA nunca será resuelto por Zapatero o por Rajoy. No tienen verdadero interés en resolverlo, ni fuerza, ni imaginación. En el fondo, ambos viven bajo la sombra de ETA. Unos, los populares, convirtiendo a la banda en el gran demonio a derrotar, olvidando que a los españoles les preocupan más otros asuntos como la vivienda, la carestía de la vida, la desigualdad de oportunidades, la corrupción, el desempleo o el trabajo basura. Los otros, los socialistas, están empeñados en negociar con la banda para poder ofrecer e los ciudadanos el éxito de la paz, garantizándose así la hegemonía en las urnas por dos o tres legislaturas, confiados en que los ciudadanos olvidarán así su ineficacia, su ineficiencia, sus mentiras y fracasos encadenados, su impericia como gestores y su icapacidad para crear una sociedad más justa.
ETA, seguramente sin saberlo,ha votado por el verdadero cambio, por gente nueva, digna y demócrata, al frente de un país que los políticos actuales del poder y de la oposición han convertido en un gallinero indecente donde todos gritan, nadie se pone de acuerdo y los gallos se pelean por el poder, por las hembras y por el maiz.
Se han reunido los partidos después del atentado, cuando la sangre de Isaias aun estaba caliente, y han vuelto a ofrecer a los españoles el espectáculo vomitivo de su incapacidad para el consenso, el de un socialismo zapateril que se niega a renunciar a la negociación con los asesinos, apoyado por la corte del nacionalismo que cambia votos por dinero, y el de una derecha que, incapaz de ilusionar y de atraerse a los electores, sigue con su obsesión de cerrar las puertas a la negociación y al diálogo con la mafia etarra.
Los españoles, a punto de entrar ya en la jornada de reflexión, deberían comprender la grandeza de ese principio que dice que "todos los problemas de la democracia se resuelven con más democracia" y que los únicos partidos capaces de ofrecer hoy democracia verdadera son aquellos que proponen un cambio importante en un sistema putrefacto que propicia el bipartidismo y que engorda constantemente a las élites socialistas y populares, partidos que quieren reformas constitucionales y de la impresentable ley electoral española, que consagra la partitocracia y cierra las puertas a la verdadera democracia ciudadana.
El problema de ETA nunca será resuelto por Zapatero o por Rajoy. No tienen verdadero interés en resolverlo, ni fuerza, ni imaginación. En el fondo, ambos viven bajo la sombra de ETA. Unos, los populares, convirtiendo a la banda en el gran demonio a derrotar, olvidando que a los españoles les preocupan más otros asuntos como la vivienda, la carestía de la vida, la desigualdad de oportunidades, la corrupción, el desempleo o el trabajo basura. Los otros, los socialistas, están empeñados en negociar con la banda para poder ofrecer e los ciudadanos el éxito de la paz, garantizándose así la hegemonía en las urnas por dos o tres legislaturas, confiados en que los ciudadanos olvidarán así su ineficacia, su ineficiencia, sus mentiras y fracasos encadenados, su impericia como gestores y su icapacidad para crear una sociedad más justa.
ETA, seguramente sin saberlo,ha votado por el verdadero cambio, por gente nueva, digna y demócrata, al frente de un país que los políticos actuales del poder y de la oposición han convertido en un gallinero indecente donde todos gritan, nadie se pone de acuerdo y los gallos se pelean por el poder, por las hembras y por el maiz.