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Políticos españoles: ¿Irresponsables, ineptos o suicidas?





Asustados ante el deterioro del sistema, preocupados por el profundo hundimiento de su imagen y quizás atemorizados porque el sistema que les ha garantizado hasta ahora poder y privilegios pueda venirse abajo, algunos políticos españoles pretenden ahora "hacer algo" para detener el profundo deterioro de una democracia española prostituida, en la que cada día creen menos ciudadanos.

Basta darse una vuelta por Internet o leer la escasa prensa libre que existe para darse cuenta que los políticos españoles han perdido el aprecio de la ciudadanía y que su prestigio e imagen caen en barrena, lo que representa un drama no sólo para la política española, sino también para la convivencia, la justicia, la paz y el futuro del país.

Quien lo prefiera, puede atenerse al Eurobarómetro publicado hoy por la Comisión Europea, según el cual el 88% de los españoles considera que la corrupción es un problema “serio” en España y para el 70% de los ciudadanos el soborno y el uso del poder para obtener beneficios privados está extendido en la clase política nacional.

El drama de la democracia española tiene su núcleo en que políticos y ciudadanos ya no se entienden, emiten en diferente frecuencia y se mueven en distintas dimensiones éticas. Los políticos se han envilecido más intensa y rápidamente que la ciudadanía. Prácticas habituales entre los políticos, consideradas normales por el gobierno de Zapatero, como endeudar al país irresponsablemente, sólo para seguir gastando, sin ni siquiera consultar al pueblo, o comprarle votos a partidos nacionalistas para mantenerse en el poder producen rebeldía y vómitos a los ciudadanos.

Lo que revelan las encuestas es cierto: los políticos son ya para los ciudadanos españoles el cuarto gran problema, por delante del terrorismo. El crecimiento del rechazo a la casta política hará que pronto sean considerados el primer gran problema de España, por delante, incluso, del desempleo, del que ellos y su ineptitud son los principales culpables.

Más que un movimiento sincero de regeneración, lo que los políticos pretenden es "cambiarlo todo para que todo siga igual" mediante un superficial pacto "contra la corrupción" que, sin duda, será inutil.

Gaspar Llamazares, uno e los promotores, cree que ese pacto es necesario para que la ciudadanía "recupere la confianza en las instituciones democráticas, en las formaciones políticas y en el sistema de partidos".

Nuestra opinión ante ese movimiento de la clase política, poco sincero y forzado, es la siguiente:

La propuesta llega tarde, cuando la confianza de los ciudadanos en sus líderes y en las instituciones que él llama "democráticas" ya está irremediablemente perdida.

El problema mayor de España no es la corrupción, sino el mal gobierno, la ineptitud y la irresponsabilidad de sus dirigentes, que llevan años fracasando en la gestión de la "cosa pública", enfrentándose mutuamente, insultándose y ofreciendo a los ciudadanos un espectáculo vergonzánte y nada democrático.

Que la corrupción no afecta sólo a los ayuntamientos, como la mayoría de los políticos defienden, sino al poder político en todos sus ámbitos.

Que lo que ellos llaman "democracia" no es una democracia real sino una partitocracia donde el ciudadano ya no puede ejercer el control de sus representantes, donde los poderes básicos del Estado ya no son independientes y donde el poder de los partidos se ha desbordado y desequilibrado el sistema hasta extremos que hacen imposible la democraica.

Que hasta el sagrado derecho a votar, garantizado por el sistema y por la Constitución, le ha sido escatimado al ciudadano, al que se le han impuesto esas "listas cerradas y bloqueadas" en las que quien elige el la elite de los partidos, sin que el ciudadano pueda tocarlas, reformarlas o siquiera tachar un nombre.

Que cualquier pacto anticurrupción que no acabe con los privilegios de la casta política y que no establezca férreos controles ciudadanos al poder político no soluciona los problemas reales de España sino que únicamente otorgaría un poco de oxigeno a una clase política afianzada en el dominio y el privilegio que empieza ya a temer que los ciudadanos pueden llegar a indignarse un día y que decidan correrlos a gorrazos por ineptos, ineficientes, corruptos, irresponsables y déspotas.

Para apreciar ela dimensión de los sentimientos contra la casta política que anidan en la sociedad española, abra el archivo adjunto y penetre en el despreciable y esclusivo mundo de los "nuevos amos".


   
Jueves, 10 de Diciembre 2009
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